6 de mayo de 2009

- TRANSFORMACIONES -





De Patti Lupone a Nacha Guevara


En el nombre de Evita



Héctor D´Amico
LA NACION
Noticias de Opinión



Los personajes de la historia pueden ser tan impiadosos con quienes se atreven a meterse en su piel como infinitos los métodos que eligen para castigar tales atrevimientos. Dos ejemplos extremos son, quizás, el del campesino que fue quemado vivo en una aldea de los Urales por presentarse como la reencarnación de Lenin y el del falso Gandhi apaleado hasta quedar en coma en un suburbio de Bombay, el mismo en el que tiempo después se rodaría la película ¿Quién quiere ser millonario? .

Patti LuPone era la estrella más brillante en el mundo teatral de Nueva York el otoño en que me confesó que también, aunque de una manera mucho menos brutal, había sido alcanzada por esta suerte de represalias. Hablo de octubre de 1979. Un mes antes, con ella en el papel protagónico, se había estrenado Evita , el musical creado por los británicos Tim Rice y Andrew Lloyd Webber. El éxito fue inmediato y tan arrasador que las entradas se vendían con semanas de anticipación y los turistas se las disputaban en la reventa a precios exorbitantes.

La noche del estreno, tan pronto las luces de la sala se encendieron después de una ovación de cuatro minutos, Patti LuPone comprendió, con la certeza de un rayo, que su interpretación de Eva Perón la había instalado en la historia grande de Broadway.

"Lo que el público no supo ni sabe es que la verdadera Eva se me aparece en sueños y sufro pesadillas -me dijo, sin preámbulos, en el camarín principal del Broadway Theatre-. Todo empezó durante los primeros ensayos, hace meses, y sólo quiero saber cuándo terminará", agregó. Su tono era más de confidencia que de resignación, también el de alguien que comparte una angustia con la esperanza de sacársela de encima o, en todo caso, de hacerla más llevadera.

La oportuna intermediación de Ana Strasberg, esposa del célebre director, y el hecho trivial, pero decisivo, de que se trataba de un periodista argentino fue lo que hizo posible aquel encuentro. El tema excluyente no fue el arrollador personaje que ella construía por las noches con su enorme talento de actriz, bailarina y cantante. La conversación en ningún momento se apartó de la otra Eva, la mujer de la que todo un país se ocupa desde hace sesenta años sin poder ponerse de acuerdo acerca de su legado y sin demasiada esperanza de reconciliarse.

"A la pesadilla -continuó ella-, se suma el agobio de la reiteración. Lo único que cambia es el cuarto de hotel en el que estamos. Yo estoy durmiendo y Eva avanza despacio hacia mí con un vestido de tul blanco, ajustado arriba y muy amplio desde la cintura. Es el mismo que yo llevo en el escenario en el momento en que canto No llores por mí Argentina . Eva entonces toma mi mano y dice simplemente: no me hagas quedar mal. Que recuerde, nunca pronunció una frase diferente."

Patti exploró las más variadas interpretaciones, algunas fronterizas con el delirio, pero nunca pudo comprender el sentido último de las visitas nocturnas. Tampoco el significado de esas cinco palabras reiteradas como un mantra o una advertencia.

Su triunfo en Nueva York y en la gira mundial de Evita la convirtieron en el blanco de nuevas situaciones insólitas, aunque menos misteriosas. "¿Sabe? Yo nunca antes había oído en una sala duelos de aplausos y abucheos simultáneos -explicó-. Después supimos que se trataba de grupos de espectadores argentinos, a los que a veces se sumaban en forma espontánea uruguayos, colombianos o mexicanos."

La sospecha de que cierto instinto primitivo impulsaba a esa gente a confundir los códigos de un musical con una representación teatral de carácter histórico volvió a sorprenderla el día en que los productores le sugirieron compartir una cena en Sardi´s con un grupo de empresarios llegados de Buenos Aires. Lo primero que observó al ingresar en el restaurante fueron dos gruesas carpetas con tapas azules sobre la mesa: contenían cientos de recortes de diarios de la época del gobierno de Perón ordenados en forma cronológica y con anotaciones en los márgenes. Según los anfitriones, eran una prueba irrefutable del desastre que habían sido esos años para el país. Uno de ellos puso en palabras lo que todos pensaban: el éxito de Evita se había construído sobre una absurda glorificación del peronismo.

Semanas después, otros hombres, acompañados siempre por los productores, la esperaban, carpeta en mano, en una oficina contigua a su camarín. También estaban molestos. Se presentaron como sindicalistas argentinos y uno de ellos dejó una tarjeta que lo identificaba como dirigente de la CGT. Le exigían, como si eso estuviera en sus manos o fuera posible, eliminar tales y cuales escenas de la obra. Aquello no era otra cosa que una imperdonable falta de respeto a la memoria de una mujer venerada por millones de compatriotas. "Un musical para ignorantes", se quejó uno de los gremialistas.

Todo esto, repito, ocurrió en 1979, cuando actuación y política se confundieron en un teatro de Broadway. El desafío que le espera ahora a Eva Perón es, en términos electorales, un poco más complejo y ambicioso.

De la mano de otra actriz, Nacha Guevara esta vez, deberá recorrer el camino inverso. Lejos de las tablas, será llevada como un estandarte a los territorios políticamente más permeables a su legado: La Cava, Villa Intransitable, La Salada y la vasta geografía abrumada por los reclamos y necesidades extremas del superpoblado segundo y tercer cordón del conurbano bonaerense.

Se espera que, como en los viejos tiempos, la Eva de Nacha aporte a la campaña kirchnerista mayor credibilidad en el compromiso del poder con los desposeídos. Después de años de destrato al pejotismo y a los barones de la vieja política por parte del Gobierno, los votantes deberán ser persuadidos de que la transversalidad fue un malentendido, no una estrategia para ponerle fecha de vencimiento al peronismo.

En este tiempo de lealtades negociables, el Gobierno aspira a que la Jefa Espiritual del peronismo vuelva a predicar la fe en el Movimiento y le restituya cierto halo de autenticidad. El matrimonio Kirchner ya está haciendo su parte al rescatar contra reloj todo símbolo del PJ que se le pone por delante.

La irrupción de Nacha Guevara en la campaña como tercera candidata en la boleta del oficialismo no tiene otra explicación que el amenazante panorama de las encuestas. Sin embargo, la Operación Transferencia, como la bautizó un gobernador cercano a los Kirchner, la idea de que Nacha circule entre el electorado pero con las ideas de Evita, fue puesta en marcha mucho antes y a un alto costo para los contribuyentes.

Eva, el gran musical argentino , protagonizado por Nacha Guevara, ya recibió aportes por más de doce millones de pesos a través de la Lotería de la Provincia y del Banco Provincia. Después vendrán las giras, los actos de campaña y la distribución gratuita de miles de DVD para que la asimilación de Nacha en Evita llegue a todos los rincones de la provincia

Es notable el empecinamiento de los argentinos por la resurrección.

No hay comentarios.: