11 de agosto de 2008

- MI BUENOS AIRES -





Buenos Aires querible


No es novedoso que la ciudad de Buenos Aires tiene millones de adeptos, porteños, provincianos y visitantes extranjeros. Al margen de la innegable existencia de minoritarios detractores, Buenos Aires atrapa y seduce. Pero sería aún mucho más atractiva si ese sentimiento positivo se viese traducido en acciones cuya ausencia, mal que pese, conspira contra la fisonomía y el carácter urbanos.

Hace pocos días, el Ministerio de Cultura porteño concretó por primera vez una singular iniciativa denominada "Mi Buenos Aires Querible". Novedosa y ágil -se la repetiría anualmente-, consistió en la realización de paseos por lugares característicos de la urbe, de manera tal que los participantes se instruyesen en sus características y peculiaridades. Esos nuevos conocimientos servían para responder las preguntas contenidas en un cuadernillo publicado por LA NACION y también difundidas mediante un "sitio" especial.

En definitiva, el éxito coronó la propuesta porque muchísima gente siente enorme afecto por la ciudad, pero no la conoce a fondo. Conocerla es aprender a quererla, se podría decir. Pero ¿basta conocerla? ¿O al margen de pregonar ese amor suscitado por el conocimiento, habría que demostrarlo mediante actitudes y conductas renovadas y hasta, si se quiere, un tanto audaces?

Buenos Aires necesita con urgencia que la limpien, porque está sucia y deberían ser sus enamorados los primeros en sentar ejemplo de estar dispuestos a preservar y hacer preservar el aseo urbano, sin temores o vergüenzas. También sería deseable que ese apasionamiento se manifestase por vía del indeclinable acatamiento de las reglamentaciones de tránsito (ahora letra muerta), ya fuese en calidad de conductores de cualquier clase de vehículos o ciclistas o motociclistas o peatones. Y que todos nos uniésemos en defensa de las paredes y los monumentos ultrajados por las pintadas o de los espacios verdes mancillados por descastados pisoteos. Apenas unos pocos "botones de muestra" de un cajón repleto de ellos.

Acertado es que se enseñe por qué es querible Buenos Aires. Pero de poco servirá el esfuerzo empeñado para hacerlo si no despierta la imprescindible convicción de que no basta amar a Buenos Aires si no estamos dispuestos a demostrar con nuestro ejemplo que la queremos contribuyendo a protegerla y mejorarla.

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