1 de octubre de 2008

- ARENDT -





Hannah Arendt,



la filosofía y la política




Por Silvia Hopenhayn
Para LA NACION


Leer a Hannah Arendt es adentrarse en los grandes problemas del siglo XX. En sus páginas, no relucen las soluciones. Más bien al contrario: ella interpela, escarba, sacude y, con una lucidez apesadumbrada, pone en evidencia la condición humana en sus mejores y peores momentos. Cada uno de sus libros permite rastrear los orígenes de la filosofía del siglo que le tocó vivir. Arendt nació en Alemania, en 1906, pero no tardó en adoptar la nacionalidad norteamericana.

Para ella, Alemania era poesía y filosofía, y también la cuna de su lengua natal, pero su repudio por el régimen nazi la alejó definitivamente de ella. Recién llegada a la adolescencia, ya había leído Crítica de la razón pura, de Kant, y Psicología de las concepciones del mundo, de Jaspers. Tuvo que abandonar la escuela por diferencias con un profesor. En Berlín, siguió clases de teología cristiana y se deslumbró con la obra de Kierkegaard.

Rápidamente se convirtió en una intelectual participativa. No quería ser filósofa: prefería que la consideraran una teórica de la política. Y esta doble identidad es la que reaparece en un flamante libro, La promesa de la política, editado por Paidós, que reúne algunos de sus mejores escritos y, sobre todo, reordena su pensamiento político. Porque, en definitiva, el gran problema del pensador es, precisamente, la jaula de su pensamiento.

Sus ensayos suponen una intervención sobre los objetos a los que refieren, ya sea para explicar el concepto del amor en San Agustín, revelar las claves del marxismo, dar cuenta del papel de la mujer en la actualidad, denunciar la banalidad del mal y, sobre todo, desmontar el aparato ideológico de los totalitarismos, que vivió muy de cerca, desde el nacionalsocialismo, el franquismo y el fascismo hasta las gélidas políticas de la Guerra Fría.

En La promesa de la política, se juega este doble aspecto genial de la pensadora alemana: su ímpetu de denuncia, ligado al análisis político-sociológico, y su capacidad de calar hondo en la condición humana, al establecer los límites entre el "estar juntos" y la soledad. No en vano sus grandes amigos fueron Karl Jaspers, autor de La filosofía de la existencia, y Martin Heidegger, con su compleja e intensa Ser y tiempo.

De allí que Arendt, en el último ensayo que figura en esta edición, "Introducción a la política" (publicado anteriormente en ¿Qué es la política?, 1997), reflexione acerca de la guerra de la aniquilación troyana y el tratamiento que le dio Homero para comprender cómo acabaron los griegos con el elemento aniquilador de la violencia, que destruye el mundo y lo político. Sin embargo, su mayor disquisición aparece en el primer ensayo del libro, cuando discute acerca del destino y de las ideas de Sócrates.

Habla sobre "el abismo entre la filosofía y la política, que se abrió históricamente con el juicio y la condena de Sócrates, que en la historia del pensamiento político representa el mismo punto de inflexión que el juicio y la condena de Jesús en la historia de la religión". Sí. Leer a Hannah Arendt es adentrarse en los grandes problemas de la humanidad.

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