27 de diciembre de 2008
- COMIENZO DEL XXI -
El siglo XXI comienza ahora
Diego R. Guelar
Para LA NACION
Noticias de Opinión
Todo indica que 2009 será, relativamente, parecido a 1930. Lo relativo está ligado a que tiene la ventaja de que los gobiernos de todas las latitudes han reaccionado, al volcar recursos para morigerar la recesión o depresión. La desventaja comparativa es, justamente, el inédito impacto global de la crisis.
¿Podemos ser optimistas? Podemos y debemos. Lo que estaba ocurriendo no era positivo ni sostenible: la pornográfica concentración de poder, la especulación delictiva, las diferencias sociales abismales y un vacío de valores que convertía al mundo en un casino en el que el juego favorito terminó siendo la ruleta rusa.
Predecir el futuro es imposible. Las proyecciones efectuadas por bancos, organismos multilaterales, calificadoras de riesgos y gurúes mediáticos muestran que quienes han hecho de esta actividad un medio de vida tendrán que hacer otra cosa por un largo tiempo. Reconstruir la credibilidad es el objetivo central de los tiempos que vienen. Serán las potencias centrales las que armarán el juego. Los emergentes pueden acompañar y, si lo hacen bien, integrarán el nuevo esquema de poder que surgirá en los próximos años.
Guardemos los diarios de diciembre de 2008. Cuando los comparemos con los de diciembre de 2010 nos parecerá que ha pasado un siglo. Y, de alguna manera, será así. El siglo XXI comienza ahora. La caída de la Unión Soviética en 1991, los atentados a las Torres Gemelas en 2001 y la guerra de Irak fueron los acontecimientos que prepararon las condiciones del derrumbe global en 2008. No sólo cambiarán las pautas de consumo e inversión, sino que también quedarán en el pasado las técnicas de mercadeo político que se habían asimilado al consumismo y las imágenes televisivas. Debemos volver a los estadistas.
El optimismo es la decisión de darles batalla a los problemas que se presenten. Hoy volverán a valer los partidos, las ideas, los estados, las iglesias, siempre y cuando, acepten y hagan los cambios necesarios para no acabar representándose a sí mismos como corporaciones cerradas.
Como siempre, la agenda global es también la de la Argentina.
Nosotros hemos logrado vaciar de contenido real la Constitución, el Estado, los partidos políticos y las organizaciones intermedias.
Si reaccionamos rápido, la experiencia ganada desde la comisión de tantos errores debería ponernos en condiciones de aportar soluciones desde nuestra región; 2001 fue ayer y vivimos localmente lo que el mundo está empezando a sufrir ahora.
Alfonsín, Menem, Cavallo, Duhalde, Lavagna, gobernadores e intendentes, sindicalistas y dirigentes agrarios son enciclopedias de cómo sobrevivir al pánico, al desorden y a la carencia de recursos.
No cometamos el desatino de tirar por la borda la experiencia ganada.
Si hay un momento para la unidad nacional, el diálogo y el consenso, es aquí y ahora. Podemos y debemos cambiar para mejor. La "sorpresa" de una Argentina madura y responsable es la buena noticia que podemos darnos a nosotros mismos y al mundo. Hagamos del annus horribilis un tempus magnificus .
El autor es secretario de Relaciones Internacionales del Pro
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