31 de mayo de 2009

- PSIQUIS -





La Argentina ansiolítica


Las estadísticas revelan que en nuestro país el consumo de psicofármacos es uno de los más altos del mundo. Ansiolíticos, antidepresivos y sedantes son los más buscados. Para los investigadores, las crisis políticas y económicas están en el origen de esta tendencia nacional. Qué dicen las cifras y cómo explican el fenómeno sociólogos, psicoanalistas y psiquiatras



Por Valeria Shapira
Noticias de Enfoques
ARTE DE TAPA: SILVINA NICASTRO
FOTO: CORBIS




Se han vuelto un lugar común entre la vapuleada clase media argentina. Logros que la ciencia supo conseguir, los ansiolíticos y antidepresivos están presentes en charlas cotidianas de oficina y de café. Cuando el estrés aprieta y algo falla, se los nombra, bromeando: "Hoy no tomé la pastilla".

Lo dice la gente, lo corroboran las estadísticas: a comienzos de 2008, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reveló que los remedios de mayor facturación durante el último trimestre de 2007 habían sido los destinados al sistema nervioso central -principalmente ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y sedantes-, en los que los argentinos gastaron 362 millones de pesos, más del doble que en 2003. Un año después de la gran crisis de 2001, ocurrió lo que en la industria farmacéutica llaman "viaje": el disparo repentino del consumo de ciertos medicamentos durante un período determinado. Hoy, los tranquilizantes que más se venden son el Rivotril y el Alplax, seguidos por Clonagil, Tranquinal y Lexotanil, todos nombres que resultan familiares entre los ejecutivos y profesionales que viven en las grandes ciudades del país. Humanos en apuros cotidianos que, muchas veces, echan mano de ese dispositivo plateado con pastillas de rápida acción -el blister- sin pasar por un consultorio para pedir una receta.

¿La culpa es de las crisis, como habitualmente se cree? Parece. Pero quizá la respuesta no sea tan simple. Si bien sobran razones para señalar que la angustia, la ansiedad y los ataques de pánico bien podrían ser provocados por los vaivenes de la política local, atribuirles el fenómeno sin pensar matices deja de lado otras cuestiones. Entre ellas, nuestras concepciones autóctonas sobre la enfermedad mental, la relación entre los psicotrópicos y la frondosa historia del psicoanálisis en la Argentina, la costumbre de la automedicación, y el uso local de estas drogas para sostener una cultura de rendimiento laboral sobreexigido, en un mercado de trabajo que ya mucho antes de la hecatombe financiera global de 2008 no aseguraba puestos estables.

Remedios para la crisis

Según los expertos, habría que empezar por 2001. Eso pensó el antropólogo norteamericano Andrew Lakoff, que vino al país luego de la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. Profesor de la Universidad de California, y enfocado en investigaciones sobre la circulación global de medicamentos, le provocó curiosidad el modo en que estas drogas se recetaban y se consumían en este país donde la psicología y el psicoanálisis tenían una tradición de peso. Interesado en los actuales modelos biológicos sobre el comportamiento humano, vino aquí para ver qué ocurría con las medicaciones en un contexto de total incertidumbre.

En 2003, Lakoff publicó "Las ansiedades de la globalización: la venta de antidepresivos y la crisis económica argentina" (Cuadernos de Antropología Social, UBA) donde afirmaba que una de las particularidades del consumo local era la existencia de un marco epistemológico orientado hacia lo social y lo psíquico, mucho más que a los modelos de explicación neuronal sobre el origen de la ansiedad y la depresión que, desde los 90, ocupan la atención de la ciencia en el Primer Mundo.

"Lo que más me llamó la atención fue que las mismas drogas que en los Estados Unidos se asociaban con una intervención sobre las condiciones biológicas de la depresión, en la Argentina se prescribían en momentos de crisis como para tratar un estrés socialmente inducido", dice ahora Lakoff, desde su oficina en San Diego. En otras palabras: lo que a su criterio se medicaba era el estrés provocado por la crisis (e incluso la tristeza normal que siente cualquier mortal por la pérdida momentánea de sus esperanzas), mucho más que los estados de depresión o ansiedad diagnosticados a partir de criterios de manuales psiquiátricos, de estudios clínicos o de imágenes.

De todos modos, para algunos especialistas, hay que agregar en la balanza un elemento que excede la coyuntura, y que puede resultar un ingrediente básico en la construcción de nuestra estrecha relación con el blister: la idea que circula en el imaginario colectivo sobre los argentinos y su inexorable devenir. Como dice el psiquiatra Juan Carlos Ferrali, subdirector del Instituto Superior de Formación de Posgrado de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), "la idea de que los argentinos siempre hemos fracasado, o de que ese fracasar es nuestro destino, como si en algún libro sagrado estuviera escrito que a la Argentina siempre le irá mal".

El lugar del medicamento en el entramado social se hace gigante cuando lo que se pide es que la Ciencia dé respuestas a los males crónicos del país. Desde el psicoanálisis, Germán García, presidente de la Fundación Descartes y miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) opina que "existe un trasfondo psicologista de la sociedad: el que nos hace creer que la solución a los problemas sociales es una modificación del sujeto, y no de la situación. Y nos dice que para eso están las medicaciones. Que las necesitamos porque no podemos hacer nada solos. Se nos hace creer, además, que los desocupados quieren que les inventemos grupos de autoayuda, cuando lo que en realidad necesitan es un trabajo."

Vivir en la incertidumbre

Desde fines de los 80, "eso que habitualmente llamamos seguridad se volvió un bien escaso -afirma el psiquiatra Guillermo Belaga, coordinador del área de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro y también miembro de la EOL-. El ataque de pánico, que se convirtió en epidemia, aparece ligado a la caída del Estado de bienestar. "Es la época de la política del thatcherismo, que afecta a las organizaciones de fuertes identidades sociales, los mineros en Inglaterra, o los bancarios en la Argentina. Esos que trabajaban en puestos que se heredaban, como las familias de los empleados de Segba. Esa caída de identidades sociales hace que la persona tenga que hacerse a sí misma. El ataque de pánico comienza a ser común ante la pérdida de los trabajos estables, garantizados."

Las grandes ciudades, donde se combinan el jaqueo a esas garantías con un poder adquisitivo alto, son los lugares donde más psicotrópicos se consumen. El psiquiatra Eduardo Leiderman, profesor adjunto a cargo de Psiquiatría Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales en la Universidad de Palermo, estudió la prevalencia del consumo de psicofármacos en territorio porteño y en el Gran Buenos Aires. A fines de 2005, realizó encuestas en distintos barrios de la ciudad, y concluyó que el 15.5% de la población general consumía algún tipo de psicofármaco, y que el 29.4% lo había hecho alguna vez. Observó que el uso era mayor en las mujeres y en las personas mayores. Y que un cuarto de los que consumían lo hacían sin recomendación médica.

En el interior del país, otros trabajos demuestran que se trata de un fenómeno eminentemente urbano. Como ejemplo, un estudio titulado "Utilización de ansiolíticos benzodiacepínicos en barrios céntricos de la ciudad de Corrientes", publicado en 2004 por la Cátedra de Farmacología de la Universidad Nacional del Nordeste, se alarmó por "la sobreutilización de benzodiacepinas [N.de R.: las drogas más utilizadas contra la ansiedad] en barrios céntricos de la ciudad de Corrientes por parte de los consumidores", pero también por la sobreprescripción por parte de los médicos. El año último, la Encuesta Nacional sobre Prevalencias de Consumo de Sustancias Psicoactivas, del Indec, indicó que, además de la ciudad de Buenos Aires y el gran Buenos Aires, las zonas de Cuyo y la pampeana "presentan las prevalencias de vida de consumo de tranquilizantes más altas".

Los psicofármacos se han convertido en drogas sociales, esas que los americanos incluyen en el grupo de las llamadas lifestyle drugs (drogas para el estilo de vida), consumidas sin control médico por sectores de poder adquisitivo medio y alto que las utilizan para sostener rutinas que exigen mantenerse al límite del rendimiento, sin angustia y sin claudicaciones. Se trata, de algún modo, de un consumo recreativo, automedicado. Y es por eso que el concepto de "medicalización de la vida cotidiana" circula aquí y en todo el mundo como un sello de época.





En 2004, por ejemplo, la BBC publicó un artículo en el que daba cuenta de que la agencia británica de Medio Ambiente advertía que el agua para consumo doméstico de Gran Bretaña contenía cantidades crecientes de Prozac, el antidepresivo que en los 90 fue bautizado como "la droga de la felicidad". Hace poco más de un mes, un artículo publicado por el diario El País , de España, hablaba de la "depresión por la depresión", como efecto de la crisis, y recordaba que la Organización Mundial de la Salud aconseja por estos días que "no convendría subestimar las consecuencias psicológicas de la crisis financiera".

Un círculo vicioso

Si bien las recomendaciones valen para todos, diez mil kilómetros al sur de Europa pasan cosas particulares. En una cultura más bien cortoplacista que adscribe a la idea de rendir al máximo y no declinar, es difícil entender qué está primero: el remedio o la enfermedad.

Para Belaga, puede que estemos atrapados en un círculo vicioso: "Es el de medicar para el "sea usted eficiente". Para ir, en cierto sentido, al mismo punto de partida que provocó el desbarajuste. Si el ataque de pánico llega cuando fracasa la estrategia de funcionar como una máquina de la eficiencia, ¿habrá que estar medicado eternamente para no fracasar jamás?", pregunta.

Ya en los 90, el médico y psicoanalista Emiliano Galende escribió, en su libro De un horizonte incierto. Psicoanálisis y Salud Mental en la sociedad actual (Paidós): "(...) lo nuevo es que millones de mujeres y hombres recurren a nuevas drogas (ahora los tranquilizantes, los ansiolíticos, los hipnóticos, etc.) para soportar ciertos malestares de la vida social que son sufridos en sus cuerpos y sus mentes, pero efectúan este consumo bajo la presión y el requerimiento imperioso de la integración social y el mantenimiento de las relaciones con sus jefes, compañeros, maridos, amantes, etc. Se trata de verdaderas drogas para la vida social, justamente en una sociedad cuya integración y mantenimiento de las relaciones se han vuelto altamente competitivos y amenazantes."





En gran parte de esos casos, la medicalización de la vida cotidiana es, prácticamente, sinónimo de la automedicación.

Como caramelos

Lo que nadie puede soslayar es que, bien recetados, estos medicamentos han cambiado la vida de miles de personas. En la década del 70, el universo médico cambió con la llegada masiva de los psicofármacos a los consultorios y las farmacias. Si bien en el antiguo Egipto ya se administraban sustancias para combatir males psiquiátricos o psicológicos, sólo en el siglo XX se produjo una verdadera revolución, con la aparición de moléculas que dejaron atrás metodologías más cruentas y menos efectivas contra trastornos como la ansiedad, o enfermedades graves como la depresión.

Pero lo cierto es que, cada vez más, la gente toma medicamentos recomendados por amigos, vecinos e incluso compañeros de asiento en los aviones, que proveen tranquilizantes a quienes tienen miedo de volar. Incluso, los médicos conviven con la presión de los pacientes que piden copias como caramelos, aduciendo que "me las receta mi psiquiatra, pero ahora está de vacaciones".

El doctor Pablo Dimitroff, director médico de los Centros Ambulatorios de Swiss Medical Group, dice que esto efectivamente ocurre, y que en la Argentina resulta difícil "desterrar la figura del médico "recetólogo". Los pacientes no siempre comprenden el grado de responsabilidad que tiene el médico cuando firma una receta".

La responsabilidad es de todos. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) prohíbe las muestras gratis de estos psicotrópicos. Sin embargo, ningún psiquiatra puede negar que recibió alguna. También está prohibido -y esto lo confirma la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA)- que los farmacéuticos realicen el expendio sin una receta médica. En cambio, la gente insiste: ¿quién no ha pedido la pastillita azul en la farmacia del barrio, asegurando que, más tarde, volverá con la receta?

"La mayoría no considera riesgoso automedicarse, y gran parte de los pacientes utilizan por su cuenta una droga con la que ya habían sido medicados anteriormente", afirma el doctor Jorge Franco, a cargo del servicio de Salud Mental del Hospital de Clínicas. Ya en 2002, un trabajo publicado por esa división del hospital-escuela indicó que el 60% de los pacientes consumía medicamentos sin prescripción médica:, el 27.5% lo hacía con drogas de venta libre y 31.9%, se automedicaba. Los fármacos más utilizados en este último grupo fueron los psicofármacos: 59.8%. De este grupo, el 88.8% eran ansiolíticos.

El poder del marketing

Lakoff afirma que otra de las cuestiones que llamaron su atención fue el vínculo de los médicos con la industria farmacéutica, y el efectivo marketing que, como en muchas otras partes del mundo, se realiza con estos medicamentos.

"Un punto de especial atención es el de los líderes de opinión. Psiquiatras, psicólogos u otros especialistas que dictan conferencias o exponen en los medios masivos de comunicación sus mensajes, ponderando la eficacia de ciertas moléculas psicofarmacéuticas. Si un líder de opinión recibe beneficios significativos -dinero, viajes, prestigio- por promover determinado producto, ahí estamos frente a un conflicto de ideales. La autonomía y la independencia profesional que conforman la base de la actividad de un médico se desdibujan".

La compleja relación de los médicos con la industria farmacéutica fue objeto de estudio de un grupo de investigadores norteamericanos que publicó sus resultados en la prestigiosa The New England Journal of Medicine . Después de consultar a más de 3000 profesionales de la salud encontraron que el 94% reconocía tener algún tipo de relación cercana con la industria farmacéutica, y que ese vínculo se plasmaba, básicamente, en que recibían muestras gratis y regalos en su lugar de trabajo. Más de un tercio de los encuestados reconoció recibir algún tipo de compensación por sus recetas, como invitaciones a congresos o cursos de perfeccionamiento. Conducido por Eric G. Campbell y colaboradores, se llamó National Survey of Physician-Industry Relationships, y sus resultados se conocieron en 2007.

Un directivo de una compañía farmacéutica que fabrica ansiolíticos se sincera en off the record . Mientras dice que el marketing no lo es todo resume que las pastillas son un logro científico y un éxito comercial: "Si en este mismo momento alguien se dispusiera a abrir carteras y portafolios de la clase media argentina, seguramente encontraría muchos más ansiolíticos y antidepresivos de los que podría imaginar. La venta de psicotrópicos es fuerte aquí, igual que en otros países que el Banco Mundial clasifica como de "ingresos medios" -asegura-. En Burundi, esto no pasa".

Agrega que, por más que estemos dispuestos a enaltecerlas al máximo, su poder nunca será celestial: "Si el techo de una casa está roto y hay goteras, la gente pone un balde. Arreglar el techo es posible, aunque mucho más complejo. Los ansiolíticos funcionan como baldes. Constituyen una solución pasajera. Eso es lo que nosotros vendemos. Y acá nos va muy bien".

Lejos del ámbito psi, pero con el termómetro de la calle, el actor y escritor Enrique Pinti, dispara con humor en el mismo sentido: "A mí no me jodan. Acá las crisis siempre son bravas, pero no vivimos en Beirut. Hay que preguntar en Irak si toman pastillas. Seguro que no. ¿Por qué pensamos como si fuéramos Hiroshima o Nagasaki? En la Argentina pasan cosas inexplicables y terribles, pero no tanto como para justificar que tengamos que enchufarnos todo el tiempo una pastilla porque somos los más castigados del mundo. Dejamos que las cosas pasen, las permitimos y después no lo asumimos. ¿Sabés por qué? Si algo se asume, genera angustia. Acá, la gente se derrumba y se empastilla en lugar de decir: "A estos hijos de p... ya no les creo". Usamos más el medicamento que la cabeza".

© LA NACION

30 de mayo de 2009

- DONACION -



Día Nacional de la Donación de Órganos



El 30 de mayo se celebra el Día Nacional de la Donación de Órganos. Esta fecha nos da la posibilidad de reflexionar sobre la oportunidad de darle vida a una persona mediante un transplante.





La donación de órganos no sólo implica prolongar una vida, sino también yudar a quien recibe un transplante para que tenga la oportunidad de seguir viviendo y de mejorar su calidad de vida.





El 30 de mayo, fecha elegida para esta celebración mediante el decreto 1079/97 del Poder Ejecutivo Nacional, es también un ejemplo de lo que se puede lograr mediante la donación de órganos, ya que se instituyó este día en conmemoración del nacimiento del hijo de la primer mujer a la que se le realizó un transplante hepático en un hospital público de Argentina.





Sin el acto generoso de una familia en un momento crítico, esta mujer no hubiera podido continuar con su vida ni dar vida.
Desde el 6 de abril de este año, entró en vigencia la Ley del Donante Presunto, a raíz de las modificaciones que se le hicieron a la Ley de Transplante 24.193, (por Ley 26066 – art. 5). De esta manera, se incorporó la figura del consentimiento presunto para las donaciones de órganos. Ahora las personas fallecidas mayores de edad son consideradas “Donantes”, con excepción de quienes manifiestan en forma expresa su oposición.





El presidente de INCUCAI, Dr. Carlos Soratti, manifestó que “esta actualización se produce porque la necesidad de transplante deja de ser un hecho individual para ser un problema del conjunto de la sociedad”; ya que en nuestro país hay más de 5000 pacientes esperando por un transplante de órganos y 3000 de córneas.





La nueva legislación creó un registro de expresión que recoge tanto la voluntad positiva como aquella de oposición a la donación. Cualquier ciudadano que lo desee puede incorporarse a él acudiendo a las oficinas del Registro Civil o a la Sección de Documentación de la Policía Federal.





Otra posibilidad para manifestarse, sólo disponible para asentar la negativa a donar, es enviando un telegrama gratuito desde cualquier oficina del Correo Argentino. En caso de que no se registre la manifestación expresa en vida, se consulta a la familia para que brinde testimonio sobre la voluntad de la persona fallecida.





Ahora bien, para que cuando llegue el momento la donación sea efectiva, la gente tiene que entender bien de qué se trata y para lograr esto el medio más eficiente para crear conciencia acerca de la donación sigue siendo la educación, de que la población entienda que este es un acto voluntario, solidario y desinteresado hacia los demás, y que sobre todas las cosas es necesario para salvar vidas.

29 de mayo de 2009

- PUNTAS -




Entre la izquierda y la derecha, los valores



Marcos Aguinis
Para LA NACION
Noticias de Opinión



Desde hace poco más de dos siglos se tiende a otorgar una connotación política opuesta a la izquierda y a la derecha. Se sabe que proviene de la casual distribución de asientos en los días agitados de la Revolución Francesa. A la izquierda estaban los jacobinos, que eran los más revoltosos, exigentes, idealistas y decididos a imponer cambios radicales al viejo régimen. Con el devenir del tiempo, esta distinción pasó por un arco de variaciones que, en algunos momentos, parecía extrema, en otros insignificante y también confusa o invertida.

Ortega y Gasset, en 1937, escribió con eléctrica insolencia: "Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye a falsificar más aún la realidad del presente, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías". Fue escrito durante la Guerra Civil española y sigue manteniendo actualidad.

Asombra que haya coincidencia entre una fuerza positiva, como desde el comienzo ha tratado de presentarse la izquierda, con el vocablo siniestro. Lo siniestro estremece y asusta. Freud ha desentrañado su voltereta psíquica, porque significa el regreso de lo que se pretende mantener reprimido. Pero el esclarecimiento de sus investigaciones no le ha quitado el parecido que mantiene con lo diabólico e inquietante. La izquierda, junto con sus cualidades y misterios, manifiesta algo molesto. Allí residen valores que sacuden conciencia e inconsciente, valores que tienden a eludirse o deformarse, pese a sus cualidades. La izquierda seduce por su rebeldía, transgresión y disonancia. Por eso, engancha a los jóvenes y también a quienes no son jóvenes, pero tienen un espíritu vital y sensible.

Tal vez los primeros líderes de los maravillosos valores que forman el núcleo de la izquierda fueron los profetas de Israel. Formaron un conjunto de personalidades enhebradas por una conducta limpia y una prédica altruista. Brotaban casi por arte de magia en los momentos difíciles. Con voz encendida y un coraje sin límites, cuestionaban los poderes de su tiempo, sean reyes, sacerdotes o familias de alcurnia. Denunciaban las injusticias, los abusos, la insolidaridad, la hipocresía y la falta de clemencia. El pueblo de Israel no era mejor ni peor que los demás pueblos, pero tuvo el privilegio de generar estos individuos elocuentes y temerarios, cuya acción dejó una marca de enorme trascendencia universal. Con ellos -afirmó Alfredo Palacios, inolvidable primer diputado socialista de la Argentina-, empezó la justicia social.

En la Biblia sobresalen sus mandatos y ejemplos en favor de la libertad, la justicia y la fraternidad de los seres humanos. También el respeto que se debe a los animales y a la naturaleza toda.

Por cierto que hubo manifestaciones de ese tenor en China, India y otros lugares del planeta. Luego aparecieron concepciones utópicas que pretendían mantener vivo el antiguo mensaje, aunque a menudo se teñían de fanatismos catastróficos. En el siglo XVII floreció un avance acelerado de la ciencia; se empezaron a limitar los poderes del monarca y creció la producción de riqueza. La revolución gloriosa en Gran Bretaña y luego la Revolución Francesa marcaron hitos.

Pero, aunque se los tienda a identificar, condujeron a distintos puertos. La inglesa careció de epopeya, guillotina y fanfarria, pero fue consolidando una democracia cada vez más sólida, junto a un creciente respeto por los derechos individuales; la Revolución Francesa causó más ruido y seducción, pero enredó los caminos de la democracia e inspiró, a través de variados eslabones, totalitarismos de derecha e izquierda. Mientras en Gran Bretaña no se produjeron nuevos golpes de Estado ni vacilación del sistema legal, en Francia alternaron varias repúblicas con reinos e imperios.

Es interesante observar que el totalitarismo de derecha mantiene fuertes analogías con su aparente contrario, el de izquierda. Igual que la izquierda, el fascismo pretendió ser revolucionario, crear el "hombre nuevo" y, además, descendía del socialismo, al extremo de usar esa palabra en su propia denominación (nacionalsocialismo en Alemania). ¿Cómo es posible identificar el totalitarismo de izquierda con el de derecha? ¿Acaso la izquierda, desde sus valores originales, no abomina la tiranía? Sí, la abomina de la boca para fuera, pero no ha dejado de imponerla cuando se torna radical. Sobran evidencias.

Nos hemos acostumbrado a denostar el fascismo, el nazismo y variadas dictaduras de derecha. Pero hay resistencia en denostar modalidades, llamadas socialistas o de izquierda, que se imponen el rótulo de progresistas, pero traicionan los valores de los profetas. En nombre de la abstracción colectivista, imponen el despotismo.

¿Repasamos los valores originarios de la izquierda?

Los conocemos. El más elevado es el de la libertad. La libertad, desde hace milenios, significa el respeto por los derechos de cada ser humano, que incluyen la libertad de pensar y expresarse, decidir, viajar y hacer a hacer cuanto se le antoje mientras no perjudique los iguales derechos del prójimo.

La libertad también significa cuestionamiento de los dogmas, ideologías o presuntas verdades oficiales. Incluye, desde luego, la pluralidad de enfoques y criterios, que se enriquecen mediante el intercambio. Comprende la libertad de expresión por todos los medios a que el hombre tiene acceso; abarca, desde luego, la creatividad artística y científica. La creatividad mantiene un correlato poderoso con la libertad de prensa, que no debe ser censurada en forma directa o indirecta, porque esa censura constituye un agravio tan espantoso como cuando un rey asesinaba a un profeta porque éste lo había cuestionado.

Un valor axial de la izquierda originaria es su respaldo al progreso; de ahí que use el vocablo "progresista", pero en los hechos suele apuntalar el atraso y el rencor estéril. Por fin, su cualidad más vigorosa es el anhelo por conseguir la desaparición de la pobreza mediante la igualdad de oportunidades, la transparencia competitiva y el reconocimiento del mérito. En otras palabras, la consigna del socialismo es que "dé cada uno según su capacidad y reciba cada uno según su producto". Una asombrosa fórmula liberal.

Estos valores originales de la izquierda se oponen a los principios de la derecha, manifestados en sus expresiones totalitarias: ausencia de libertad y cercenamiento de los derechos individuales, persecución de la disidencia, censura de prensa, asfixia de la creatividad, abominación del pluralismo, intolerancia, manipulación de los pobres a quienes se desea mantener en su miseria. ¡Asombroso! Es lo que hace el totalitarismo de izquierda.

La síntesis maniqueísta pretende hacernos creer que la izquierda se asocia con el progreso y el bien, mientras que la derecha, con el atraso y el mal. Una es querible; la otra, espantosa. Sin embargo, las evidencias muestran que la izquierda ha traicionado sus valores originales. Desde Khruschev se cuestiona el estalinismo, es cierto. Pero el estalinismo no fue sólo el producto de un hombre, sino de un sistema que no podía funcionar de otra manera, como lo demostró el mismo Khruschev al reprimir el levantamiento de Hungría y aplastar la Primavera de Praga. ¿Qué valores tenía una izquierda que abarcaba un tercio de la humanidad, si se incluían China y demás países de la órbita soviética? Se la consideraba vanguardia de la humanidad y esperanza de los pueblos; productora del gran arte con su represor y mediocre "realismo socialista"; antorcha de la ciencia con idealizaciones sustentadas en la miopía ideológica. Durante décadas, la "verdadera" izquierda, la más exitosa, que se mofaba de la socialdemocracia "reformista".

La socialdemocracia o izquierda moderada, en cambio, se esmeró por mantener los valores de origen, incluido su respeto por las instituciones de la democracia. Pero en América latina se ha mantenido en Cuba la versión estalinista, sin rubor y con los rasgos teratológicos que comparte con Corea del Norte. Desde Cuba se irradiaron durante medio siglo los atributos violentos, opresivos, delirantes y mesiánicos. En todos los rubros sobresale su carácter ultraconservador, generoso en unificar para abajo. Algunos países de nuestro vacilante subcontinente parecieran querer seguir su modelo antidemocrático, que traiciona -igual que el estalinismo- los valores originales de justicia, libertad y fraternidad, cercena el vuelo de las personas y hiere de muerte la pluralidad de ideas. Es la izquierda que restaura el Ancien Régime con nueva etiqueta. Porque... ¿en qué se diferencian estas izquierdas totalitarias de Luis XIV, Stalin o Hitler? No es casualidad que Georges Sorel haya admirado simultáneamente a Lenin y Mussolini. O que Mussolini haya prohibido las críticas a Stalin y que Stalin se haya regocijado con la judeofobia de Hitler.

A propósito, tampoco debemos olvidar que la izquierda originaria fue la que más luchó contra el antisemitismo en el siglo XIX y comienzos del XX. Pero después se tornó antisemita, con el recurso de otras palabras y nuevas excusas. También se ha convertido en cómplice de regímenes ultrareaccionarios, donde se oprime a la mujer, se fusila a los homosexuales y las decisiones son tomadas, en última instancia, por un ayatollah. Seguro que Marx debe sufrir convulsiones en su tumba.

La palabra "revolución" ha sido cooptada por la izquierda. Pero no siempre los revolucionarios fueron de izquierda. Recordemos que hubo una "revolución conservadora" en Europa, después de la Primera Guerra Mundial. Ya dijimos que revolucionarios se consideraron el fascismo y el nazismo. Después del pacto Hitler-Stalin, surgió la corriente "bolche-nazi", que no tuvo dificultades en encontrar bases teóricas sólidas, aunque le faltó tiempo para consolidarse. En síntesis, los totalitarismos de las dos orillas coinciden en su odio a la democracia y comparten un carácter falsamente puritano. Aman y exaltan la violencia y usan la palabra "muerte" en sus consignas (calaveras las SS y "socialismo o muerte" con Fidel y Hugo Chávez). Coinciden en su tendencia al pensamiento único, que lleva al partido único y el líder único. Fanáticos de izquierda o de derecha tienen en común la mentalidad catastrófica, y los emborracha la omnipotencia voluntarista. A esta izquierda traicionera de sus propios valores originales adscribe, actualmente, el populismo, con claros ingredientes fascistas.

Esto no coincide con los valores originales de la izquierda que cualquier bien nacido no dejaría de aplaudir. No se la puede seguir llamando izquierda, sino falsa izquierda o pseudoprogresismo. No tiene profetas de la paz, la armonía y el crecimiento, sino del avasallamiento, la corrupción y el ahogo. No cuestiona a los déspotas cuando se calzan la corona que dice "socialismo" o "izquierda". No es una corona respetable, es una corona falsa como la del rey Momo en carnaval. Sólo que esta izquierda conduce a un carnaval trágico

28 de mayo de 2009

- INFANTES -




Día de la Maestra Jardinera y de los Jardines de Infantes


Por qué se festeja en Argentina el día de la maestra jardinera?



Rosario Vera Peñaloza nació el 25 de diciembre de 1873 en La Rioja y falleció el 28 de Mayo de 1950. Dedicó toda su vida a la enseñanza; fundó escuelas y bibliotecas; ejerció el magisterio en La Rioja, Córdoba y Buenos Aires.Fue una de las maestras argentinas que más se preocupó por la educación preescolar y la creación de jardines de infantes.





Escribió varios libros, uno de ellos se titula "Los jardines de infantes".Fue la fundadora del primer jardín de infantes del país.Se dedicó al estudio y se mostró siempre preocupada por los niños y por una formación integral que tuviese en cuenta los aspectos artístico, físico, manual y musical. Fue directora del Museo Argentino.





En su memoria se recuerda el día 28 de mayo el Día de los jardines de infantes y el Día de la maestra jardinera

En su homenaje, dos destacados autores argentinos compusieron una zamba llamada "Rosarito Vera, maestra". La letra es de Félix Luna, la música de Ariel Ramírez, y su texto el siguiente:






"Rosarito Vera, maestra"
¡Bienhaiga! niña Rosario
todos los hijos que tiene,
¡millones de argentinitos
vestidos como de nieve!
¡millones de argentinitos
vestidos como de nieve!





Con manos sucias de tiza
siembras semillas de letras
y crecen abecedarios
pacientemente maestra.
Yo sé los sueños que sueñas
Rosarito Vera, tu vocación,
pide una ronda de blancos delantales
frente al misterio del pizarrón.
Tu oficio, que lindo oficio
magia del pueblo en las aulas.





Milagro de alfarería
sonrisa de la mañana.
Palotes, sumas y restas
tus armas son, maestrita,
ganando mansas batallas
ganándolas día a día.

25 de mayo de 2009

- MANERAS -

















De las colectoras a las candidaturas testimoniales

La política como astucia y maña

Nélida Baigorria
Para LA NACION
Noticias de Opinión


La política es una ciencia para cuyo estudio se requiere disciplina intelectual, investigación, conocimiento de las metodologías para hacer inteligibles las tesis sobre sus objetos. La política es, pues, una ciencia social, en la cual Aristóteles fijó, hace 2400 años, el método para alcanzar el mejor Estado. La acción política, además, está, indisolublemente, subordinada a la ética. Cuando los dirigentes o militantes de un partido político hipotecan los principios que conducen al bien común y al deber ser, quedan anulados la vigencia de los valores morales y el mandato emanado de la doctrina partidaria.

Sin embargo, la política no se agota en el saber teórico. Entraña también un arte, que, según la Academia de la Lengua, en su primera acepción es "una virtud, una disposición o una habilidad para hacer alguna cosa". El trabajo político, adosado a la disciplina científica, se complementa con ciertos atributos de la personalidad que no todos poseen, de donde surge que la aceptación de una responsabilidad política en cualquier función de gobierno sin las condiciones elementales que demanda la idoneidad para el cargo es un fraude a uno se los pilares básicos que sostienen la arquitectura de una república democrática: la soberanía popular.

Así como un lego no puede presentarse en un quirófano para realizar una intervención de neurocirugía, tampoco los improvisados y logreros, los que desconocen nuestra historia y las batallas ideológicas que se libraron en el país, deben llegar a un poder al que aspiran por presiones exógenas o por vanidad personal.

Advenido el tiempo electoral, que culminará el 28 de junio, aparecieron nuevamente los viejos fantasmas que nos llevaron a la debacle en la que estamos y, junto con ellos, otros nuevos actores, jóvenes e infatuados, que con petulancia y desdén acusan a la "vieja política" de todos los males que padece la Nación. Frecuentan los medios de comunicación y abordan cualquier tema, muy ciertos de que son omniscientes, aunque carezcan de la formación mínima para entrar con dignidad en la brega política.

La vieja política, tan vituperada por esa pléyade de iluminados, le dio al país figuras estelares que honraron sus investiduras y contribuyeron a afirmar en el civismo los valores de la democracia. Como toda acción humana, tuvo yerros. Sin embargo, en el cotejo con eso que llaman nuevo, ¿dónde se advierte el cambio en cuanto al saneamiento de prácticas deleznables y ofensivas para el decoro ciudadano? Quienes hemos despertado a la vocación política en los años de nuestra adolescencia sabemos bien que desde hace casi un siglo nuestra involución es notoria y lo que hoy se denomina "nueva política" no es sino una mimesis agravada de lo que se anuncia combatir.

Cada nueva convocatoria a elecciones reactiva la convicción del deterioro de nuestra conciencia cívica. Se acepta con humillante resignación que se incluyan en las listas personajes populares, pero totalmente ajenos al quehacer político. ¿Creerán que al sentarse en una banca sin haber actuado jamás en un partido, habiendo militado como simples ciudadanos, sólo serán punibles cuando se imponga desde arriba una orden para fijar el signo del voto y ellos no quieran acatarla?

La patología de llegar al poder para eternizarse en él ha cobrado tal virulencia que la simple lectura de las listas de candidatos provoca incredulidad, desazón y tristeza. En efecto: si el primer poder de la República, en las próximas elecciones del 28 de junio, no llega a rescatar las potestades exclusivas que le otorgó nuestra Constitución, si el Congreso de la Nación sigue marchando bajo la férula del Ejecutivo con el aval de los superpoderes cedidos inconstitucionalmente, ¿podrán esos neófitos de la política asumir la responsabilidad que significa representar al pueblo y cumplir con su mandato soberano?

La actual ausencia de los partidos políticos, la diáspora producida en muchos de ellos al perderse la fuerza de cohesión que supone una doctrina cívica que se jura respetar y la falta de elecciones internas han determinado que las listas sean un abigarramiento de grupos heterogéneos, sin sello ideológico definido, que garantice un retorno al régimen republicano, por cuya pérdida nos aguarda un Bicentenario denso de nostalgias, en el que habremos abjurado del credo de Mayo.

Dije al comenzar que la política es también arte y destaqué la primera acepción del vocablo. Sin embargo, la palabra "arte" tiene una sexta acepción, que se aplica en forma admirable al sesgo que han tomado estas elecciones. Dice la Real Academia que "arte" es cautela, maña y astucia.

Las candidaturas testimoniales (argentinismo semántico) se deben definir como maña y astucia, lo que no asombra, porque está en el ADN ideológico de quienes hoy gobiernan. Su líder, Juan Domingo Perón, cuando quiso derrotar en las urnas a la ciudad de Buenos Aires, que le era esquiva, modificó las circunscripciones de la Capital e impuso el voto uninominal, de manera que al unir, por ejemplo, Pompeya con Recoleta, se neutralizara el voto opositor. Así, con maña y astucia, lejos de todo escrúpulo ético, de 44 legisladores logró que el radicalismo descendiera a 14.

Las estrategias fueron cambiando de acuerdo con los requerimientos de la hora, pero lo que permaneció inamovible fue la voluntad de poder. El 22 de octubre de 2007 escribí para este diario un artículo con el título "Del contubernio a las colectoras". Me permito transcribir un fragmento que documenta la pertinacia de esos sistemas fraudulentos.

"Cuando la vieja política era soberana, si un partido abjuraba de su doctrina y se unía por especulaciones electoralistas a otra fuerza no compatible, esa conducta investida de un pragmatismo obsceno se denominaba contubernio. Hoy se llaman colectoras." La actual presidenta no hubiera triunfado si esas colectoras no le hubieran aportado votos de cualquier origen. El gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, debió su inesperado triunfo al apoyo de las colectoras. Las hubo también de alianzas que se jactaban de ser opositoras.

Para estas elecciones, la "nueva política" mantiene su esencia, pero ha trocado los desprestigiados sistemas por otra denominación exótica: "candidaturas testimoniales"

La política usada como el arte de la astucia responde a un ardid para el logro de un propósito: retener el poder aun con estratagemas tan groseras como inéditas en las democracias del mundo. Integrar una lista para optar por otro mandato al cual se renunciará luego del supuesto triunfo para volver al cargo del cual no se presentó la dimisión previa es un ultraje a la moral cívica, una afrenta a la soberanía popular y una nueva fisura en los cimientos de la organización republicana que fija nuestra mancillada Constitución.

Nuestro brillante Marcos Aguinis titula su último libro con las dolientes palabras de Belgrano cuando se despide de la vida: "¡Pobre Patria mía!". Remedándolo a Aguinis, recuerdo a Esteban Echeverría. Cuando regresó al país, en 1830, tras cinco años de ausencia, lo encontró lejos del dogma de Mayo y con la tiranía en ciernes. Escribió entonces en uno de sus versos: "¡La Patria ya no existe!".

La autora fue diputada y es miembro de la Academia de Ciencias Sociales de Mendoza.

- 25 DE MAYO -





RUMBO AL BICENTENARIO





El 25 de Mayo no es un simple feriado, un día en el que no se trabaja o no se concurre al colegio. En esta fecha celebramos uno de los acontecimientos más importantes sobre los cuales se construyó nuestro país. Durante la Revolución de Mayo se puso en juego el futuro de un colonia, que deseaba crecer y desarrollarse como un pueblo independiente.





Conmemoramos entonces el 25 de Mayo, cuando un grupo de patriotas iluminaron el camino de la Independencia. Cuando en una lluviosa jornada los vecinos de Buenos Aires alumbraron la idea de sentirse libres e independientes, protagonistas y artífices de su propio destino.

Fuente: Informe: Javier La Loggia - Especial para LA NACION LINE





El Proceso Revolucionario

No hay duda de que el proceso revolucionario comienza cuatro años antes, en 1806 y 1807, momento en que Buenos Aires rompe los moldes burocráticos establecidos para reclutar milicias y pone en pocos meces de pie a "nueve mil hombres de pelea" para rechazar a los invasores ingleses. Convergen entonces, dos movimientos simultáneos. Por un lado, la ciudadanía se arma espontáneamente ("los cuerpos urbanos habían sido autorizados a nombrar sus propios oficiales y los oficiales a nombrar sus jefes"); por otro, el Cabildo destituye al virrey Sobremonte e instala a Santiago de Liniers, a quien proclama, según una exaltada metáfora, "el rugido de la masa".





De este modo, sin ningún plan deliberado, los criollos "convirtieron en partidos políticos y situación armada lo que hasta entonces no habían salido de la vida interna de los habitantes" Interrelación de voluntad de poder con el azar de las circunstancias: en aquélla época los acontecimientos comienzan a ser arrastrados por una fatalidad revolucionaria que expresa tendencias irreprimibles. Vacíos de tradición liberal, sin legado alguno de libertad que defender, los hombres de la revolución, ignoraban los medios prácticos con los cuales la libertad política se encarna en derechos y garantías concretas.





Había en definitiva, que crear la libertad, darle vida, traducirla en instituciones y plasmarla en costumbres. Tal fue el dilema que se planteó a partir de aquélla semana del mes de mayo de 1810, cuando una junta de gobierno sustituyó al virrey en ejercicio y pretendió encontrar en su seno la soberanía que la corona española había delegado en sus funcionarios.



Fuente: Botana, Natalio R., La libertad política y su historia, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1991; pág. 94.






Plaza vacía, Gente como uno

Imaginemos un día nublado y medio lluvioso, de esos que son tan frecuentes en el otoño porteño. Imaginemos que un vecino resuelve pasarlo junto al río, pescando. Con sábalo o algún bagre, a la tardecita regresa a su casa. Su mujer le pregunta si trae alguna noticia, si vio algo novedoso. El hombre le dice que no: todo lo que hizo fue tirar la línea en las toscas. Ese día podría haber sido el 25 de Mayo de 1810 y ese porteño pudo haber sido uno de los tantos que no se enteró de nada de lo que ocurrió en aquella jornada.





El cabildo abierto del 22 de mayo reunió a menos de quinientos vecinos y Buenos Aires tenía, en ese momento casi 40.000 habitantes. Es decir que sólo el 1 por ciento de la población participó de aquella trascendental reunión en la que se asentaron las bases conceptuales y jurídicas que fundamentarían el relevo del virrey y su reemplazo por una junta designada ¬o más bien, asentida¬ por el pueblo.





Es probable, entonces, que la asamblea reunida más o menos tumultuosamente frente al Cabildo en la mañana del 25 de Mayo, no haya tenido un rating muy superior: 1000 o 1500 vecinos, como máximo. Nuestro pescador habría formado parte, pues, de la enorme mayoría que nada tuvo que ver con la transición del sistema colonial a un régimen nuevo, implícitamente comprometido con la independencia de estas tierras.





Naturalmente, la escasez de participación popular no resta al 25 de Mayo la enorme importancia que tuvo, por varios motivos. En primer lugar, deponer a un representante del rey y reemplazarlo por un cuerpo colegiado era algo insólito y atrevido aunque Cisneros no representara al monarca español sino al organismo que gobernaba en España a su nombre, en vista de la cautividad de Fernando VII.





Y aunque esta fuera, en realidad, la segunda oportunidad en que ocurría un hecho como este en Buenos Aires, pues cuatro años atrás una pueblada había exigido la deposición de Sobremonte por su incompetencia y cobardía frente a la invasión inglesa. Pero en 1806 esa verdadera revolución paso casi inadvertida entre las luchas por la Reconquista; ahora, en 1810, el derrocamiento del virrey era el resultado de un tranquilo y racional debate entre unos pocos vecinos, "la parte más sana y principal" de la capital del virreinato.

En segundo lugar, lo que ocurrió el 25 de Mayo fue muy importante porque de algún modo significó la presencia activa de los militares criollos en el proceso político. Las milicias populares que se habían levantado en Buenos Aires desde 1806 estaban compuestas por criollos y por españoles, divididos en regimientos según sus lugares de origen. Pero en esos cuatro años se habían vivido procesos muy diferentes en los cuerpos peninsulares y en los criollos.





Aquéllos estaban integrados por comerciantes y artesanos, para quienes el oficio de las armas era una molestia; los criollos, en cambio, por ser pobres, se habían tomado muy en serio sus nuevas profesiones de soldados, vivían de sus sueldos y raciones y concurrían puntualmente a los ejercicios.





En poco tiempo adquirieron una capacidad de fuego temible y esta superioridad se vio en enero de 1809, cuando Liniers reprimió fácilmente, con su ayuda, el conato de golpe organizado por el alcalde Alzaga. Ahora, en mayo de 1810, fueron los Patricios quienes hicieron la guardia de la Plaza, dejando entrar a los adictos y rechazando suavemente a los adversarios. Los "fierros" los tenían los regimientos criollos y esta circunstancia fue decisiva para apurar el derrocamiento del virrey Cisneros.





Y una tercera circunstancia notable: tanto en la reunión abierta del 22 como en el compromiso adquirido el 25 de Mayo por los componentes de la Junta, se dejó claramente sentada la necesidad de convocar a los representantes del pueblo de las restantes ciudades del virreinato para que homologaran lo decidido por el de Buenos Aires.





Si éste había obrado como lo hizo era por razones de urgencia, como "hermana mayor" -según dijo Paso¬. Pero se reconocía la necesidad de que un paso tan trascendente quedara avalado por el pueblo del virreinato. Y en este reconocimiento venía implícita la idea de federalismo y también la noción de la integridad del virreinato.





De nada de esto, claro está, pudo enterarse el vecino que en la tarde de esa jornada regresó a su casa con un par de pescados colgando de su hombro... Pero seguramente tardó muy poco tiempo en advertir que lo sucedido ese día también involucraba su propia vida. Porque de comienzos tan triviales como el de esta revolución burguesa y municipal, pueden venir consecuencias tan drásticas como la que conlleva la creación de una nueva Nación. Nada más ni nada menos.


Félix Luna


24 de mayo de 2009

- YUPANQUI -





DON ATA



Atahualpa Yupanqui



Atahualpa Yupanqui, su nombre real fue el de Héctor Roberto Chavero), nacido en Pergamino Provincia de Buenos Aires) el 22 de enero de 1908.





Cantor, guitarrista, poeta, compositor, recopilador. Hizo sus primeros estudios musicales con el Padre Rosáenz. Más tarde aprendió guitarra en Junín (Prov. Buenos Aires) con Bautista Almirón. En 1918 su familia se trasladó a Tucumán. En 1923 murió su padre, por lo que tornó a radicarse con los suyos en Junín. En 1926 escribió Camino del indio.





Emprendió un viaje a Jujuy, Bolivia y los Valles Calchaquíes. En 1931 recorrió Entre Ríos, afincándose un tiempo en Tala. Participó en la fracasada sublevación de los hermanos Kennedy, por lo que debió exiliarse en Uruguay. Pasó por Montevideo, para luego dirigirse al interior oriental y el sur del Brasil.





En 1934 reingresó a la Argentina por Entre Ríos y se radicó en Rosario (Prov. Santa Fe). En 1935 se estableció en Raco (Prov. Tucumán) Pasó brevemente por la ciudad de Buenos Aires -donde diversos intérpretes comenzaban a popularizar sus canciones- para actuar en radio. Recorrió después Santiago del Estero, para retornar por unos meses a Raco en 1936. Realizó una incursión por Catamarca, Salta y Jujuy.





Más tarde visitó nuevamente el Altiplano en busca de testimonios de las viejas culturas aborígenes. Retornó a los Valles Calchaquíes, recorrió a lomo de mula los senderos jujeños y residió por un tiempo en Cochangasta (Prov. La Rioja).





A principios de la década del '40, en Tucumán se casó con María Martínez, pero el matrimonio fracasó. Poco después conoció en Córdoba a Paule Pepin Fitzpatrick, "Nenette", quien sería su definitiva compañera y colaboradora musical con el seudónimo "Pablo Del Cerro".













Algo más tarde se editó "Piedra sola", su primer libro. En 1944, durante otra incursión por las provincias del noroeste creó El arriero. A poco debió abandonar Raco, episodio que dio origen a sus sentidas zambas Adiós Tucumán y La añera (1946). Enfrentado al régimen militar triunfante, desde 1946 a 1949, sufrió persecuciones, proscripción y cárcel. En 1950 pasó a Uruguay y desde allí a Europa.










En París, Edith Piaf le dio la oportunidad de compartir el escenario, debutando en junio de ese año. A partir de allí, realizó varias giras por el Viejo Continente. Regresó a Buenos Aires en 1952. A causa de sus críticas fue expulsado del Partido Comunista, lo que le facilitó el reingreso a las radios, pero le valió las críticas de propios y extraños, que no sabían dónde encasillarlo.





Así en 1956, derrocado el peronismo, también fue perseguido por los militares antiperonistas. Pasó unos años alternando entre sus residencias de Buenos Aires y de Cerros Colorados (Prov. de Córdoba), hasta que en 1963/64 emprendió una serie de viajes a Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel e Italia.





En 1965 se editó el disco El payador perseguido. Durante 1967 recorrió en giras toda España, para luego instalarse casi definitivamente en París con periódicos regresos a la Argentina que, con el advenimiento en 1976 de la dictadura militar, se hicieron menos frecuentes. Recién en 1979 volvió a presentarse en su país.











Sus actuaciones en Europa comenzaron a espaciarse a causa de algunos trastornos de salud. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad de Tucumán.





Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín. En noviembre de ese año murió Nenette. Sin embargo, a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París.





Volvió a Francia en 1992 para actuar en Nimes pero se indispuso y allí murió el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerros Colorados.





Dejó innumerables obras para el cancionero argentino de raíz folklórica. Como escritor, publicó Piedra sola (1940), Aires indios (1943), Cerro Bayo (1953), Guitarra (1960), El canto del viento (1965), El payador perseguido (1972) y La Capataza, (1992).

22 de mayo de 2009

- TODO Ó NADA -




















Elecciones y farsa

Santiago Kovadloff
Para LA NACION
Noticias de Opinión


Si algún rasgo patético llegara a guardar la memoria colectiva de la marcha hacia las elecciones legislativas que se avecinan, seguramente ése será el de lo grotesco. Una atmósfera circense y burda se ha adueñado del curso, seguido por un proceso político en el que parecen predominar un sentimentalismo pringoso y una elocuencia barata, acomodaticia y divorciada de toda responsabilidad conceptual.

Cuando falta poco más de un mes para el 28 de junio, las cloacas de la descalificación del adversario ya están saturadas. Los planteos apocalípticos, la autoponderación llevada a las alturas de lo patológico, un romanticismo barato que no vacila en recurrir al llanto, el besuqueo, las referencias a diputados y senadores propios concebidos como leones y a los hombres y mujeres de las propias filas como hijos destetados que empiezan a caminar por su cuenta, conforman la trama de los procedimientos dominantes, que ponen en juego quienes se disputan los cargos por cubrir. A todo ello se suma un periodismo verborrágico que, con muy contadas y notables excepciones, convoca a los candidatos tanto a las pantallas televisivas como a los micrófonos radiales para someterlos a entrevistas sin sustancia cívica en las que los postulantes despliegan, casi siempre, un repertorio de ideas anémicas y lugares comunes destinados a operar como sucedáneos de una cultura política tan indispensable como faltante. No aspiran a orientar a la ciudadanía, sino a justificarse ante ella.

Un proyecto serio de país no es exclusivamente un proyecto de poder. Es muy posible que las próximas elecciones contribuyan a acotar la suficiencia de quienes han reducido el ejercicio de la democracia a la instrumentación arbitraria de las instituciones de la República. Pero a ese primer paso deberá seguirle una inteligente y sólida articulación, por parte de la oposición, tanto dentro como fuera del Parlamento, entre la coyuntura y el mediano y largo plazo. Si el Estado no llega a ser reconstruido, el país seguirá estando más cerca de un conglomerado que de una nación consistente.

Es preciso advertirlo: la apatía colectiva ante el discurso político no fue revertida. Lo circense busca esa reversión desesperadamente. Quiere capitalizar como sea la desorientación pública. Para ello, renueva sus recursos sin cesar. Hasta los furibundos de hace unas horas ensayan modulaciones serenas, susurrantes, mesuradas. Los sondeos de opinión aconsejan explorar los medios tonos, simular equilibrio, refrenar las explosiones temperamentales.

¿Hasta cuándo perdurará esta disociación entre política y conocimiento? ¿Quiénes los reconciliarán en una sociedad atenazada por la pobreza, el delito, la mala educación, la explotación prostibularia de la ley? Es así: tenemos un Estado omnipresente y, a la vez, totalmente desdibujado. Activísimo donde no debería serlo y replegado donde más se lo necesita. Es el juego del revés. El juego del revés en una Argentina que, a medida que el tiempo pasa, pareciera retroceder, con fervor carnavalesco, hacia lo peor del siglo XIX. Como si el porvenir quedara en el pasado.

Pongámonos de acuerdo: no hay destino, hay historia. Nada ha sido escrito de una vez para siempre. Pero, para probarlo, es preciso que la pluma que escribe la historia empiece a estar en manos decididas a devolverle la palabra a la Constitución.