20 de marzo de 2009

- NUESTRA DEMOCRACIA -




Hacen falta acuerdos básicos para mejorar la democracia


Pacto patriótico, urgente


Marcos Aguinis
Para LA NACION
Noticias de Opinión



Se precipitan los acontecimientos y aumentan los riesgos de la gobernabilidad. También se acelerará nuestra degradación si no encendemos los motores. Numerosos argentinos creen que la gobernabilidad se consigue con el látigo. Esa percepción equivocada deriva de una historia llena de abusos, demagogia y opresiones. Pero en un artículo que hace unos días se ha difundido en gran parte del mundo, el agudo periodista venezolano Moisés Naim señala otra cosa. Los males no derivan, en forma dominante, de causas económicas, despilfarro fiscal, corrupción desenfrenada, conflictos étnicos u otros factores sobre los que se machaca de continuo -nadie niega que son males horribles-, sino de un factor más decisivo aún: los límites que se le pone al jefe del gobierno por parte de los otros poderes públicos (Congreso, Justicia, controles). Los estudios en que se basa Naim demuestran que un 70% de las democracias se descomponen en autoritarismos caníbales por causa de la debilidad que tienen esas restricciones.

Esto, precisamente, sufre la Argentina.

En otras palabras: la sabia ruta constitucional inaugurada en 1853 fue quebrada de forma impune y es preciso volverla a construir. No olvidemos que para que haya paz social y progreso es necesario más democracia y un sólido desempeño de las instituciones. La democracia es el gobierno del pueblo, no de un autócrata, aunque se lo haya votado. Es una verdad de Perogrullo que tendemos a olvidar.

El 6 de marzo pasado, en Catamarca, cierto líder político exclamó: "¿Tienen miedo de perder, que adelantan las elecciones? ¿Dónde está la calidad institucional de la que hablan y no quieren para el país?" ¿Recuerdan quién pronunció esas frases contundentes? ¿No? Las pronunció Néstor Kirchner. ¡Asombroso! Porque son incontables quienes ahora suponen que él (sin cargo público alguno) decidió adelantar las elecciones nacionales de octubre a junio, despreciando las consecuencias de una medida que hiere más hondo la deteriorada previsibilidad de nuestro país. ¿Pretende un triunfo aplastante, teme que en octubre nadie lo apoye o se arriesga a un Waterloo? El genial Bonaparte, en vez de aprovechar las cien jornadas que tuvo luego de su exilio en la isla de Elba para dialogar con sus enemigos y establecer la paz, decidió seguir la guerra y jugarse al todo o nada. Sabemos cómo le fue. ¿Lo sabe Kirchner?

Los adversarios del oficialismo no son "destituyentes", como se predica con irresponsable ligereza. Kirchner procede como el rey descripto por Plutarco, que mandó asesinar al oficial que lo había salvado en una batalla para que no hubiera un testigo de su debilidad. No tolera ceder, no acepta críticas, no reconoce verdades ajenas. Y entonces es peligroso, porque destruye, descalifica, embarra. Y puede terminar aniquilándose a sí mismo y a quienes se prenden de sus mocasines. Lamentable, por cierto.

En 2004, luego de publicar un libro de propuestas titulado ¿Qué hacer? Bases para el renacimiento argentino , me convocó Avelino Porto para llevar esas iniciativas a la práctica. Como yo hablaba del papel brillante que habían jugado las Bases de Alberdi, insistió en una verdad: esas Bases no habrían servido de mucho si no hubiera seguido de inmediato la acción firme de Urquiza y decenas de patriotas enlazados por el Pacto de San Nicolás. Iniciamos a fines de 2004 un lento y cuidadoso reclutamiento de inteligencia argentina hasta constituir el Foro del Bicentenario, con la esperanza de sumar voluntades en torno a una fecha que hermana al país entero. Los detalles se pueden leer en www.forodelbicentenario.org.ar . Sus méritos ya exceden largamente las tareas de su brumoso amanecer, porque cada uno de sus integrantes fue depositando con generosidad y entusiasmo ideas que sirven y servirán al país, sin claudicar de experiencias, conocimientos o percepciones diferentes.

Durante estos años hubo reuniones de trabajo, intercambio de enfoques, análisis de propuestas, evaluación de iniciativas. Se realizaron actos públicos con notables figuras del exterior y referentes nacionales. Se elaboró un decálogo de propuestas. A título personal, deseo que el documento sea rubricado por la mayor cantidad posible de partidos políticos y organizaciones sociales, oficiales o no, en la medida en que acepten fortalecer la institucionalidad que hizo grande a la Argentina.

La inminencia de elecciones legislativas abre una oportunidad extraordinaria para conformar un Congreso que ponga límites a los desenfrenos del Poder Ejecutivo y mejore de manera sustancial las virtudes de la democracia. Para ello, urge establecer un pacto entre todas las expresiones políticas, sin importar su ideología o las ambiciones que enfocan a la contienda presidencial de 2011. Si el Congreso elegido se constituye en una entidad maciza, respetable y respetada, decidida a cumplir con un programa legislativo consensuado y ejemplar, nuestro país llegará en mejores condiciones al 2011.

Quizá no sea posible un total acuerdo del amplio arco político y social, pero sí es posible llegar a un compromiso de honor entre todas las fuerzas de bien para que el nuevo Congreso cumpla con los principios que el Foro del Bicentenario ha elaborado con prudencia y esperanza. A título de ilustración, señalo algunos párrafos.


"Vivir reconciliados en un proyecto común de coexistencia política. Respetar plenamente la Constitución y el Estado de Derecho, tanto por gobernados como por gobernantes. Rechazar toda intención hegemónica."


"El Estado debe ser administrado con decencia y en función del bien común. Debe brindar información confiable. Debe ser profesional, con funcionarios que ingresen por concurso y sean promovidos según sus méritos."


"Asegurar que los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial ejerzan su independencia e interactúen de acuerdo con lo establecido por la Constitución. Los órganos de control deben cumplir sus responsabilidades sin condicionamientos. Consolidar la plena libertad de prensa."


"Fortalecer los partidos políticos. Regular en forma ecuánime la distribución de los recursos del Estado. Garantizar la neutralidad del Estado en el proceso electoral. Rechazar como indigna la manipulación de la pobreza con fines electorales."


"Reducir la pobreza y la exclusión con medidas que estimulen la creación de trabajo. Avanzar hacia una comunidad libre de amenazas y respetuosa con el prójimo. Enseñar a obedecer la ley. Combatir la delincuencia."


"Sostener un sistema educativo orientado a la excelencia y la integración. Valorar el conocimiento, la tecnología y la ciencia. Más escuelas, más horas de clase, docentes bien pagos y mejor entrenados, con autoridad intelectual y moral."


"La economía debe ser libre e integrada al mundo. El sector privado tiene que ocuparse de producir y el Estado debe actuar con prudencia fiscal, defender al consumidor, promover la competencia, regular los servicios públicos e incentivar las fuerzas creativas."

Este Foro del Bicentenario, por su naturaleza abarcativa, no entra en detalles que pueden interpretarse como ligados a la oposición contra el actual oficialismo. Va más allá de la coyuntura. Pero en calidad de ciudadano, asumo el riesgo de ingresar en la arena para introducir puntos extra de suma importancia, que no involucran al Foro, porque es una institución que aspira a una saludable neutralidad.

Opino que el pacto patriótico -como un nuevo Pacto de San Nicolás, que se adelantó en un siglo al de la Moncloa- debe incluir la inmediata cancelación de los poderes extraordinarios que le confirieron, en mala hora, al jefe de gabinete. Y, además, que tiene que incluir otros "debe": poner límites a los decretos de necesidad y urgencia. Someter a los ministros a periódicas rendiciones de cuenta. Mejorar la jerarquía e independencia del Consejo de la Magistratura. Frenar los laberínticos recursos que, en forma directa o indirecta, procuran censurar la libertad de prensa y de expresión. Fortalecer los organismos dedicados a ejercer el control de la administración pública, particularmente la escandalosa compra de bienes y servicios, que está superando todos los desquicios que registra nuestra historia. Ejercitar un federalismo real mediante la desactivación de las prebendas que se distribuyen mediante una tramposa coparticipación federal. Castigar el obsceno clientelismo realizado con el patrimonio de la Nación. Consolidar la seguridad jurídica para que la Argentina vuelva a ser el puerto donde converjan capitales productivos. Disminuir o cancelar el robo de las retenciones, para que florezca la productividad agroindustrial.

Si todo esto se pone en movimiento, seremos protagonistas de una marcha tan fructífera y admirable como la que se inició en 1853 y adquirió un notable refuerzo en 1880. De lo contrario, seguiremos deslizándonos por el tobogán de la decadencia en todos los aspectos de nuestro complejo tejido nacional.

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