31 de julio de 2009

- CAUDILLISMO -




El caudillismo ya le queda muy chico a la Argentina



De lo partido a los partidos



Santiago Kovadloff
Para LA NACION
Ilustración: Alfredo Sabat




Hay una reflexión de Molière que viene muy a cuento de nuestra clase política. Puede leérsela en El avaro , compuesto en 1668. Rústicamente glosada por mi memoria, asegura lo siguiente: "Todos los hombres dicen más o menos lo mismo. Sólo sus acciones permiten ver en qué difieren". Pues bien, tras una campaña electoral signada por la grisura discursiva, llegó la hora de los hechos. Veremos quién difiere de quién, más allá de la retórica.

¿Qué espera la mayoría por parte de aquellos a quienes consagró como vencedores, el pasado 28 de junio?

En sus frecuentes declaraciones públicas, tras renunciar a su cargo como jefe de gabinete, Alberto Fernández suele repetir que el Gobierno nunca entendió el mensaje que la sociedad le envió al impugnar la resolución 125. Y parece dudar, aunque más discretamente, de que Kirchner se avenga a comprender lo que le quiso demostrar la gente con la orientación que le imprimió a su voto en las referidas elecciones legislativas. Cabe, complementariamente, preguntarse si los opositores pertenecen o no a otra estirpe de oyentes y lectores de los hechos sociales relevantes. ¿Sabrán proceder como se les ha pedido que lo hagan?

La distribución del voto de esa mayoría es elocuente acerca de lo que se quiso expresar con ella: se demanda acuerdo, convergencia, entendimiento y transparencia. Todos los que ganaron han pasado a ser parte de un elenco indispensable, pero ninguno de ellos fue ungido como figura estelar. Se terminó el tiempo de los hombres fuertes y las instituciones débiles. Se acabó la soberanía indiscutida del monólogo.

Nada resultaría más auspicioso para este país abrumado por las arbitrariedades que un programa de trabajo explícito y público que así lo corroborara, asumido por los dirigentes favorecidos por el respaldo popular. Hablo de los opositores, porque el oficialismo, a lo que todo indica, no aspira a cambiar, sino a camuflar su resistencia al cambio. Y así será mientras busque el desquite y no la negociación. Mientras exija ser oído sin estar dispuesto a dejarse afectar por lo que oye. Es que cede en lo irrelevante, pero no en lo fundamental.

El acuerdo entre opositores debería cerrarse en torno a un repertorio de medidas imperiosas para el corto plazo y otro insoslayable para los plazos mediano y largo. Todas ellas, en conjunto, deberían asegurar el rumbo del país en los próximos diez años. Mientras ello no suceda, la oposición se reducirá a un conglomerado de disidentes con más sustancia temperamental que doctrinaria.

La Argentina, desfigurada por la pobreza, el desempleo, la inseguridad, la recesión económica y la crisis educativa, necesita ese acuerdo programático mayor por parte de quienes habrán de liderar la vida parlamentaria. Sólo así el futuro dejará de ser una previsible repetición del presente o, peor todavía, un agravamiento aún más pronunciado de lo que hoy ocurre. Como bien ha dicho Alberto Abad, "la política debe ser una máquina de generar esperanza". Y ya sabemos que si no genera esperanza, genera desesperación.

En estos próximos días y luego, en el venidero diciembre, el Congreso puede empezar a transformar la significación social de la política. No hay otra manera de que se inicie el saneamiento institucional de la Argentina. Se trata de recuperar la política como práctica probatoria de un proyecto democrático que, entre nosotros, sigue sin haber consumado su transición desde el autoritarismo a la vida republicana. Y conste que, hoy, vida republicana significa, a mi entender, firmeza institucional en el marco de una alianza entre la clase media y aquellos otros sectores populares arrinconados en la exclusión, el hambre, la desocupación y la ignorancia. De esa transición incumplida no sólo es responsable, claro está, el oficialismo. También lo es la oposición. Esa oposición que, convertida en gobierno en la figura emblemática del radicalismo, terminó de hacerse pedazos durante la anémica gestión de Fernando de la Rúa.

Hay radicales, pero no hay aún radicalismo. De igual modo, hay justicialistas pero no hay aún justicialismo. De la misma manera que hay centenas de agrupaciones más sin auténtica identidad partidaria en un plano nacional.

La gente ha votado contra la fragmentación y, en esa medida, contra la ausencia de partidos reales. ¿Habrán aprendido los que hoy vuelven a ser depositarios de la confianza temerosa de un pueblo marcado por tantas decepciones? ¿Se harán cargo los elegidos? Si no se recupera la confianza en el Poder Ejecutivo y en la estructura jurídica del país, si no hay reactivación económica ni se termina con el hambre, no va a ser posible detener el drenaje de fe en la democracia en el que tanto se deleitan los totalitarios y demagogos. La discusión y las resoluciones parlamentarias orientadas hacia el logro de esos fines van a rehabilitar el enmohecido engranaje que debe regular el vínculo entre los poderes fundamentales de la Nación. La oposición triunfante tendrá que reinstalar la evidencia de que es posible dejar de mentir para gobernar y que el ejercicio perverso del poder no es una fatalidad. Así constituida, la oposición será promotora de un renacimiento decisivo: el de la convicción popular de que la función pública, desde su investidura más modesta hasta la más alta, puede estar al servicio del bien común. Ninguna dificultad será insuperable si hay acuerdo acerca de lo que es fundamental para el país.

Superar la fragmentación sectorial equivale a superar la incomprensión de la República. Lo necesario, en este orden de cosas, siempre es arduo. Pero lo arduo no es irrealizable. Para decidirse a enfrentar lo que sin duda es difícil y de lento desenlace basta con entender adónde nos han llevado los facilismos y la falta de escrúpulos. Y el Congreso debe ser el escenario propicio para alentar las convergencias que inspiren esa búsqueda. Lo prioritario sólo puede resultar indiscernible a quien no lo quiera ver. En este marco, la pregunta de fondo no es quién cuenta con mejores posibilidades de quedarse con la presidencia de la nación en el año 2011, sino qué debe aportarle a la Argentina el resultado de esa todavía lejana competencia electoral. Y si fuera el país el que entonces resultara vencedor, ello se deberá a que las condiciones de posibilidad de ese triunfo habrán empezado a ser forjadas desde ya. ¿Cómo? Promoviendo el tránsito del escenario dividido de los opositores al escenario unánime de la oposición, de lo extraparlamentario a lo parlamentario, de la periferia al centro, del desacuerdo al acuerdo, de lo partido a los partidos.

Si todavía es demasiado temprano para hablar de un auténtico bipartidismo, es demasiado tarde para seguir sin buscarlo. Hay una clase media paralizada y millones de argentinos empobrecidos por la ineptitud y la crueldad de la demagogia. Sin bipartidismo estaremos, como estamos ahora, más cerca del pasado que del porvenir. Y conste que hablo de partidos y no de movimientos. El único movimiento que me parece indispensable, de aquí en más, es el de la alternancia en el poder entre quienes, coincidiendo en el centro, lo aborden desde proveniencias distintas mediante legítimos matices diferenciales. En el país que cabe desplegar, desde el año del Bicentenario en adelante, el centro es el que debe expresar esa voluntad de reconstrucción, esa capacidad de transformar en logros razonables las enseñanzas nacidas de los padecimientos acumulados, la lucidez requerida para concebir lo necesario y la resolución ejecutiva que evidencie la fortaleza moral basada en convicciones democráticamente consensuadas.

Ya nadie consciente de los dilemas que la Argentina debe resolver se atreve a reclamar el liderazgo de un hombre providencial. Tal vez el pluralismo nos quede grande todavía. Pero el caudillismo ya nos queda chico. Es muy posible, por eso, que la Argentina de hoy esté mejor preparada que ayer para enfrentar la crisis que vive. Votó para probar que sabe lo que no la convence. Votó para que su exigencia de cambio se convierta en realidad.

30 de julio de 2009

- EL VOLIN -





Stradivarius



Violín un tanto afamado





Un Stradivarius (Stradivari es el plural, en italiano) es un instrumento de cuerda construido por un miembro de la familia italiana Stradivari.
Los instrumentos de Stradivarius son muy valorados por los intérpretes más importantes del mundo y por los coleccionistas de antigüedades.





Las características sonoras e individuales de estas obras de arte son consideradas únicas, y a menudo los instrumentos se identifican por el nombre de alguien, generalmente un músico famoso que fue su propietario o que simplemente lo utilizó en algún momento para sus interpretaciones.





Ha habido muchos intentos de imitar la calidad del sonido de estos instrumentos; existen muchas teorías acerca de cómo fueron construidos. Muchos creían que el barniz usado por Stradivari se hacía con una fórmula secreta que se perdió al morir su creador, pero exámenes de rayos X y análisis de espectro en la superficie de los violines revelaron que todos fueron sometidos a cambios en su estructura (especialmente el mango, el cordal y las cuerdas), y a menudo lo único que queda del trabajo original es el cuerpo mismo, que fue rebarnizado periódicamente.





Otra teoría dice que el punto clave fue el tiempo que tomó secar las maderas de arce y abeto con que están construidos; esto también fue desmentido estudiando la fibra de la madera. Las líneas fueron comparadas con modelos de árboles que vivieron en esa época y se pudo determinar el tiempo de secado simplemente tomando la diferencia entre la fecha de construcción (que era dejada por Stradivari en una etiqueta en el interior del instrumento) y el cálculo de cuándo había sido cortado el árbol. Esto reveló que la madera se había secado durante no más de 20 años, y no 60 ó 70, como se creía.





Otra teoría señala que el período de frío extremo que sufrió Europa en los años en que Stradivari vivió, una especie de mini-edad de hielo, pudo ocasionar que los árboles que crecieron durante esa época desarrollaran una fibra más compacta y con una mejor calidad mecánica sonora. No obstante, existen instrumentos construidos en la misma época, con madera de los mismos árboles, que no lograron la magnificencia de un Stradivarius.





Cabe mencionar también la conocida teoría del árbol de Stradivari, la cual señala que el mismo Stradivari encontró un árbol dentro de un río; del enorme tronco de este árbol creó algunos de sus más renombrados instrumentos. Esta teoría se encuentra justificada a través del concepto de vibración que adquieren los materiales con el tiempo.





Se dice que la propia madera adquirió la vibración del río, lo que le da un sonido único e irrepetible. Claro está que esta teoría puede estar basada en un intento por incorporar a la historia de la fabricación de los instrumentos un aspecto mas poético.





Finalmente, la teoría que parece más acertada hasta el momento es una que fue resultado de los mismos análisis de espectro en la superficie y en parte de la viruta residual obtenida del interior de un Stradivarius con sistema endoscópico.





Estas pruebas revelaron la presencia de partículas metálicas muy pegadas a la madera, lo que podría sugerir que el gran maestro hizo un fino tratamiento a las maderas que usaba con soluciones de sales metálicas, lo cual habría conferido a sus instrumentos la fuerza y riqueza de sonido que tanto se aprecian.





En enero del 2009 se publicaron, en la revista Public Library of Science,1 2 los resultados de una investigación realizada durante tres décadas con muestras muy pequeñas (capas muy delgadas) tomadas de un Stradivarius en reparación: uno de los autores del estudio, el doctor Joseph Nagyvary, especialista en bioquímica y profesor de química en la Universidad de Texas A&M, aseguró haber hallado pruebas de que en Italia, en el "periodo dorado" de la construcción de este tipo de instrumentos, entre 1700 y 1720, una plaga de insectos afectó los árboles de la zona y fue la clave del éxito de Stradivari.





El fabricante de violines "utilizó bórax (un componente mineral actualmente usado para la fabricación de detergentes y cosméticos, y también como retardante de incendios, como insecticida y como agente antihongos) para preservar los instrumentos contra los insectos", sin saber que ello tendría también efectos sobre la sonoridad.





Usado como insecticida y preservador de la madera desde la época de la antigua civilización egipcia, donde se usó también para momificar restos humanos, el bórax se utilizó como protección en la primera capa de la madera de los instrumentos.
Un Stradivarius genuino cuesta generalmente más de un millón y medio de dólares, y los que fueron utilizados por los grandes solistas como Yehudi Menuhin o Jascha Heifetz tienen un valor incalculable.
Pero uno de esos fue subastado en 3.5millones de dolares.





De los más de 1000 instrumentos que fabricó Stradivari sólo quedan poco más de 500 en circulación; sin embargo, muchos lutiers posteriores a él firmaron Stradivari en el interior de sus instrumentos, por lo que no es raro encontrar debajo de la firma el texto "made in Germany". Un Stradivarius auténtico se distingue por sus finísimos acabados, madera de extrema belleza tornasolada y la etiqueta que cita el año y el lugar donde fueron construidos.


29 de julio de 2009

- VALORES -





Día de los Valores Humanos


Hoy se imparten en todas las escuelas clases para exaltar el significado de los valores que sostienen las relaciones humanas



Noticias de Opinión
La Nación



Ninguna sociedad puede encontrar el camino hacia su crecimiento progresivo e integral si no tiene a la vista nociones y modelos efectivos de conducta, de superación y de dignificación moral y espiritual. Con esa idea y con esa convicción se sancionó en nuestro país hace seis años (concretamente, en 2003) una ley, la 25.787, por la cual se decidió instituir el 29 de julio de cada año como fecha para la celebración del Día de los Valores Humanos.

La citada norma dispone que ese día se impartan en todos los establecimientos educativos del país clases alusivas, destinadas a exaltar el significado de los valores que dignifican y ennoblecen las relaciones humanas. El propósito de los legisladores fue establecer un mecanismo que llevara a los argentinos a reflexionar sobre aquellos principios y sobre aquellos resortes de carácter moral que contribuyen a la autorrealización de las personas y de las sociedades, así como a una fructífera superación espiritual.

A menudo se piensa que las crisis y las dificultades coyunturales que afrontan las naciones se deben encarar y resolver mediante una aplicación estricta de principios o recetas extraídos del campo de la economía o de la dialéctica política y social. Pero se olvida que todo proceso de declinación o decadencia nacional o colectivo encubre, por lo general, un progresivo debilitamiento de los valores de orden moral que alumbran la dinámica interior de toda comunidad o de sus estructuras sociales, familiares o dirigenciales. La idea que determinó la sanción de esa norma legal muchas veces olvidada fue sin duda la de promover una sana difusión de aquellos principios y modelos de conducta que ayudan a orientar a las nuevas generaciones hacia la plena realización de sus más valiosas riquezas interiores y de su permanente enriquecimiento moral.

Un ámbito fundamental para la transmisión de esa clase de valores es, por supuesto, el que nace de la formación que se imparte en el seno de la familia. Se trata de realidades que se enseñan y se inculcan, en buena medida, como parte de los primeros aprendizajes de la vida. Al mismo tiempo, nadie puede dudar del papel decisivo que la escuela está llamada a desempeñar, asimismo, en todo lo que atañe a la construcción de valores, contenidos y reflexiones que prefiguren o posibiliten una sólida orientación moral o espiritual.

Un país se proyecta y se edifica por múltiples caminos. Se proyecta y se edifica por la vía de los grandes emprendimientos que permiten avanzar hacia el pleno desenvolvimiento de las energías que toda sociedad esconde en lo más profundo de su potencial económico y productivo. Pero el crecimiento integral de una nación o de una sociedad presupone algo más. Presupone la preservación de su mejor y más hondo reservorio de valores morales. A esos valores debe atender la comunidad en una correlación permanente con el fortalecimiento de sus estructuras educativas y de las energías que emergen de su riqueza interior y de su vocación espiritual y creativa. Y en ese proceso desempeña un papel decisivo la fuerza que emana de ese sedimento de valores humanos a los que resulta imprescindible volver una y otra vez.

28 de julio de 2009

- CAMINITO -




Cortada Caminito


28 de Julio de 1959


Aniversario de su creación




Caminito es una calle museo y un pasaje tradicional, de gran valor cultural y turístico, ubicado en el barrio de La Boca de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. El lugar adquirió significado cultural debido a que inspiró la música del famoso tango Caminito (1926), compuesta por Juan de Dios Filiberto.





Por el contrario, la letra del conocido tango, escrita por Gabino Coria Peñaloza, está inspirada en un sendero de la localidad de Olta, en la provincia de La Rioja. Por esta razón y en homenaje a Coria Peñaloza, en 1971 una calle de la localidad de Chilecito, recibió también el nombre de "Caminito".





Se encuentra en el pintoresco barrio de La Boca, con unos de sus extremos frente al Riachuelo, en la Vuelta de Rocha, y a unos 400 metros del La Bombonera, estadio del Club Atlético Boca Juniors.





El sendero se extiende de este a oeste, formando una curva de unos 150 metros, atravesando en forma diagonal una manzana limitada por las calles Araoz de Lamadrid (al norte), Garibaldi (al oeste), Magallanes (al sur) y Del Valle Iberlucea (al este). Su forma sigue el curso de una antigua vía de ferrocarril, posteriormente abandonada. En 1959 fue convertido oficialmente en una "calle museo", completamente peatonal, con el nombre de "Caminito".





Su trayecto sinuoso se debe a que originariamente fluía por allí un arroyo que desaguaba en el Riachuelo, y que debía cruzarse por un pequeño puente, debido a lo cual esa zona del barrio era referida como Puntin, que quiere decir precisamente, "puente pequeño" en dialecto genovés o xeneize.





Luego circuló por allí un ferrocarril portuario, hasta 1920. Una vez cesado, la vía se convirtió en un sendero natural, conocido en el barrio como "La Curva". que fue deteriorándose como basurero.





En 1950 un grupo de vecinos, entre los que se encontraba el conocido pintor boquense Benito Quinquela Martín, decidieron recuperar el lugar. En 1959, a iniciativa de Quinquela Martín, el gobierno municipal construyó allí una calle museo, con el nombre que le había puesto el tango, "Caminito":





Un buen día se me ocurrió convertir ese potrero en una calle alegre. Logré que fueran pintadas con colores todas las casas de material o de madera y cinc que lindan por sus fondos con ese estrecho caminito (...)Y el viejo potrero, fue una alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermosa canción y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte, en el que se pueden admirar las obras de afamados artistas, donadas por sus autores generosamente.

Benito Quinquela Martín






Las casas de madera y chapa que tienen su frente al Caminito, responden al estilo del tradicional conventillo boquense, un tipo de vivienda popular precaria que caracterizó al barrio desde sus orígenes a fines del siglo XIX, como centro de residencia de inmigrantes genoveses.





Debido a su valor cultural, las mismas están subsidiadas por el Estado, lo que permite garantizar un mantenimiento que los escasos recursos de los moradores del barrio no podrían realizar. Se encuentran pintadas de colores brillantes, una costumbre barrial que difundió el destacado pintor boquense Benito Quinquela Martín.





En las calles adyacentes, pueden recorrerse los conventillos tradicionales de la Boca, construidos de chapas de metal acanaladas, montadas muchas veces sobre pilotes o cimientos altos debido a las frecuentes inundaciones, y pintadas con colores brillantes, tal como se encuentran mantenidos por sus habitantes.


27 de julio de 2009

- QUE PASARA -






El peronismo, entre la lealtad y la traición


Por Mariano Grondona
Noticias de Opinión
La Nación



Los no peronistas nos hemos pasado la vida tratando de entender el peronismo. Los peronistas, por su parte, no han pretendido entender el peronismo; se han contentado con serlo . Desde el no peronismo se han elaborado las más diversas teorías sobre el peronismo, que, como son de carácter intelectual, no han llegado a desentrañar su esencia, ¿Es entonces el peronismo un "sentimiento", impenetrable para todos aquellos que no lo comparten? Cuando lo definió como un "movimiento", ¿todo lo que hizo Perón fue lanzarlo a la acción, por más que ésta les pareciera contradictoria a quienes observaban desde afuera? Pero Perón no se limitó a motivar emocionalmente a quienes lo seguían. Les legó además dos principios: la lealtad y la verticalidad . Dos principios, más que políticos, "militares", porque, en medio de la batalla, lo que más necesita el jefe es la obediencia incondicional de sus subordinados. El problema es que los dos principios del peronismo no siempre han podido aplicarse simultáneamente porque, en momentos de crisis como el que ahora vivimos, chocan entre ellos.

Bien entendidas, la lealtad y la verticalidad fueron compatibles en vida de Perón porque ambas remataban en su persona. Alguna vez pudo ofrecerse la metáfora según la cual el peronismo se parecía en tiempos de Perón a la rueda de una bicicleta cuyos rayos convergen en un solo centro. Mientras vivió el caudillo, ese centro no era otro que él mismo, y esto fue posible aunque los "rayos" que en él coincidían se odiaran uno al otro como lo mostró, por ejemplo, la matanza de Ezeiza, en junio de 1973.

Después de Perón, el problema es que sus herederos se han sucedido conflictivamente. Cada vez que un Menem, un Duhalde o un Kirchner se alzaron con la jefatura que había dejado Perón, pudieron invocar cada uno a su turno el principio de la verticalidad. Pero este método planteaba un problema si se quiere moral: cuando un Menem, un Duhalde o un Kirchner veían que aquellos que los habían rodeado emigraban hacia un nuevo jefe, ¿no se sentían al mismo tiempo traicionados? La traición es el reverso de la lealtad. Por eso cada vez que los peronistas pasan de un jefe al siguiente los no peronistas, atraídos por otros valores, tienden a acudir por lo bajo a la palabra "traición". Ella no es vivida, sin embargo, del mismo modo por los peronistas ya que, justamente en función del principio de la verticalidad, éstos sienten que "donde manda capitán no manda marinero", lo cual también vale ante cada "nuevo" capitán. Gracias a la verticalidad, los peronistas cambian de jefe sin creer que cambian de bando. Este es el imponderable elemento psicológico que ha acompañado a la "traición" en el peronismo: el hecho de que, aún después de haberla cometido, sus ejecutores han dormido esa noche con la placidez de los justos. Ese ingrediente psicológico, moralmente escandaloso para los de afuera del peronismo pero políticamente saludable para los de adentro, le ha permitido al movimiento que fundó Perón subsistir nada menos que sesenta años en medio de los más furiosos vendavales.

¿"Otro" peronismo?
Después de esos sesenta años, sin embargo, el país y el peronismo ya no son los mismos. De 1945 a 1983, mientras el país vivió bajo la influencia militar, el carácter inicialmente militar del peronismo le facilitó subsistir en él. Desde 1983, de Alfonsín en adelante, el nuestro pasó a ser un país "civil". El peronismo subsistió y pudo mandar pese a ello durante diez y siete de los últimos veinticinco años. Menem y Kirchner gobernaron con ayuda de la verticalidad. Pero la democracia que lo rodeaba terminó por afectar al propio peronismo. Como consecuencia de ello ha nacido un "segundo movimiento", esta vez no vertical, republicano, en cuyo seno están floreciendo figuras como Reutemann, De Narváez, Solá y hasta el "semiperonista" Mauricio Macri. ¿Cómo evolucionará a partir de ahora ese peronismo antiguamente "vertical"? La pregunta es pertinente porque en el movimiento ahora coexisten, de un lado, el residuo verticalista que aún encarna Kirchner y, del otro, la corriente republicana cada vez más vigorosa del "peronismo poskirchnerista", que de alguna manera anticipó Antonio Cafiero cuando su corriente "renovadora" pudo ofrecerle al movimiento que él mismo integró desde joven la primera señal de auténtica democracia interna que le permitiría sustituirlo al propio Menem a partir de 1988.

Es que en estos veinticinco años de democracia no sólo el peronismo, sino también la sociedad ha cambiado. De ahí que Kirchner, cuando pretendió arrollar a sus adversarios en las elecciones del 28 de junio, al presentarse como el último vocero del verticalismo peronista recibió el "no" rotundo de un electorado cada vez más republicano. A la inversa de Perón y del propio Menem, el liderazgo que Kirchner ejerció por seis años ya no se basó en una emoción que aprobaba parte del pueblo, sino en una serie de pactos impulsados por la codicia gracias a un superávit que ya no existe. Kirchner pretendió ser vertical en una sociedad que ya no lo era y que, al no votarlo, terminó por abandonar a su suerte al antiguo verticalismo. Al agotarse de este modo el kirchnerismo, hasta los modos autoritarios del antiguo peronismo han empezado a agonizar. Los dirigentes peronistas no kirchneristas que vencieron el 28 de junio ya representan, por ello, a un flamante "peronismo republicano". En la frontera entre el kirchnerismo que decae y el poskirchnerismo que se anuncia, ¿dónde ubicaremos entonces a Daniel Scioli, a la luz de sus recientes gestos de independencia?

El dilema de Scioli
Puestos frente a esta pregunta, los escépticos creen que, pese a los gestos "poskirchneristas" que ahora está emitiendo, el gobernador de Buenos Aires ya no tiene retorno. Decían los griegos que la virtud propia del político es el kairós , esto es, la percepción del "tiempo oportuno" para una determinada acción. Es que, siendo el tiempo político por naturaleza "irregular", lo que ayer era factible hoy no lo es. Rara vez el tren pasa dos veces por el andén de la oportunidad. El político dotado de kairós es aquel que intuye cuándo puede intentar lo que hasta ayer no podía. Y bien, dicen los escépticos, Scioli dejó pasar su kairós . Su estilo pluralista y su simpatía habían permitido abrigar la esperanza de que cambiaría a tiempo y dejaría finalmente atrás al reincidente autor de sus humillaciones. Pero Scioli tiró demasiado de la cuerda de la paciencia de cara a las elecciones y al fin cayó arrastrado por ese mismo personaje al que, íntimamente, quizá detestaba. Su provincia depende financieramente tanto de Kirchner, por otra parte, que si ahora quisiera rebelarse contra su antiguo jefe, éste lo dejaría sin recursos instantáneamente.

Contra los escépticos, aún quedan optimistas que, después de coincidir con aquellos en que Scioli es la contracara de Kirchner por su carácter, por su invariable buena disposición, creen que todavía está a tiempo de saltar desde el andén. El tren que debería portarlo, es verdad, ya ha empezado a moverse pero, como su andar es todavía incipiente, a Scioli le quedan todavía algunos metros para saltar en él. El kairós es un talento innato que no se aprende en los libros. Se lo tiene o no se lo tiene. Si Scioli se atreve a saltar sobre el tren en movimiento, la evidencia de su acierto o su desacierto quedará en todo caso a cargo del tren. ¿Se animará el gobernador de Buenos Aires a aceptar el riesgo? ¿Tendrá miedo de hacerlo? Montaigne decía que "el que teme sufrir ya está sufriendo". ¿Qué es mejor entonces? ¿Sufrir por temer o sufrir por atreverse?

26 de julio de 2009

- ARLT -





Roberto Arlt



Novelista, dramaturgo, periodista e inventor argentino



El preferido de Borges





El autor contemporáneo, en varias de sus autobiografías, mentía respecto a su nombre verdadero haciéndose llamar Roberto Godofredo Christophersen Arlt. Lo mismo hacía con la fecha original de su nacimiento encontrando en distintas biografías las fechas 2 o 7 de abril de 1900.





Hijo de Karl Arlt y Ekatherine Lostraibitzer, un par de inmigrantes recién llegados al país, su infancia transcurrió en el barrio porteño de Flores (Buenos Aires). La relación con su padre estuvo signada por un trato severo y poco permisivo. Murió de un ataque cardíaco en Buenos Aires, el 26 de julio de 1942.





En sus relatos se describe con naturalismo y humor las bajezas y grandezas de personajes inmersos en ambientes indolentes. De este modo retrata la Argentina de los recién llegados que intentan insertarse en un medio regido por la desigualdad y la opresión. Escribió cuentos que han entrado a la historia de la literatura, como El jorobadito (1933) y El criador de gorilas (1941).





Por su manera de escribir directa y alejada de la estética modernista se le describió como "descuidado", lo cual contrasta con la fuerza fundadora que representó en la literatura argentina del siglo XX.





Tras su muerte aumentó su reconocimiento y es considerado como el primer autor moderno de la República Argentina. Escritores como Ricardo Piglia, César Aira o Roberto Bolaño son herederos directos de algunas de sus búsquedas literarias.
A partir de la década de 1930 incursiona en el teatro y en la última etapa de su vida sólo escribe en este género.





Su teatro se estrenó en el circuito de teatro independiente de Buenos Aires, más exactamente en el Teatro del Pueblo, dirigido por Leónidas Barletta. Rompe con el realismo y aborda los problemas de la alienación a través del desdoblamiento de la escena. Sólo "El fabricante de fantasmas" se estrenó en el circuito comercial, con un gran fracaso.





Tras su muerte, un 26 de julio de 1942, Trescientos millones, Saverio el cruel y La isla desierta han sido las obras más representadas.
Se lo considera como un precursor del teatro social argentino y de corrientes posteriores, como el absurdísimo y el existencialismo.





También se llevaron la escena algunos de sus textos narrativos y El juguete rabioso, Los siete locos, Trescientos millones y Saverio el cruel fueron llevados al cine.
En sus columnas, Arlt describe la vida cotidiana de la capital. Una selección de esos artículos puede encontrarse en Aguafuertes porteñas (1928-1933), Aguafuertes españolas (escritas durante su viaje a España y Marruecos entre 1935 y 1936), Nuevas aguafuertes, etc.





• El diario de un morfinómano (1920)
• El juguete rabioso (1926)
• Los siete locos (1929)
• Los lanzallamas (1931)
• El Amor brujo (1932)
• Aguafuertes porteñas (1933)





• El jorobadito (1933)
• Entrada a Bariloche (1934)
• Aguafuertes españolas (1936)
• El criador de gorilas (1941)
• Nuevas aguafuertes españolas (1960)
• Las fieras (????)
• Pequeños propietarios





• El crimen casi perfecto (1981)
• El humillado (1930)
• 300 millones (1932)
• Prueba de amor (1932)
• Escenas de un grotesco (1934)
• Saverio el Cruel (1936





• El fabricante de fantasmas (1936)
• La isla desierta (1937)
• Separación feroz (1938)
• África (1938)
• La fiesta del hierro (1940)
• El desierto entra a la ciudad (1952)
• La cabeza separada del tronco (1964)
• El amor brujo (1971)



25 de julio de 2009

- HONDURAS -













Atropello a la democracia hondureña

El golpe de las burlas

Mario Vargas Llosa
Para LA NACION
Noticias de Opinión



Despertar a un presidente constitucionalmente elegido a punta de bayonetas y enviarlo al exilio sin darle tiempo siquiera a cambiarse el pijama, como hicieron los militares hondureños con Manuel Zelaya, es un acto de barbarie política y resulta justa la enérgica condena que este atropello ha merecido de las Naciones Unidas, la OEA y de la mayoría de las naciones del mundo entero.

Ahora bien, sentado este principio, que la interrupción de la democracia por una acción militar no es justificable en ningún caso, es preciso analizar lo ocurrido más de cerca y con prudencia, porque en este golpe de Estado, como en la famosa "cena de las burlas", nada es lo que parece ser y la frontera entre la verdad y la mentira resulta más escurridiza que una anguila.

Tal vez más que la acción misma del asalto a la residencia del jefe de Estado hondureño haya que reprochar a los militares, y a los jueces que les dieron la orden de hacerlo, que, con semejante atropello, hayan convertido en víctima de la democracia, y poco menos que en héroe de la libertad, a un demagogo irresponsable como Mel Zelaya, quien, en violación flagrante de la Constitución que había jurado respetar, se disponía a llevar a cabo un referéndum para hacerse reelegir, una pretensión que fue condenada por la Corte Suprema y la Fiscalía de la Nación, y por la que el Congreso hondureño había iniciado un proceso para destituirlo como jefe del Estado. Este era un procedimiento legítimo en defensa de la democracia que la acción militar frenó y desnaturalizó, sembrando una confusión de manicomio.

A tal extremo, que nada menos que el comandante Hugo Chávez, el comandante Daniel Ortega, Evo Morales y hasta el mismísimo Raúl Castro aparecieron de pronto liderando la protesta continental en defensa de la ley y de la democracia, exigiendo sanciones contra Honduras y convocando en Nicaragua una reunión de ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) a la que el despistado José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, dio, con su presencia, un aura de legitimidad.

Si el comandante Hugo Chávez, gran desestabilizador de la democracia latinoamericana, ex golpista y megalómano caudillo que ha convertido a Venezuela en una pequeña satrapía personal y aspira a hacer otro tanto con el resto de América latina, se arroga el rol de defensor del Estado de Derecho hondureño, además de un eclipse del sentido común y de la racionalidad, comprobamos una evidencia: que algo debía de andar podrido antes de este golpe en ese pequeño país latinoamericano, convertido hoy en el centro de la atención mundial. Y, en efecto, Honduras estaba a punto de caer, tras de Bolivia, Nicaragua y Ecuador, en la órbita de Hugo Chávez cuando sobrevino la intervención militar. Manuel Zelaya era la última conquista del caudillo venezolano.

Lo había sobornado, al igual que a sus otros vasallos latinoamericanos, vendiéndole el petróleo de su país a precio de ganga y con créditos generosos, y, sobre todo, apoyando sus apetitos reeleccionistas. Ni corto ni perezoso, Zelaya, antiguo destacado figurín de la oligarquía rural hondureña, vinculado en el pasado a matanzas de campesinos, y elegido presidente como candidato del Partido Liberal, de centroderecha, con un programa de apoyo a la inversión extranjera y a la empresa privada y de severa persecución a la delincuencia, de pronto, a media gestión, experimentó una conversión populista y revolucionaria (es decir, chavista), afilió su país a ALBA y comenzó a preparar su eternización en el poder mediante una reforma constitucional, tal como lo han hecho Chávez y sus discípulos, es decir, la hez política de América latina.

Pero, a diferencia de lo ocurrido en países como Ecuador, Bolivia o Nicaragua (o, en el otro extremo del espectro político, la Colombia de Uribe, un mandatario democrático que por desgracia incurrió también en el siniestro deporte de la reelección), donde los mandatarios reeleccionistas contaban con una base popular que apoyaba sus planes, en Honduras la pretensión de Zelaya fue desde el principio masivamente impopular y lo desprestigió en todos los ámbitos del espectro político. Todas las instituciones rechazaron su intento, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Electoral, todos los partidos políticos democráticos (empezando por el suyo, el Liberal), la Fiscalía de la Nación y la opinión pública en general. El rechazo no fue sólo al volteretazo ideológico del voluble mandatario. Fue, también, una clarísima toma de posición del grueso de la población hondureña en contra de la perspectiva de convertirse en un país dependiente de Hugo Chávez, es decir, en una pequeña dictadura populista enfeudada al caudillo venezolano.

Este es el contexto en el que hay que juzgar la situación hondureña. No para justificar una acción militar de una gran torpeza, que sólo ha servido para sembrar el descrédito en unas instituciones y un pueblo que habían emprendido una valerosa resistencia contra un intento claramente antidemocrático de un mandatario sin principios, sino, para no incurrir, creyendo actuar en defensa de la democracia, en una operación que termine legitimando los planes inconstitucionales, reeleccionistas y de entrega de Honduras al poder chavista de Manuel Zelaya.

¿Qué se puede hacer para reconstituir la demediada democracia hondureña? Lo ideal, que sería reponer a Zelaya en la presidencia, a condición de que renuncie a sus planes reeleccionistas y garantice que las elecciones de noviembre se lleven a cabo de manera impecable, bajo vigilancia de las Naciones Unidas, parece ahora difícil, por lo envenenada que está la situación, como se vio el 5 de julio, cuando el fracasado intento de retorno a Tegucigalpa del depuesto presidente, que provocó violentos incidentes y varios heridos. Honduras se ha retirado de la Organización de los Estados Americanos, lo que no debe sorprender a nadie, dada la pertinaz inutilidad de esta institución, que tiene, además, la nefasta propiedad de volver también inútiles a sus secretarios generales, incluso a los que, como José Miguel Insulza, parecían más despiertos que los otros, de modo que la OEA mientras menos intervenga ahora tanto mejor. La mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, premio Nobel de la Paz, es una buena idea: se trata de un estadista respetado y respetable, buen negociador y auténtico demócrata.

De otro lado, hay que evitar por todos los medios que la tensión existente evolucione hacia el derramamiento de sangre. Chávez ha amenazado con una intervención militar, en la que probablemente haría de peón de brega la Nicaragua del comandante Ortega, a la que el gobierno de facto ha acusado de movilizar tropas hacia la frontera con Honduras. Es cierto que no hay manera de verificar si las noticias, según las cuales esa frontera viene siendo cruzada ya desde antes del golpe por comandos venezolanos y cubanos, que denuncia la prensa de Honduras, son ciertas o meras operaciones publicitarias en defensa del gobierno de Roberto Micheletti; pero, dados los antecedentes y el contexto político de América Central, tampoco pueden ser descartadas. La situación inestable y precaria de Honduras, ahora en la picota de la opinión internacional, es propicia para una acción insurreccional teledirigida desde Caracas.

Tal vez estos riesgos puedan conjurarse con el adelanto de las elecciones presidenciales, ya convocadas para el mes de noviembre. Este proceso debería tener lugar a la brevedad posible, dentro de un par de meses a lo más, algo realizable si la comunidad internacional colabora con la infraestructura electoral, y llevarse a cabo bajo la responsabilidad y vigilancia de las Naciones Unidas, y con observadores internacionales de la Unión Europea y de organizaciones políticas y de derechos humanos como la Fundación Carter, Amnistía Internacional y Americas Watch. No veo otra manera más rápida de reconstruir el Estado de Derecho y poner fin a la anómala situación que vive Honduras por culpa tanto de los militares que asaltaron la presidencia con nocturnidad como de las arteras maniobras de Mel Zelaya y su gurú ideológico, Hugo Chávez.

24 de julio de 2009

- GOYENA -






Pedro Goyena




Pedro Goyena nació en la Ciudad de Buenos Aires, un 24 de julio de 1843 y falleció en la misma un 17 de mayo de 1892.

Fue un abogado, escritor y político argentino representante del pensamiento católico.
Pedro Goyena, junto a otros pensadores y políticos defensores del pensamiento católico, como José Manuel Estrada y Emilio Lamarca, se destacó en la historia argentina por su firme oposición al laicismo que caracterizó a la llamada Generación del 80 que gobernó el país entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Alcanzó a desempeñarse como diputado provincial.





Fue especialmente importante su actuación en el Congreso Pedagógico de 1882 donde sostuvo que la escuela pública común debía ser católica manteniendo un duro debate con Leandro Alem. Consecuentemente se opuso luego a la Ley 1420 de 1884 de enseñanza pública, gratuita y obligatoria, que estableció la escuela pública laica.

También se opuso y representó la opinión del pensamiento católico, contra la Ley de matrimonio civil sancionada en 1888 sosteniendo que el único tipo de matrimonio que debía ser reconocido por el Estado era aquel que se realizado y registrado por la Iglesia Católica.

Enseñó Derecho Romano en la Universidad de Buenos Aires y se destacó como periodista, entre otros de la Revista Argentina y la Unión, que dirigió junto a José Manuel Estrada y Tristán Achával Rodríguez, donde defendió y argumentó sus posiciones contrarias a las reformas liberales de los gobiernos de esa época, cuyo principal representante fue Julio A. Roca.

En 1885 fue designado vice-presidente primero de la recientemente fundada Unión Católica cuya presidencia ejerció José Manuel Estrada.

Poco antes de morir, y llevado por su posición contraria al liberalismo laico, se incorporó al heterogéneo arco opositor que integró la Unión Cívica.
En el barrio porteño de Caballito hay una hermosa avenida que recuerda su nombre.

23 de julio de 2009

- DESPILFARRO -





Redistribuir el ingreso como Hood Robin


Anatomía de un despilfarro



Juan J. Llach
Para LA NACION
Noticias de Opinión



Sobrada y triste experiencia tenemos los argentinos en despilfarrar recursos públicos. Baste recordar Yacyretá, ese "monumento a la corrupción" que atravesó varios gobiernos, o el final de los años 70, con los excesos del mundial de fútbol y una orgía armamentista para hacer la guerra con Chile, felizmente evitada. Quizá nunca, sin embargo, se había llegado a los extremos de los últimos seis años, por la magnitud, la opacidad y, sobre todo, la flagrante inequidad de un sistema centralista de captación de rentas y de reparto discrecional de subsidios y privilegiadas exenciones de impuestos.

Para peor, en su mayor parte, ello no fue votado por el pueblo por medio de sus representantes, sino decidido por un Ejecutivo con poderes especiales que distribuyó ingresos "excedentes" originados en cálculos de recursos intencionalmente subvaluados.

En breve síntesis, para que el Tesoro nacional, los consumidores pudientes y los beneficiarios de exenciones pudieran disfrutar de mayores ingresos, vieron menguados los suyos, o los beneficios que les hubieran correspondido, millones de hogares pobres, las tesorerías provinciales y municipales, las economías regionales. El grueso de los subsidios, escondidos bajo el rubro "transferencias al sector privado", abarató los precios del transporte y la energía y, aunque no fueron sólo ricos quienes se beneficiaron ni sólo pobres quienes sacrificaron ingresos o beneficios, este accionar a la Hood Robin fue el predominante y desnudó falacias tan mentadas en los últimos tiempos sobre la redistribución del ingreso.

También se perjudicó a las generaciones futuras, porque el sistema condujo a consumir activos y a comprometer reservas de gas y petróleo que costará mucho esfuerzo reponer.

Aun a riesgo de aburrir, vale la pena detenerse para mostrar los números de este magno despilfarro, incurrido crecientemente entre 2003 y 2008. El Tesoro nacional otorgó subsidios al sector privado por 41.800 millones de dólares y exenciones impositivas por otros 26.800, totalizando la friolera de 68.600 millones de dólares. Esta cifra supera los 64.800 millones que el gobierno nacional invirtió en el mismo período en la suma de sectores tan relevantes como educación, cultura, ciencia y técnica, salud, agua potable y saneamiento, vivienda y desarrollo urbano, y en las transferencias directas a personas realizadas bajo los programas de promoción y asistencia social (el plan jefas y jefes de hogar, entre otros), el seguro de desempleo y los salarios familiares.

Cuesta creerlo, pero es así, y lo validan otras comparaciones. Por ejemplo, los subsidios y privilegios mencionados fueron 2,7 veces mayores que toda la obra pública realizada o financiada por el gobierno nacional en el mismo período.

La relación con la inversión en educación es aun más sorprendente. Subsidios y privilegios fueron cinco veces mayores que el total de lo invertido en educación, cultura, ciencia y tecnología por la Nación, y un 8% mayores que el total invertido por este concepto por los tres niveles de gobierno.

Al lado de estos números, quedan ensombrecidos los logros de la ley de financiamiento educativo. Puede estimarse, al culminar el período de vigencia de sus metas financieras (2006-10), que la Nación habrá aumentado 8000 millones de dólares su inversión en educación, y las provincias y municipios otros 26.000 millones, cuya suma resulta inferior a los subsidios mencionados, aun sin contar las exenciones impositivas. Por otro lado, la asistencia social directa de la Nación a los más pobres fue de sólo 6200 millones de dólares, y la otorgada por todos los niveles de gobierno llegó a 18.570 millones, de nuevo muy por debajo que los subsidios recibidos por sectores más pudientes.

Como última comparación, digamos que si estos subsidios y privilegios se hubieran destinado a la inversión en educación, cultura, ciencia y técnica salud, vivienda y desarrollo social de la Nación, las provincias y los municipios, la misma podría haberse incrementado en un 40%.

La lista de necesidades más urgentes o importantes que podrían haberse satisfecho con los dineros despilfarrados es, por cierto, larga y conmovedora. Desde obras para aliviar la dura vida cotidiana de las barriadas pobres en las grandes ciudades, hasta combates más decididos a la desnutrición y a la mortalidad infantiles, pasando por mejores transportes urbanos y caminos, más ciencia y técnica, hospitales de excelencia, viviendas dignas o agua potable y saneamiento.

Para dar un ejemplo bien concreto, la reorientación de los fondos en cuestión habría permitido conseguir simultáneamente que todas las escuelas fueran hoy de doble jornada y una asignación mensual por hijo de hasta 19 años de 2000 pesos anuales, aproximadamente. Esto habría sido posible aun sin eliminar aquella porción de los subsidios y exenciones que son recibidas por sectores de menores ingresos, como el del transporte urbano o la menor alícuota del IVA de algunos alimentos. Tendríamos así a todos los chicos y jóvenes de la Argentina bien nutridos y asistiendo a escuelas en las que además de lengua, matemática y ciencias sociales básicas, podrían también acceder a una formación humana más profunda, la segunda lengua, la recreación y los deportes, la expresión artística, las tecnologías, ampliándoles las oportunidades de encontrar sus vocaciones personales y desarrollarse en ellas.

De más está decir, se habrían dado de este modo pasos gigantescos para reducir la desnutrición, la indigencia y la pobreza, para mejorar la distribución del ingreso y para lograr un desarrollo integral a futuro.

Ojalá fuera posible que el estudio atento de esta anatomía del despilfarro sirviera como lección duradera en el tiempo por venir. En parte lo será, pero a la fuerza, porque la escasez de rentas fiscales durará un par de años y no será posible ni seguir subsidiando mal, ni empezar a invertir bien en montos tan significativos como los aquí analizados. Además, se insinúa ya un nuevo uso dispendioso y poco transparente de recursos, el de la Anses.

Ambas cuestiones, y más ampliamente la de la generación y el uso de los fondos públicos, configuran el desafío más importante que enfrentan los actores del nuevo escenario de mayor equilibrio político.

El diálogo podría ser una oportunidad, aunque su nacimiento no es promisorio. La cercana discusión del presupuesto 2010, el del primer bicentenario, brindará otra ocasión. Pero para aprovecharlas será necesario superar males inveterados entre nosotros, tales como la carencia de planes estratégicos y agendas, el predominio de lo urgente, el afán de satisfacer al más ruidoso, el cortoplacismo. Un presupuesto cuatrienal sería el mejor modo de moderar estos males. Pero, dado que esto no es hoy políticamente realista, en la próxima ley de presupuesto el Congreso podría establecer, al menos, claros criterios tributarios y prioridades de la asignación de los recursos públicos, privilegiando las necesidades de los que menos tienen y una satisfacción de las mismas exenta de paternalismo y clientelismo y compatible con un desarrollo integral.

El autor es director del Centro de Estudios de Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía del IAE-Universidad Austral; fue ministro de Educación de la Nación (1999/2000).

22 de julio de 2009

- PUIG -







Manuel Puig







Aniversario de su muerte


Manuel Puig nació en General Villegas, Provincia de Buenos Aires, el 28 de diciembre de 1932 y falleció en Cuernavaca, México, el 22 de julio de 1990)
Fue un destacado escritor argentino.





Vivió hasta los trece años en su pueblo natal. Debido a que allí no había colegio secundario, en 1946 sus padres lo trasladaron a la ciudad de Buenos Aires donde cursó sus estudios de bachiller en el Colegio Ward de Ramos Mejía. En 1950 se inscribió en la Facultad de Arquitectura y en 1951 cambió por Filosofía y Letras. En 1956 viajó a Roma, Italia con la ayuda de una beca y estudió cine en el Centro Sperimentale di Cinematografia.





Se trasladó a Londres y Estocolmo donde enseñó italiano y español. Fue en estas ciudades donde escribió sus primeros libretos para cine. Entre 1961 y 1962 trabajó como asistente de dirección de cine en Buenos Aires y Roma.












Más tarde se mudó a Nueva York, donde inició su primer novela, La traición de Rita Hayworth. La concluyó en 1965, pero no pudo publicarla hasta 1968. En 1965 participó en el Concurso Biblioteca Breve de la Editorial Seix Barral, siendo finalista con La traición.... Sin embargo no alcanza para que sea publicada.





Esta novela, ambientada en un pueblo cuyo nombre en la ficción es Coronel Vallejos, claramente inspirado en su General Villegas natal, adelanta las características fundamentales de la obra de Puig: experimentación narrativa (a partir de la utilización de técnicas como montaje, desplazamiento, asociación de ideas) y empleo de formatos y estereotipos provenientes de géneros considerados "menores", tales como folletín, radioteatro sentimental, telenovela, etc.





Regresó a Buenos Aires en el 1967, año en el que escribió Boquitas Pintadas, novela que fue publicada en 1969 y llevada al cine en 1970 por Leopoldo Torre Nilsson. Esta novela se presenta como un "folletín en dieciséis entregas" y convirtió a Puig en un escritor de renombre en la Argentina.





En 1973 publicó The Buenos Aires Affair, novela prohibida por el gobierno. Además de la prohibición oficial, Puig era amenazado constantemente, por esta razón decidió trasladarse a México en donde terminó El beso de la mujer araña en 1976.





El beso... cuenta la historia de dos prisioneros que comparten una celda en la Argentina de la dictadura. Uno de ellos es un militante de una organización revolucionaria y el otro un homosexual afeminado acusado de corrupción de menores. Ambos traban una relación compleja cuyo trasfondo poético alimentado por el cine y la fantasía, los hace explorar los límites de roles y convencionalismos sociales. La novela le otorgó a su autor reconocimiento internacional.





Entre 1978 y 1980 vivió en Nueva York, donde dictó cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia. En 1979 publicó Pubis angelical, que fue llevada al cine por Raúl de la Torre y que fue un best seller en España.





En 1981 se radicó en Río de Janeiro, Brasil, y en 1985 hizo una adaptación para cine de El beso de la mujer araña, que fue filmada por el argentino Héctor Babenco. Esta novela también se convirtió en una comedia musical de gran éxito en Broadway, en una ópera con música del alemán Hans Werner Henze y en una obra de teatro escrita por el propio Puig.





En 1980 publicó la novela Maldición eterna a quien lea estas páginas, inspirada en sus últimos años neoyorquinos. En 1982 terminó la que probablemente haya sido su obra más compleja: Sangre de amor correspondido. En 1988 publicó su novela Cae la noche Tropical, y un año después regresó a México, a la ciudad de Cuernavaca.










Un año después de su llegada México, falleció a la edad de 57 años el día 22 de julio de 1990. Dejó inconclusa la novela Humedad relativa: 95%.
La obra de Puig, enmarcada en el llamado arte pop que irrumpió en la escena artística durante los años sesenta, se valora actualmente como una de las más originales del siglo XX.





En el año 2004 se ha estrenado una película llamada "Vereda Tropical", de Javier Torres, sobre el periodo en que Manuel Puig estuvo en Río de Janeiro. El escritor ha sido interpretado por el actor Fabio Aste.