31 de agosto de 2009

- PROPIEDAD -





La progresiva destrucción del derecho de propiedad



El Estado en la Argentina está dejando de ser la máxima expresión de la juridicidad para convertirse en una suerte de carterista


Noticias de Opinión
La Nación


El transcurso del tiempo, en su mera dimensión cronológica, puede resultar, a veces, engañoso. Hace casi ocho años que la sociedad argentina protagonizó un colapso en su economía y en su organización política. Desde aquella crisis de fines de 2001 cambiaron muchos actores, se crearon y sucumbieron organizaciones y partidos, y se renovaron los temas de discusión. Sin embargo, en cuestiones fundamentales de su cultura pública, el país sigue detenido en ese año, sin poder salir de aquellas ruinas.

Una de las instituciones que se desmoronaron, y que la Argentina no ha sabido restaurar, es la del derecho de propiedad. Al contrario, se han vuelto cada vez más frecuentes las agresiones a ese principio fundamental, con total negligencia de una parte importante de la ciudadanía.

En el origen de este ciclo turbulento están la incautación de los depósitos bancarios, el incumplimiento de los contratos y el default de la deuda pública. Son anomalías que aparecen en todos los debates que dominan, hoy, la escena pública. Por el mundo sigue circulando una masa de títulos argentinos impagos. Son los que quedaron fuera del canje que realizó el Estado en 2005, cuando entregó otros bonos a cambio de aquéllos. Pero algunos de estos nuevos también fueron sometidos a un default, no tan estridente, mes tras mes, a partir de que se decidió adulterar las estadísticas del Indec para pagar menos a los poseedores de papeles ajustables por la inflación.

El ahogo del gobierno kirchnerista a grupos empresarios concesionarios de servicios públicos, mediante el congelamiento de las tarifas y "aprietes" para obligarlos a abandonar sus negocios en la Argentina, que en la mayoría de los casos pasaron a amigos del poder político o al propio Estado, constituyó otro grave ataque al derecho de propiedad.

El mismo vicio se manifiesta en otro plano. En los últimos años el poder regulatorio del Estado para garantizar la libre competencia ha sido utilizado también para agredir el derecho de propiedad. Con la excusa de evitar supuestos monopolios, se ha forzado la venta de participaciones accionarias a empresarios seleccionados de antemano por el Gobierno.

La prohibición de exportar es otra degradación del régimen de propiedad. Porque impide el acceso a mercados a quienes viven de ese comercio y, también, porque deprecia uno de sus activos principales: la tierra o las máquinas valen menos si se prohíbe la venta de lo que se produce con ellas. La expropiación se completa con un régimen de retenciones regresivo, que no se apropia de las ganancias sino de los ingresos de quienes intentan crear riqueza.

El derecho de propiedad ha perdido tanto valor en la Argentina que, siete años después del citado colapso histórico, el Gobierno incautó los ahorros jubilatorios y encontró como reacción una inesperada apatía. El pasaje compulsivo del régimen de capitalización al de reparto se llevó adelante sin tomar la precaución de un cálculo actuarial; muchos especialistas sostienen que la operación llevará a la quiebra a la Anses en la próxima década. Es la confiscación más cómoda y la más cruel: la que se adueña del futuro.

Se podrá discutir si los fondos estatizados eran o no parte del patrimonio de quienes los habían confiado a las administradoras privadas. Pero el Estado tampoco devuelve el dinero a aquellos que utilizaban el sistema para realizar ahorros voluntarios.

La expropiación previsional se ejerce también de manera menos escandalosa. La movilidad de las jubilaciones ha sido, entre 2001 y 2009, dejada de lado pese a los reiterados fallos de la Corte Suprema de Justicia. Es una violación más agresiva de la ley en la medida en que durante esos años el aceleramiento de la inflación se volvió llamativo.

El fisco también se queda con lo que no le pertenece al demorar los reembolsos del IVA a los exportadores. Miles de pymes que venden sus productos en el exterior están asfixiadas por el Tesoro, obligadas a pagar un impuesto que rige sólo para el mercado local.

La Argentina ya ingresó en una nueva crisis fiscal. El relajamiento del principio de propiedad es tal que la opinión pública se pregunta, casi indiferente, de quién será el patrimonio que el Estado incautará esta vez. ¿Será el petróleo y el gas? ¿Meterá la mano, en cambio, en la liquidez excedente de los bancos y hasta en las cajas de seguridad? ¿O se acordará de los activos que acumulan las compañías de seguros para respaldar sus compromisos? Adivinar la próxima expropiación se ha convertido en un triste deporte entre los economistas.

La falta de inhibición frente a lo que le pertenece a otro tiene consecuencias gravísimas. Como siempre sucede cuando las prácticas se ponen al margen de las leyes, los más débiles son los más perjudicados.

Por este vicio, la Argentina paga una tasa extravagante de rendimiento del capital. Es el seguro que se toman los emprendedores ante la eventualidad de perder lo que han invertido. En un país donde el patrimonio privado puede ser expropiado de un momento a otro, los actores económicos tratan de garantizarse la rentabilidad de sus bienes por adelantado. Un régimen tan excéntrico deriva en un deterioro gravísimo de la calidad de vida de la población.

No es la única consecuencia de esta falta de respeto por la propiedad que ha ganado espacio en el país. Existe un hilo bastante visible que enlaza estas condiciones generales de la economía con las agresiones cotidianas que sufre la propiedad individual a manos de la delincuencia común. Es inútil esperar una protección demasiado efectiva en este plano, de un Estado que se ha vuelto carterista.

En un contexto como el descripto, el Estado deja de ser la máxima expresión de la juricidad para transformarse en una facción. Esa defección gravísima convierte a la esfera pública en el campo de batalla de intereses desenfrenados. Toda mediación fenece, todo procedimiento parece superfluo y la argumentación es sustituida por el chantaje. Cuando el sector público desiste de ser árbitro para pasar a ser un actor más, desproporcionado y desigual, de esa guerra primitiva, la frontera de la civilización retrocede hacia las instancias más rudimentarias del orden social y el derecho de propiedad pasa así a ser letra muerta.

- PO

La progresiva destrucción del derecho de propiedad


El Estado en la Argentina está dejando de ser la máxima expresión de la juridicidad para convertirse en una suerte de carterista



Noticias de Opinión
La Nación




El transcurso del tiempo, en su mera dimensión cronológica, puede resultar, a veces, engañoso. Hace casi ocho años que la sociedad argentina protagonizó un colapso en su economía y en su organización política. Desde aquella crisis de fines de 2001 cambiaron muchos actores, se crearon y sucumbieron organizaciones y partidos, y se renovaron los temas de discusión. Sin embargo, en cuestiones fundamentales de su cultura pública, el país sigue detenido en ese año, sin poder salir de aquellas ruinas.

Una de las instituciones que se desmoronaron, y que la Argentina no ha sabido restaurar, es la del derecho de propiedad. Al contrario, se han vuelto cada vez más frecuentes las agresiones a ese principio fundamental, con total negligencia de una parte importante de la ciudadanía.

En el origen de este ciclo turbulento están la incautación de los depósitos bancarios, el incumplimiento de los contratos y el default de la deuda pública. Son anomalías que aparecen en todos los debates que dominan, hoy, la escena pública. Por el mundo sigue circulando una masa de títulos argentinos impagos. Son los que quedaron fuera del canje que realizó el Estado en 2005, cuando entregó otros bonos a cambio de aquéllos. Pero algunos de estos nuevos también fueron sometidos a un default, no tan estridente, mes tras mes, a partir de que se decidió adulterar las estadísticas del Indec para pagar menos a los poseedores de papeles ajustables por la inflación.

El ahogo del gobierno kirchnerista a grupos empresarios concesionarios de servicios públicos, mediante el congelamiento de las tarifas y "aprietes" para obligarlos a abandonar sus negocios en la Argentina, que en la mayoría de los casos pasaron a amigos del poder político o al propio Estado, constituyó otro grave ataque al derecho de propiedad.

El mismo vicio se manifiesta en otro plano. En los últimos años el poder regulatorio del Estado para garantizar la libre competencia ha sido utilizado también para agredir el derecho de propiedad. Con la excusa de evitar supuestos monopolios, se ha forzado la venta de participaciones accionarias a empresarios seleccionados de antemano por el Gobierno.

La prohibición de exportar es otra degradación del régimen de propiedad. Porque impide el acceso a mercados a quienes viven de ese comercio y, también, porque deprecia uno de sus activos principales: la tierra o las máquinas valen menos si se prohíbe la venta de lo que se produce con ellas. La expropiación se completa con un régimen de retenciones regresivo, que no se apropia de las ganancias sino de los ingresos de quienes intentan crear riqueza.

El derecho de propiedad ha perdido tanto valor en la Argentina que, siete años después del citado colapso histórico, el Gobierno incautó los ahorros jubilatorios y encontró como reacción una inesperada apatía. El pasaje compulsivo del régimen de capitalización al de reparto se llevó adelante sin tomar la precaución de un cálculo actuarial; muchos especialistas sostienen que la operación llevará a la quiebra a la Anses en la próxima década. Es la confiscación más cómoda y la más cruel: la que se adueña del futuro.

Se podrá discutir si los fondos estatizados eran o no parte del patrimonio de quienes los habían confiado a las administradoras privadas. Pero el Estado tampoco devuelve el dinero a aquellos que utilizaban el sistema para realizar ahorros voluntarios.

La expropiación previsional se ejerce también de manera menos escandalosa. La movilidad de las jubilaciones ha sido, entre 2001 y 2009, dejada de lado pese a los reiterados fallos de la Corte Suprema de Justicia. Es una violación más agresiva de la ley en la medida en que durante esos años el aceleramiento de la inflación se volvió llamativo.

El fisco también se queda con lo que no le pertenece al demorar los reembolsos del IVA a los exportadores. Miles de pymes que venden sus productos en el exterior están asfixiadas por el Tesoro, obligadas a pagar un impuesto que rige sólo para el mercado local.

La Argentina ya ingresó en una nueva crisis fiscal. El relajamiento del principio de propiedad es tal que la opinión pública se pregunta, casi indiferente, de quién será el patrimonio que el Estado incautará esta vez. ¿Será el petróleo y el gas? ¿Meterá la mano, en cambio, en la liquidez excedente de los bancos y hasta en las cajas de seguridad? ¿O se acordará de los activos que acumulan las compañías de seguros para respaldar sus compromisos? Adivinar la próxima expropiación se ha convertido en un triste deporte entre los economistas.

La falta de inhibición frente a lo que le pertenece a otro tiene consecuencias gravísimas. Como siempre sucede cuando las prácticas se ponen al margen de las leyes, los más débiles son los más perjudicados.

Por este vicio, la Argentina paga una tasa extravagante de rendimiento del capital. Es el seguro que se toman los emprendedores ante la eventualidad de perder lo que han invertido. En un país donde el patrimonio privado puede ser expropiado de un momento a otro, los actores económicos tratan de garantizarse la rentabilidad de sus bienes por adelantado. Un régimen tan excéntrico deriva en un deterioro gravísimo de la calidad de vida de la población.

No es la única consecuencia de esta falta de respeto por la propiedad que ha ganado espacio en el país. Existe un hilo bastante visible que enlaza estas condiciones generales de la economía con las agresiones cotidianas que sufre la propiedad individual a manos de la delincuencia común. Es inútil esperar una protección demasiado efectiva en este plano, de un Estado que se ha vuelto carterista.

En un contexto como el descripto, el Estado deja de ser la máxima expresión de la juricidad para transformarse en una facción. Esa defección gravísima convierte a la esfera pública en el campo de batalla de intereses desenfrenados. Toda mediación fenece, todo procedimiento parece superfluo y la argumentación es sustituida por el chantaje. Cuando el sector público desiste de ser árbitro para pasar a ser un actor más, desproporcionado y desigual, de esa guerra primitiva, la frontera de la civilización retrocede hacia las instancias más rudimentarias del orden social y el derecho de propiedad pasa así a ser letra muerta.

30 de agosto de 2009

- BARLETTA -




Leónidas Barletta


Autor y emprendedor teatral


Aniversario de su nacimiento




Leónidas Barletta fue un escritor, periodista y dramaturgo argentino nacido el 30 de agosto de 1902 en la Ciudad de Buenos Aires y fallecido el 15 de marzo de 1975 en la misma.





Fue una figura de la izquierda independiente argentina. En 1930 abrió sus puertas el Teatro del Pueblo y Barletta fue su director desde el 20 de marzo de 1931 y hasta su muerte. Era incluso conocido como el hombre de la campana debido a que salía con una campana a llamar al público, gritando: "Función, función..."





Dentro de su actividad como periodista cabe recordar que fundó y dirigió el periódico cultural Propósitos, fue secretario de redacción de la revista Claridad, y colaboró como articulista con varias de publicaciones.
Participó del denominado Boedo y del movimiento fundador de los teatros independientes.





Fue uno de los animadores del fuego cruzado con el Florida. Según cuenta Köremblit en su libro Coherencia de la paradoja, Barletta dijo de Borges, reconocida figura de Florida: "Cachafaz… Fracasado… El pobre Borges… Vate criollo y vate septuagenario… Buscador de puestitos… Pergeñador de cuentos persas... y lávese de toda esa mugre metafísica.





Obras publicada

• Cuentos realistas(1923)
• Canciones agrias (1923)
• Vientos trágicos (1924)
• Las fraguas del amor (1924)
• Los pobres (1925)
• María Fernanda (1926)
• Vidas perdidas(1926)
• Royal circo (1926)
• Odio (1931)









• La ciudad de un hombre (1943)
• El barco en la botella (1945)
• Historia de perros (1951)
• Cuentos del hombre que le daba de comer a su sombra (1957)
• Novela (1967)







• Aunque llueva (1970)
• Un señor de Levita (novela de Barrio Norte) (1972)

29 de agosto de 2009

- MONDO CANE -
















Un productor televisivo que encargaba asesinatos para tener la primicia

El mundo en que vivimos

Mario Vargas Llosa
Para LA NACION
Noticias de Opinión


El filósofo francés Michel Foucault llegó a la deprimente conclusión de que "el hombre no existe", que cada ser humano no es sino una larga secuencia de simulacros variopintos hechos, deshechos y rehechos por las circunstancias variables de la realidad en la que transcurre su existencia. Todavía más audaz, y acaso más frívolo, Jean Baudrillard fue más lejos y concluyó que aquello que creemos la realidad cuando abrazamos al ser amado o sopamos la pluma en un tintero, tampoco existe, porque la verdadera realidad en la que vive el bípedo contemporáneo no es el mundo que cree pisar sino las imágenes que fingen reflejarlo y que no son sino las interesadas y manipuladas versiones que dan de él los medios audiovisuales al servicio de los poderosos de este mundo.

Estas divertidas, brillantes y falaces fabricaciones intelectuales -así las creía yo al menos- acaban de recibir un sorprendente respaldo, una indicación concreta de que si las cosas no son así todavía, podrían llegar a serlo pronto, dadas las inquietantes características que va adoptando, aquí y allá, la civilización que nos rodea.

Voy a referirlo a mi manera, que no es la del filósofo, claro está, sino la, más modesta, de un contador de historias. Trasladémonos, allende el Atlántico, al centro de la Amazonía, hasta Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas, famosa porque, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, fue uno de los centros principales del boom del caucho, del que queda como recuerdo un teatro de ópera barroco donde cantó -o se dice que cantó- Carusso.

Hasta hace relativamente poco tiempo el rey de la pequeña pantalla, en Manaos y toda la vasta región amazónica, era un periodista y productor llamado Wallace Souza, que, fiel a su nombre detectivesco, dirigía en la televisión local un programa policíaco llamado Canal l ibre. En él se ventilaban, con descarnado realismo, los crímenes, asaltos, violaciones y demás ferocidades cotidianas con que, tanto en Brasil como en el resto del mundo, los canales de televisión suelen asegurar su codiciado rating halagando el morbo y los peores instintos del gran público televidente.

El éxito del programa era tal que Wallace Souza se hizo célebre y decidió, aprovechando la popularidad de que gozaba, saltar del periodismo audiovisual sensacionalista y truculento a la política (ambos no están tan lejos, después de todo). Lo consiguió con rapidez vertiginosa: en las últimas elecciones salió elegido diputado con la más alta votación en todo el estado de Amazonas. Este es el momento de máximo apogeo en la carrera pública de Wallace Souza, personaje fortachón, mostachudo y barbado, de ternos entallados y, según la prensa, gesticulador y carismático.

Cambio de escenario, dentro de la misma exótica y asfixiante ciudad amazónica. La policía local detiene a un rufián del lugar, ex policía y asesino a sueldo, de apelativo pomposo: Moacir Moa Jorge da Costa, sospechoso de un rosario de fechorías y hechos de sangre, entre ellos, asesinatos. Interrogado y ablandado con los métodos que no es imposible imaginar, confiesa. Sí, ha matado, pero no por maldad ni por codicia, sino profesionalmente, por encargo del flamante diputado y estrella mediática de la Amazonía: ¡Wallace Souza!

Después de sacudirse el trauma que semejante revelación les produce, los investigadores comienzan a atar cabos y las piezas encajan, como en un rompecabezas. Todos los crímenes que ha cometido o en los que ha participado Moacir Moa Jorge da Costa figuraron de manera estelar en los programas de Canal libre y, en todos ellos, las cámaras ubicuas y omniscientes del diputado llegaron al lugar del crimen al mismo tiempo que los asesinos.

La investigación produce este pasmoso resultado: Wallace Souza llevaba a cabo espeluznantes crímenes con el único designio de poder filmarlos antes de que lo hiciera alguno de sus competidores, para obtener las primicias que tenían enganchada a la vasta teleaudiencia, a la que alimentaba en cada programa con sangre, verismo y pestilencia a raudales. Para ello, había montado toda una infraestructura de colaboradores, diestros en la pistola y el cuchillo, seleccionados entre las propias fuerzas de la policía a la que -otra revelación- había estado asimilado.

Quince de ellos están ya en los incómodos calabozos de Manaos, pero no el héroe del macabro aquelarre, pues, siendo legislador y gozando de impunidad, la Asamblea Legislativa tiene antes que despojarlo de aquella para que pueda ser encarcelado y juzgado. ¿Lo será? Paciencia: lo dirá el futuro, y con abundancia de derivaciones y detalles, porque mi instinto me asegura que esta historia tiene para mucho rato.

Hasta aquí los hechos objetivos. Ahora, las conjeturas, acápites y especulaciones. Desde el punto de vista ético, ¿cómo juzgar a Wallace Souza? Es imposible negar que tenía una conciencia profesional desmesurada. Delinquió, sí, pero con la noble intención de servir a su público, de no defraudarlo, de seguir suministrándole aquel horror sanguinario que era su alimento preferido, lo que llevaba a todo Manaos a prender el televisor y buscar Canal l ibre con la ansiedad con que escarba su cajetilla el fumador o se lleva el trago a la boca el alcohólico.

¿Tiene Wallace Souza la entera responsabilidad de haber llegado a esos excesos punibles o la comparte con la miríada de morbosos, subnormales, pervertidos e imbéciles a los que ver mujeres desventradas, chiquillos decapitados, ancianos degollados, arreglos de cuentas de pandillas que se tasajean y entrematan hace pasar una noche divertida?

No es difícil, para cualquier aficionado a la esgrima intelectual, demostrar que Wallace Souza es un producto del siglo XXI, en el que la cultura predominante, en gran parte por la miseria que ha generado la televisión en su frenética carrera por conquistar audiencia escarbando en las sentinas de la vida, destruyendo la privacidad, explotando sin el menor escrúpulo las experiencias más indignas y degradantes, ha pulverizado todos los valores, trastocándolos, de manera que "divertir", "entretener", ha pasado a ser el valor supremo, la prioridad de prioridades, aunque, para conseguirlo, como hizo Wallace Souza, haya que disparar y hundir puñales en el prójimo. Desde este punto de vista, asesino y todo, el director y productor de Canal l ibre es un héroe, o un mártir, de la cultura que, con ayuda de la prodigiosa revolución audiovisual, hemos fabricado para nuestra época.

Desde otro punto de vista, el del "principio de realidad" pascaliano, hago mi autocrítica y reconozco que lo ocurrido en Manaos convierte las teorías (que antes me parecieron delirantes y sofistas) de un Foucault y un Baudrillard en algo que empieza a tener confirmación objetiva en este extraordinario mundo que nos ha tocado. Si Wallace Souza cometió esos crímenes sólo para convertirlos en imágenes, es evidente que, para él y para sus espectadores -aunque éstos fueran menos conscientes de ello que él-, la realidad real era menos importante, meramente subsidiaria o pretexto, de la realidad reflejada por las cámaras, las que, con su perfecta adecuación a los gustos del público, la recomponía, purgaba y recreaba de tal modo que fuera algo que la realidad real lo es sólo muy de cuando en cuando: excitante, terrible, divertida.

Wallace Souza es la primera demostración palpable de que el hombre no es una totalidad definida, sino una materia modelable y cambiante, una melcocha o greda a la que la dimensión imaginaria de la vida propulsada por el sistema educativo más universal y todopoderoso de la historia -las pantallas- va dando forma, realidad y cambiando al capricho de las modas.

Una última reflexión sobre las infortunadas víctimas inmoladas en el ara televisiva por los pistoleros a sueldo de Wallace Souza. ¿Cómo las elegía? ¿Con qué criterio? No se puede descartar que, si quedaba en él un residuo de escrúpulos morales de la época en que todavía era un ser humano, no uno de celuloide o plasma, las escogiera entre la ralea prostibularia, la fauna del ergástulo, para darse así una cierta coartada de justiciero. Pero lo más probable es que no, que, para alguien tan teratológicamente identificado con su profesión, el único criterio consistiera en señalar a las víctimas privilegiando a las que tenían mayor poder de atracción televisiva. Y no hay duda de que el asesinato de un truhán conmueve menos que el de una niña inocente, un ciudadano intachable o una señora embarazada.

¿No les gusta el mundo en que vivimos? Peor para ustedes, porque todo indica que ya no nos queda el antiguo recurso de apagar el aparato de televisión. Ahora, la televisión comienza a ser la vida misma y, nosotros, sus inexistentes comparsas.

28 de agosto de 2009

- CLARIN -





DIARIO CLARIN



Homenaje a su fundador



ROBERTO NOBLE




Roberto Noble nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1902.

Fue periodista, legislador, estadista, escritor y pensador. Tenía 16 años cuando ingresó al Partido Socialista (1918), e inmediatamente fundó la revista crítica social. Su capacidad intelectual y su carácter, naturalmente político, lo llevaron a destacarse desde sus primeros años como estudiante universitario. Colaboró también en varias revistas universitarias y en el diario La Nación.





En 1928 obtuvo su doctorado en Derecho. Elegido diputado en 1930 pro el Partido Socialista Independiente, su mandato se vio interrumpido por el golpe militar del general Uriburu. Reelegido en 1931 cumplió mandato hasta 1936.





Fue vicepresidente de la Cámara de Diputados y Ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires desde 1936 hasta 1938. Como diputado creó la revolucionaria Ley Noble de la Propiedad Intelectual y la Ley de Justicia de Paz Letrada.










Como Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires puso en vigor la ley de Defensa del Peón de Campo, creó el Sistema de Conciliación y Arbitraje Obligatorio como instrumento para resolver conflictos laborales y elevó los salarios obreros un sesenta por ciento.









Fundó Radio Provincia, remodeló el Teatro Argentino de La Plata, y concretó numerosas obras edilicias que aún perduran, como las Galerías Santa Fe sobre la avenida del mismo nombre, en la Ciudad de Buenos Aires; espacio de compras y cultura, para lo que convocó a Raúl Soldi, Leopoldo Presas, Battle Planas, Torres Agüero, Luis Seaoane y Noemí Grestein; entre otros reconocidos artistas para realizar los incomparables murales que todavía se pueden admirar en esta galería comercial.





Abandonó la actividad política en 1939 para instalar un establecimiento agropecuario en Quiroga, provincia de Buenos Aires, al que años después terminó vendiendo para invertir su producido en la fundación de su obra cumbre: El Diario Clarín. Hacía 1945, este medio se había convertido ya bajo su dirección en el diario de mayor circulación en el mundo de habla hispana.





Clarín es un diario matutino argentino editado en la ciudad de Buenos Aires que fue fundado por Roberto Noble el martes 28 de agosto de 1945. De formato tabloide, es el diario con mayor tirada de la Argentina





Paralelamente, en 1955 se avocó a los que serían sus últimos emprendimientos agropecuarios: La Estancia La Loma y Cabaña Santa maría del Totoral. Estos proyectos sirvieron para dinamizar a esa zona de la provincia. A través de ellos se introdujo en esta región la raza Aberdeen Angus. También fue allí donde por primera vez se utilizó el sistema de inseminación artificial en el norte del país.





Llevó también la corriente eléctrica y el teléfono al pueblo de Totoral, donde falleció el 12 de Enero de 1969.

27 de agosto de 2009

- CONDUCTAS -




Un dilema entre la calidad de la obra y la conducta vil



Los escritores y el nazismo



Marcos Aguinis
Para LA NACION
Noticias de Opinión
Foto: Huadi


La democrática y bella Noruega, por medio de una decisión real (o de los asesores del rey Harald V y su esposa, Sonia), se ha metido en un innecesario problema: celebrar a un escritor nazi. La excusa se basa en que cabe diferenciar entre la calidad de una obra y la vileza de una conducta. Un criminal puede ser también un buen artista, y los ejemplos sobran. Knut Hamsun fue un novelista noruego que ganó el Premio Nobel en 1920. Adquirió fama por dos obras escritas mucho antes: Hambre (1890) y Pan (1894).

Como en todos los asuntos humanos, la cuestión no se reduce a blanco y negro. Por eso cautiva reflexionar sobre los matices. Ahora se cumplen 150 años de su nacimiento, un número redondo que estimularía a hacer algo. Pero ¿es suficiente para organizarle un exclusivo museo, desplegar intensos programas de actividades, usar fanfarrias y dedicarle todo el año? En Hamaroy, al norte del círculo polar, será habilitado el Centro Hamsun, con una espectacular torre diseñada por Holl, porque allí vivió el escritor algún tiempo. También la localidad de Grimstad, en el sur de Noruega, le rendirá honores con una plaza con su nombre y otro monumento. Llama la atención que esto ocurra mientras Noruega preside, desde marzo de 2009, la task force de veintisiete naciones dedicadas a la Cooperación Internacional para el recuerdo y la educación sobre el Holocausto.

Knut Hamsun no fue un nazi cualquiera. Defendió con entusiasmo el nacionalsocialismo, estuvo feliz con la invasión germana de 1940, apoyó al gobierno de Quisling (nombre que en Noruega se ha convertido en sinónimo de traidor) y contribuyó a la deportación de judíos hacia los campos de la muerte. Para que no quedaran dudas sobre su ideología, en 1943 le regaló personalmente a Joseph Goebbels su medalla del Premio Nobel. No conforme aún, terminada la guerra y conocidas sus atrocidades, escribió un elogio a Hitler, calificándolo de "luchador por la humanidad y el derecho para todas las naciones". Hasta su muerte, en 1952, nunca se arrepintió de cuanto hizo.

Vidkun Quisling fue juzgado como traidor a la patria y fusilado en un cuartel. Hamsun casi corrió el mismo destino, porque también lo degradaron a traidor de la patria, pero sin aplicarle la pena de muerte. Es curioso que esa sentencia haya sido firmada en los tribunales de Grimstad, la misma ciudad en cuya plaza ahora se le erige un monumento.

El presidente de la noble Fundación Internacional, Raoul Wallenberg, escribió una carta muy dura a la reina Sonia, quien auspicia estos tributos, y a su hija, elevada a "patrona" de los fastos. "Hubo muchos genios nazis; pero no sé de ninguno que reciba homenajes de jefes de Estado", le dijo, entre otras puntualizaciones.

El pueblo noruego ha respondido con perplejidad e indignación a estas efemérides. Entre sus protestas, ha resuelto "decorar" los monumentos a Hamsun con banderas que portan la sangrienta esvástica. Quieren expresar que no han perdido la memoria, como les está ocurriendo a quienes reinan y gobiernan.

Tal vez se opine que Noruega no puede dejar de honrar a un premio Nobel de Literatura. Pero ese país tuvo dos más: el poeta Bjomstjeme Bjornson, en 1903, y la extraordinaria prosista e historiadora Sigfrid Undset, que lo ganó en 1928.

Sigfrid Undset fue la brillante contracara de Hamsun. Aunque nació en Dinamarca, asumió desde joven la nacionalidad noruega. En 1924, se convirtió al catolicismo y profesó como dominica laica. Su repugnancia al nazismo determinó que huyera a los Estados Unidos en 1940, cuando los alemanes invadieron su país. Pero retornó apenas concluyó la guerra. Su obra más destacada es una espléndida trilogía sobre la Escandinavia medieval, titulada Kristin Lavansdatter . Sus tres volúmenes fueron publicados entre 1920 y 1922. Mantienen una prodigiosa frescura. Es el retrato conmovedor de una mujer, desde su nacimiento hasta su muerte. Luego publicó otras novelas. Se destacó por sus audacias modernistas, que incluían el fluir de la conciencia entre otras técnicas. Traducida a decenas de lenguas y estudiada por críticos de varios continentes, Sigfrid Undset fue un paradigma de integridad moral asociada a una caudalosa inspiración literaria.

Otros autores marcharon por sendas intermedias. Las listas de autores nazis, antinazis y neutros son extensas, interminables. Muchos fueron asesinados, otros prefirieron el suicidio, algunos pudieron sobrevivir. Queman los nombres de Stefan Zweig, Walter Benjamin, Ana Frank, Emil Ludwig, Lion Feutschwanger, Imre Kertész, Primo Levi, Bertold Brecht, Iréne Némirovsky, Elías Canetti, Hermann Broch, Alfred Döblin, Thomas y Heinrich Mann, Nelly Sachs, Jorge Semprún, Gershom Scholem, Robert Musil, Joseph Roth. Fueron antinazis firmes que pagaron cara su resistencia.

Como un caso extraño, para no perder los matices -tal cual propuse al comienzo de este artículo-, opto por evocar otra figura poderosa y emblemática: Ernst Jünger. No fue escandinavo como Hamsun, sino alemán. Esto lo hace más interesante. Nació en un mítico centro de la cultura: Heidelberg. Desde joven lo atrajo un amor fanático por la naturaleza asociado al nacionalismo, rara conjunción que adelantaba su futuro lleno de peripecias. A los 18 años se alistó en la Legión Extranjera de Francia y luchó en Africa. Después tuvo una activa participación en la Primera Guerra Mundial, fue condecorado y, a los 25 años, publicó Tempestades de acero , donde describe las experiencias interiores durante los combates. Esa obra lo lanzó a la fama.

Mientras Hitler avanzaba hacia la toma del poder absoluto, Jünger formó parte de una compleja corriente político-cultural llamada Konservative Revolution, integrada por autores como Karl Smitt y Oswald Spengler. Rechazaban el liberalismo y se mofaban de la democracia. Jünger publicó algunos libros que aumentaron su prestigio: La guerra como experiencia interior , Movilización general y El trabajador .

Era incomprensible, sin embargo, que rechazara el antisemitismo, lo cual le empezó a generar problemas. Por esa misma razón tuvo el coraje de no aceptar el ingreso a la Academia Alemana de Poesía, que la Gestapo había purgado semanas antes. No huyó de su país ni los nazis se atrevieron a tocarlo. Hasta cometió la insolencia de pedir, en 1934, que el gobierno dejase de manipular sus escritos; se negó a ocupar un asiento en el Reichstag y publicó un incendiario texto contra el racismo. Era un dolor de cabeza al que no se podía liquidar fácilmente.

Fue obligado a participar en la Segunda Guerra Mundial y lo enviaron a París durante la ocupación. Allí frecuentó salones literarios y lugares donde se fumaba opio. Se vinculó con militares que tramaban asesinar a Hitler y, secretamente, salvó la vida de muchos judíos. Por esa época anotó en su diario: "El uniforme, las condecoraciones y el brillo de las armas que tanto he amado ahora me producen repugnancia". En 1942 fue enviado al frente ruso y, en 1944, tras el fallido atentado contra Hitler (a quien en sus escritos llamaba Kniebolo), en el que participó secretamente, dimitió de su puesto en el ejército. Estuvo a punto de ser ejecutado.

Durante la posguerra hubo versiones contradictorias sobre su pasado y le prohibieron publicar hasta 1949. Pese a ello consiguió sacar a luz, en Amsterdam, Der Friede ( La paz , 1946), Atlantische Fahrt ( Viaje atlántico , 1947) y Aus der G oldenen Muschel ( La ostra de oro , 1948).

En los años 50 entabló amistad con Albert Hofmann, creador del LSD, y varios de sus libros versaron, en forma directa o indirecta, acerca de la experiencia psicodélica. Sus publicaciones coincidieron con las de Aldous Huxley.

Jünger acuñó la palabra "psiconautas" y expuso en varias obras sus experiencias con diversos tipos de elementos. Recibió el Premio Goethe en 1982, el mismo que se había otorgado a Sigmund Freud. Uno de sus últimos textos es Die Schere ( La tijera ), publicado en 1989, cuando contaba con 95 años de edad. De gran valor histórico y literario son sus diarios de la Segunda Guerra Mundial, Radiaciones , considerados la mayor contribución a la literatura alemana en el siglo XX. Murió el 17 de febrero de 1998, a dos semanas de cumplir 103 años de edad. Pocos meses antes, se había convertido a la fe católica.

Hamsun, Undset y Jünger forman un curioso triángulo rociado por los venenos del nazismo. Ellos encabezan columnas de creadores que marcharon por rutas parecidas a las de sus modelos. Pero a la indigna columna de Hamsun pertenecen los Martin Heidegger, Ferdinand Céline y otros grandes encéfalos con la sensibilidad podrida por la alienación.

La reina de Noruega aseguró -ante el aluvión de críticas internacionales- que los homenajes al nazi Knut Hamsun serán acompañados por una profunda enseñanza contra el totalitarismo y la discriminación, enseñanza que le hubiera hecho falta a ese fascista criminal y traidor, cuyo máximo mérito actual para tantas reverencias es haber nacido hace un siglo y medio.

26 de agosto de 2009

- CORTAZAR -





Julio Cortazar



El bestiario de cronopios y rayuela, con las armas secretas y los premios de final de juego.


Un genio de nuestra literatura





Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de Agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años.





Paso la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país.





Enseño en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de nuestro país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa.





En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después el mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes.





Apenas dos anos después, en 1951, publica Bestiario: ya surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: los inolvidables tomos de relatos, los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez), las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973).





El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituída por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor.





Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.

Entre sus obras aparecen:





• Los Reyes (1949)
• Bestiario (1951)
• Final de Juego (1956)
o Continuidad de los parques
o No se culpe a nadie





• Las armas secretas (1959)
• Los premios (1960)
• Historias de Cronopios y de Famas (1962)
o Instrucciones para subir una escalera
o Historias de Cronopios y de Famas





o Conducta en los velorios
• Rayuela (1963)
• del capítulo 7
• del capítulo 68
• Todos los fuegos el fuego (1966)





• La vuelta al día en ochenta mundos (1967)
o la máquina para leer Rayuela y otras historias
• 62/Modelo para armar (1968)
• Último round (1969)
• La prosa del Observatorio (1972)





• Libro de Manuel (1973)
• Octaedro (1974)
• Alguien anda por ahí (1977)
• Territorios (1978)
• Un tal Lucas (1979)





o Lucas, sus pudores
• Quremos tanto a Glenda (1980)
• Deshoras (1982)
• Nicaragua tan violentamente dulce (1983)
• Los autonautas de la cosmopista (1983, escrito con Carol Dunlop)


• Divertimento (1986)


• El Examen (1986)
• Diario de Andrés Fava (1995)
• Adiós Robinson (1995)



25 de agosto de 2009

- ARGENTINA HOY -



















El gran escritor franco-rumano nos recomendaría trabajar para el renacimiento

Cioran y la Argentina de hoy

Abel Posse
Para LA NACION
Noticias de Opinión


"Pasemos del infinito negativo de la nostalgia al infinito positivo del heroísmo"
(E. Cioran, refiriéndose a la decadencia rumana).

Hay un momento en las alternantes decadencias de los pueblos en que nos sentimos desesperados por el destino grande que nos imaginamos en tiempos de bonanza y de éxito (como fue el caso de la Argentina desde la organización, a partir de 1853, hasta la Guerra de las Malvinas, para fijar un hito aproximado). De país respetado y admirado, fuimos pasando, de tropezón en tropezón, a una desilusionante comunidad capaz del error y hasta del ridículo.

Es la falta de valores y la pérdida del orgullo nacional lo que nos lleva a la descomposición de las formas políticas y a la decadencia económica. Esto nos cuesta entender a los argentinos, que somos incapaces de reflexionar sobre la enfermedad básica que nos acosa: los disvalores, los mecanismos errados y hasta una concepción falsa y rencorosa acerca de la realidad del mundo actual.

En Francia se acaba de publicar, en Editions de l´Herne, un curioso conjunto de ensayos de Emile Cioran, el extraordinario filósofo franco-rumano, sobre sus reacciones de indignación ante la Rumania de los años 30, sumida en la grave e insuperada decadencia, que pagaría como sierva y luego con decenios de comunismo, hasta el fusilamiento del matrimonio Ceaucescu.

Implacablemente, Cioran denuncia a su pueblo, a sus connacionales de aquella década: "Somos un pueblo, una aglomeración, pero no una nación. Porque en vez de batirnos por una idea histórica, en el mejor de los casos, sólo hemos vivido a la defensiva. Hemos ido a la rastra de la Historia?"

Afirma Cioran que cuando se llega a ese punto, ya no hay "soluciones administrativas", sean del orden político o del orden económico. Se requiere una disposición heroica o un hecho histórico mayor, capaz de producir una situación, como la del enfermo al que sólo una crisis salvará de llegar a la etapa terminal.

Para Cioran, los pueblos no tienen destino en el mundo hasta el momento en que ingresan por el umbral de la historia. La historia es existencia. Lo demás es sobrevivencia insignificante, mera duración. (Los argentinos sentimos que caemos de una historia brillante en la mera duración insignificante y decadente de hoy.)

Cioran introduce una palabra más propia de la teología que de la política: afirma que cuando un pueblo entra en ese estadio de inoperancia y decadencia sólo podrá reintegrarse en la corriente de la historia mediante una "transfiguración". Debe arrancarse de la mediocridad, de la vulgaridad y del conformismo de sus formas acostumbradas y encender creativamente todas las figuras que componen la multiplicidad de un pueblo.

Debe transfigurarse, ir más allá de las figuras de la cotidianidad y alzarlas en pasión, en voluntad, en alegría, en creación, en prosperidad, en amor; no quedarse estancado en la demagogia, en la chatura del pueblo inerte y conformista, y levantarse hacia la anagogía, hacia lo espiritualmente superior.

Eso ocurre cuando un pueblo es protagonista del tiempo, más allá del mero durar. Un viento de voluntad y de dignidad nacional lo lleva a afirmar sus posibilidades, conjugándolas con las mejores corrientes de su época. El orgullo nacional se recupera desde la cultura. Se trata de ser desde la propia cultura; esto quiere decir, sin renunciar a lo particular, a su idiosincrasia, a su estilo.

Tal vez, después de la derrota en las Malvinas, se estableció en nosotros el demonio del escepticismo. Salvo alguna excepción, no hay convocatoria sobre estos temas, que están muy por encima de lo cotidiano. Somos una generación aburrida, espesa, carente de imaginación y de coraje. Aceptamos dirigentes que, por lo general, están muy por debajo del nivel de la inteligencia de los argentinos. Es como si hubiésemos firmado un sombrío pacto de resignación para la mediocridad.

Perdimos el sentido de pertenencia y de presencia en la historia de nuestro tiempo. Hasta nos hemos despegado del Mercosur, de la imprescindible estrategia conjunta con Brasil y hasta con la hermandad continental nacida de los Libertadores. (Brasil, con su voluntad nacional intacta, ingresa en los espacios mayores del poder mundial. La Argentina se esfuma en la insignificación internacional.)

El politicólogo Marcelo Gullo acuñó el término "insubordinación fundante" para el sentimiento que se va dando en muchos pueblos y a lo largo de la historia para rebelarse contra la mediocridad y para acceder a las formas políticas mayores de su época y de sus intereses nacionales.

Esa fiesta de protagonizar una "insubordinación fundante" es ejemplificada por Cioran con la figura de Charles de Gaulle, que asume el poder en una Francia débil y desprestigiada, vencida con poca lucha y con enormes dificultades económicas desde la posguerra, y que propone a los franceses no el mero bienestar burgués, sino nada menos que la grandeza, el retorno a una Francia capaz de aportar creación, estilos, principios, ideas nuevas para el mundo.

Para superar la decadencia se necesitan sentido de la aventura y desafío de creatividad, en todos los órdenes. De Gaulle estableció el resurgimiento a partir de los valores nacionales, el sentimiento patriótico y la reacción de dignidad que los franceses sentían en profundidad y con culpa.

¿Podremos los argentinos de esta hora mediocre alzarnos hacia la fuerza de dignidad que alguna vez tuvimos?

Somos una generación resignada a verse caer en la escala de valores de las naciones. Cada día, anotamos con prudencia de notarios la torpeza cotidiana que enseguida olvidaremos. Vivimos una democracia aparente, carente de mecanismos de reacción, que ni siquiera puede defendernos del autoritarismo insólito que sigue ejerciendo el señor K en el pleno uso ilegítimo de los poderes del Estado.

Hemos vinculado la idea de democracia con la de debilidad y hasta con la de indiferencia.

Vivimos un interinato minoritario desde el 28 de junio último. En esos comicios, la voluntad nacional se expresó en dirección contraria al oficialismo, y hasta indignada por causa de un estilo de gobierno capaz de dañar la economía tanto como el prestigio del país.

En esta hora, el Gobierno, que es mandatario y no mandante, debe servir para restañar la republicanidad dañada, la economía paralizada y la pobreza que ya se hace mayoría en el país que hasta hace poco en nuestra región fue el más poderoso y rico.

Para esto debe abrirse inexorablemente al diálogo con todos los factores de poder de la Nación y abandonar el rencoroso búnker en el que se definió nuestra actual decadencia. No podemos imaginar dos años de presidencia vicaria, usurpada, no asumida realmente.

Nos preceden muchas generaciones que vivieron con pasión sus convicciones, insubordinaciones y renovaciones: los guerreros de la independencia; la generación de los constituyentes, que se propusieron no sólo estructurar un país sino ser una gran nación; la inédita alianza fundacional Roca-Sarmiento; los hombres del 80, con su voluntad modernizadora y educativa; la republicanidad impulsada por el yrigoyenismo; el peronismo justicialista; el frustrado intento de Frondizi; el restablecimiento democrático de Alfonsín, hasta el entusiasmo menemista de primermundismo.

Todos estos momentos fueron vividos con pasión. Pasado su tiempo, dejaron su aporte enriquecedor y sus mitologías. Exaltaciones, contradicciones, pero siempre la pulsión de voluntad y de fe en la Patria.

Hoy, los dirigentes se nos presentan como prudentes administradores de un largo aburrimiento y de una decadencia que parece ya el consentimiento de un naufragio. Los vencidos del 28 de junio se mueven y conspiran para un futuro como vencedores. Los vencedores muestran una irritante pasividad, de vencidos apocados.

Urge salir de esta encerrona. Los sectores políticos deben reorganizar la nación a partir de la definición de políticas de Estado válidas para todos. Los dos pilares para hallar consenso fueron ampliamente aprobados en los debates electorales: 1) reorganización institucional republicana, y 2) reconstrucción inmediata del agonizante centro productivo nacional, el agro.

Pero el tema de nuestro tiempo argentino es ineludible: reconstruir esta patria disminuida, enferma, descolgada de sus propios valores. Sin heroísmo ni mucho orgullo, como dudando de su lugar dentro el mundo. Es una tarea educativa, pero que debe encararse de inmediato. Una tarea de fe colectiva.

Sarmiento creía en la instrucción pública indispensable. Alberdi veía más lejos, tal vez en el sentido de lo sugerido en esta nota: una nación se afirma desde la voluntad nacional de la comunidad que la habita. Sin sentido de gloria, no habrá gloria. Sin sueño de heroísmo, sólo habrá entes, meros ocupantes de un terreno comprado en mensualidades, no de una patria. Sin una educación de orgullo y de voluntad de superación, sería imposible repetir nuestras realizaciones de país grande.

Hoy necesitamos educación del alma, más allá del pupitre y del pizarrón (que también faltan).

Nuestros errores políticos, sociales y económicos se reiteran porque tenemos un subconsciente enfermo, de país que piensa mal y que se quiere poco.

Debemos arrancarnos de esta Argentina mediocre, insolidaria, que acepta la pobreza con resignación y el aburrimiento como fatalidad. Si todavía viviera Cioran, él diría que hemos llegado a un punto igual al de la Rumania de su juventud; nos recomendaría escandalizarnos y trabajar no para la sobrevivencia, sino para el renacimiento. Una tarea mayor, indeclinable, para superar la realidad de nuestra decadencia y el dolor de haber sido y ya no ser.

Abel Posse escribió El inquietante día de la vida y Los cuadernos de Praga, entre otros libros

24 de agosto de 2009

- BORGES Y LA LECTURA -





JORGE LUIS BORGES


23 años sin Borges


24 de agosto - Día del Lector




Un 24 de agosto de 1899, nace Jorge Luis Borges en la Ciudad de Buenos Aires, hijo de Jorge Guillermo Borges y Leonor Acevedo, en la casa familiar de la calle Tucumán, entre Esmeralda y Suipacha.





En 1901, tras el nacimiento de su hermana Norah, la familia decide mudarse a una casa más amplia en Palermo, barrio en el que Borges conocerá con el paso del tiempo las andanzas de diversos compadritos.
En 1906, como su padre desconfiaba de la educación pública, Borges toma sus primeras lecciones en inglés con una institutriz británica, miss Tink.





Su padre se jubila en 1914 y emprende con la familia un viaje a Europa para someterse a un tratamiento oftalmológico. Después de recorrer Londres y París, se establecen en Ginebra (Suiza) al no poder regresar a la Argentina por el estallido de la Gran Guerra. En esta ciudad Borges cursa tres años del bachillerato en el Lycée Jean Calvin y estudia francés y alemán.





Poco después del fallecimiento de la abuela materna, la familia se traslada en 1919 a Lugano (Italia) y más tarde a España, donde Borges frecuenta las tertulias de Cansinos-Asséns en el café Colonial de Madrid y forma parte del movimiento ultraísta que habría de encabezar en Argentina.





Al regresar a Buenos Aires en 1921, Borges "descubre" los suburbios porteños que aparecen frecuentemente en sus primeros libros de poesía (Fervor de Buenos Aires, 1923; Luna de enfrente, 1925; Cuaderno San Martín, 1929) y comienza a publicar numerosas colaboraciones en revistas literarias y periódicos.





Funda, junto a otros escritores, las revistas Prisma y la segunda época de Proa y en 1925 publica su primer libro de ensayos, Inquisiciones, al que se seguirán El tamaño de mi esperanza (1927) y El idioma de los argentinos (1928), excluidos de sus Obras Completas.





En 1931 Victoria Ocampo funda la revista Sur, en la que Borges se desempeñará como colaborador desde los primeros números y publicará reseñas bibliográficas, críticas cinematográficas, ensayos y, más adelante, poemas y cuentos. Es por esta época cuando conoce a Adolfo Bioy Casares, uno de sus más cercanos amigos, con quien firmará en colaboración numerosos libros y desarrollará diversas actividades literarias.





Un nuevo libro de ensayos, Discusión, que rescatará para la posterior edición de sus Obras Completas, editadas en 1932. Al año siguiente comienza a dirigir junto a Ulises Petit de Murat el suplemento literario del diario Crítica, la Revista Multicolor de los Sábados, donde aparecen entre 1933 y 1934 los relatos que integrarán Historia universal de la infamia (1935). Inicia en 1936 una importante serie de colaboraciones en El Hogar, donde publicará quincenalmente gran cantidad de reseñas bibliográficas, biografías sintéticas de escritores y ensayos.





En 1937 Borges consigue por recomendación de Francisco Luis Benárdez un empleo en la biblioteca municipal Miguel Cané, en Almagro Sur, donde cataloga libros y, en sus ratos libres, se dedica a leer y a escribir sus primeros cuentos. En febrero de 1938 fallece su padre después de un ataque de hemiplejía. El día de Nochebuena Borges padece un accidente que le produce una septicemia y debe ser internado; al reponerse escribe su famoso cuento "Pierre Menard, autor del Quijote", que aparece en Sur.





Junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo compila la Antología de la literatura fantástica en 1940 y, al año siguiente, la Antología poética argentina. En 1941 publica también su libro de narraciones El jardín de senderos que se bifurcan que, al no resultar premiado en un concurso, suscita un movimiento de desagravio al autor.





Edita en 1942 “Seis problemas para don Isidro Parodi”, en colaboración con Bioy Casares. Su libro Ficciones (1944), que recoge los cuentos de El jardín de senderos que se bifurcan y agrega otros bajo el título de Artificios, es premiado por la Sociedad Argentina de Escritores con el Gran Premio de Honor.





En 1946 se ve obligado a renunciar a su empleo de la biblioteca Miguel Cané tras el ascenso al poder de Juan Domingo Perón. Para obtener algunos ingresos con que sustentarse, Borges se ve obligado a dictar conferencias en Buenos Aires y, más tarde, en Uruguay y diversas provincias de Argentina.





En 1949 publica El Aleph, uno de sus más importantes libros de narrativa y en 1952 sus ensayos Otras inquisiciones. Preside la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) durante el período 1950-1953. En 1955, tras el derrocamiento del gobierno de Juan D. Perón, es nombrado Director de la Biblioteca Nacional. Ese mismo año también es nombrado miembro de la Academia Argentina de Letras.





Recibe en 1956 el Premio Nacional de Literatura y un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Cuyo. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires dicta una cátedra de literatura inglesa. Desde esta fecha los médicos oftalmólogos le prohiben la lectura y pasa a depender de su madre y un círculo de amistades que gustosamente se presta a tareas de amanuense. Con Margarita Guerrero publica en 1957 el Manual de zoología fantástica, en México.





En 1961 recibe el Premio “Formentor” compartido con Samuel Beckett que otorga el Congreso Internacional de Editores. Este importante galardón lo promueve internacionalmente y le ofrece la posibilidad de ser editado en numerosos idiomas. En compañía de su madre viaja por tercera vez a Europa en 1963, y ofrece conferencias en Inglaterra, Escocia, Francia, Suiza y España.





En 1964 la editorial L'Herne de París publica un grueso tomo dedicado a su obra con ensayos de críticos de diversos continentes. El 21 de septiembre de 1967 se casa con Elsa Astete Millán, quien lo acompaña a Estados Unidos, donde dicta un curso en la Universidad de Harvard y conferencias en distintos ámbitos académicos. Se separa de su mujer tres años después.









Durante la década del setenta publica volúmenes de poesía (El oro de los tigres, La rosa profunda, La moneda de hierro, Historia de la noche), dos libros de cuentos (El informe de Brodie y El libro de arena) y varios tomos en colaboración (¿Qué es el budismo?, Nuevos cuentos de Bustos Domecq, Breve antología anglosajona).
En 1974 reúne por primera vez en un volumen sus Obras Completas, editadas por Emecé. Su madre fallece a los noventa y nueve años en 1975.





En estos años realiza numerosos viajes alrededor del mundo generalmente acompañado por María Kodama y recibe premios y distinciones significativas (diversos doctorados Honoris Causa, la Orden Bernardo O'Higgins del gobierno chileno, las llaves de la ciudad de Bogotá, la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, la Cruz del Halcón islandesa, etc.).





En 1980 firma junto a otras personalidades una "Solicitada sobre los desaparecidos" en el diario Clarín. Los conjurados, su último libro de poemas, se edita en 1985.
Fallece en Ginebra el 14 de junio de 1986, poco después de haberse casado con María Kodama. Sus restos se encuentran en el cementerio de Pleinpalais.





Fue, sin duda alguna, el más importante escritor Argentino, y uno de los más relevantes del habla hispana.
Detrás de esa estampa seudo almidonada que algunos quisieron imponer, se escondía un hombre sencillo y tierno, casi tímido, con una visión bastante más terrenal de los problemas de la gente, que en sus inolvidables ficciones.





Amante del cine y el tango, luego de reunirse para concretar un disco, le permite a Astor Piazzolla a quien admiraba, ponerle música a sus poemas “Jacinto Chiclana”, “El Tango”, “Milonga de Don Nicanor Paredes”, “Oda íntima a Buenos Aires”, etc.

En su libro "Evaristo Carriego", Jorge Luis Borges encierra toda una definición sobre la música.

Ricardo A. Carrasquet Copyright © TM