30 de diciembre de 2008

- 20 DE ENERO -




Un nuevo gobierno frente al momento de actuar

Obama en la transición

Noticias de Opinión
Naomi Klein
Para LA NACION



El presidente electo de los EE.UU., Barak Obama, entra a la Casa Blanca junto al presidente Bush, en una visita previa a su asunción, el 20 de enero próximo.


A medida que emergen más detalles, resulta más claro que la forma en que Washington manejó el plan de rescate de Wall Street no es solamente incompetente: bordea lo delictivo.

En un momento de gran pánico, a fines de septiembre, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, de manera unilateral, impulsó un cambio radical en la forma en que las fusiones de bancos serán gravadas, un cambio que la industria venía buscando desde hacía mucho. Los legisladores descubrieron que eso privará al gobierno de unos 140.000 millones de dólares en recaudaciones impositivas, sólo después de ocurrido. Según The Washington Post , más de una docena de abogados expertos en impuestos coincidieron en que "el Departamento del Tesoro carece de autoridad" para cambiar las leyes impositivas.

Otra acción de dudosa legalidad fue el acuerdo del Departamento del Tesoro con muchos bancos del país para evitar que fueran a la quiebra. Según el legislador Barney Frank, uno de los arquitectos de la ley que permite los acuerdos, "cualquier uso de los fondos para otro propósito que no sea el de prestar, por ejemplo, para bonificaciones (de los ejecutivos), para dividendos, para la compra de otras instituciones, es una violación de la ley". Sin embargo, exactamente de ese otro modo están siendo usados los fondos.

Y también están los casi dos billones de dólares que la Reserva Federal entregó en préstamos de emergencia. De manera asombrosa, la Reserva Federal no reveló qué corporaciones han recibido esos préstamos o qué garantías recibió. Según la agencia Bloomberg News, ese secreto viola la ley y ha presentado una demanda federal en reclamo de una divulgación completa de los acuerdos.

Pero pese a la potencial ilegalidad de lo actuado, los demócratas siguen defendiendo el gobierno de Bush o negándose a intervenir. "Hay un solo presidente por vez", ha dicho Barack Obama. Eso es cierto. Pero cada acuerdo ilegal que concreta el gobierno de Bush amenaza la forma en que Obama puede cumplir con sus promesas de cambio.

Para citar un solo ejemplo: esos 140.000 millones de dólares en recaudaciones impositivas desaparecidas es casi la misma suma que el costo del programa de energía renovable propuesto por Obama.

Sí, hay un solo presidente por vez, pero ese presidente necesitaba el respaldo de los demócratas, incluido Obama, para conseguir que fuera aprobado el plan de rescate. Ahora, resulta claro que el gobierno de Bush está violando los términos del acuerdo elaborado por ambos partidos. Por lo tanto, los demócratas no sólo tienen el derecho, sino la grave responsabilidad de intervenir con vigor.

Presumo que la razón por la que los demócratas no actuaron hasta ahora se relaciona con el miedo: tienen miedo de que la bolsa, cuyo humor es el de un bebe malcriado, vuelva a ponerse rabioso y estremezca al mundo financiero. Según se nos dijo, revelar la verdad acerca de quién recibe préstamos federales podría hacer que el mercado apueste contra esos bancos. Si se cuestiona la legalidad de los acuerdos para rescatar bancos, o de esa renuncia a 140.000 millones de dólares en impuestos, podría ocurrir lo mismo. "No queremos que nos culpen por arruinar fusiones y crear otra Gran Depresión", explicó el asesor de un congresista que pidió no ser identificado.

Peor aún, los demócratas, incluido Obama, parecen creer que, durante el período de transición, lo más importante es tranquilizar al mercado. Y es por eso que, apenas días después de la eufórica victoria en que el lema fue "cambio", ahora se habla de una "transición suave" y de la "continuidad".

Basta ver a quién Obama eligió como secretario general del gabinete. Se trata de Rahm Emanuel, el representante demócrata que ha recibido la mayor cantidad de donaciones del sector financiero. Eso envía a Wall Street el mensaje de que todo estará en buenas manos. Cuando se le preguntó en el programa periodístico This Week With George Stephanopoulos si Obama aumentará los impuestos a los millonarios, Emanuel no respondió a la cuestión.

Esa misma lógica de aplacar al mercado, según se nos ha informado, guiará la elección de un nuevo secretario del Tesoro. Stuart Varney, de Fox News, dijo que Larry Summers, que detentó el cargo durante el gobierno de Bill Clinton, y el ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, "cuentan con la confianza del mercado". Joe Scarborough, de Msnbc, dijo que Summers es "el preferido de Wall Street".

Y hay buenas razones para que Wall Street salude la llegada de Summers, pues éste, campeón de la desregulación financiera durante el gobierno de Clinton, ofrecerá una transición tan suave en relación con Henry Paulson que nadie se dará cuenta.

Lo que sabemos con seguridad es que el mercado reaccionará con violencia ante cualquier señal de que el nuevo presidente pueda imponer una regulación verdadera, o invertir en el pueblo o acabar con el regalo de dinero a las corporaciones.

En resumidas cuentas, los mercados piensan lo contrario de lo que piensa el grueso de los norteamericanos. (Una reciente encuesta USA Today/Gallup determinó que un 60% de los entrevistados están en favor de "regulaciones más estrictas a las instituciones financieras". Apenas un 21% respaldó la ayuda a compañías financieras.)

Por supuesto, toda acción para cambiar el curso tendrá como secuela shocks del mercado en el corto plazo.

La buena noticia es que una vez que resulte claro que las nuevas normas serán aplicadas con justicia, el mercado se estabilizará y ajustará.

Además, la oportunidad de esta turbulencia es inmejorable. Durante los últimos tres meses, los shocks del mercado han sido tan frecuentes que su estabilidad resultará una sorpresa. Eso ofrece a Obama una ocasión para desechar los pedidos de una transición suave, y hacer primero lo más difícil.

Muy pocos podrán culparlo por una crisis que lo precedió, o acusarlo de acatar los deseos del electorado. Pero si espera mucho tiempo, la gente comenzará a olvidarse.

Cuando se transfiere el poder de un régimen que funciona y es confiable, todos esperan una transición suave. Pero cuando se trata de un régimen marcado por actos delictivos y por una ideología en bancarrota, un poco de estremecimiento al comienzo puede ser una buena señal.

Naomi Klein es canadiense, su último libro es La doctrina del shock

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