19 de octubre de 2008

- POLIS -




Ideas en acción:

intelectuales en el ruedo político


Buena parte de la intelectualidad vernácula salió a escena con el propósito de intervenir en la discusión política. Abiertamente kirchneristas unos, críticos los otros, Espacio Carta Abierta y Club Político Argentino son dos expresiones de este debate.

Quiénes son y qué proponen

Por Astrid Pikielny
ARTE DE TAPA: SILVINA NICASTRO



No importa cuántas veces la historia política argentina los haya maltratado o desilusionado, cuántas veces hayan tenido que morder el polvo de la derrota en la arena ideológica ni cuántas veces la participación política concreta les haya recordado la limitada capacidad de los intelectuales para intervenir sobre la realidad. Contorno y Sur, Florida y Boedo, Pasado y Presente, el Club de Cultura Socialista, el grupo Esmeralda que le dio apoyo a Alfonsín o el más efímero grupo Malba que se reunió en torno a la figura de López Murphy, hace apenas cinco años, expresan esa decisión sostenida de la intelectualidad vernácula por comprometer sus ideas en la acción política.

Este año, al calor de la crispación social y discursiva que generó la extendida pelea con el campo, dos nuevas agrupaciones de intelectuales salieron a escena con el explícito cometido de intervenir en el debate político. Con gran repercusión mediática, los intelectuales reunidos en Espacio Carta Abierta (Horacio González, José Pablo Feinmann, Ricardo Forster, David Viñas, Norberto Galasso, Noé Jitrik, Eduardo Gruner, el recientemente fallecido Nicolás Casullo y Horacio Verbitsky, entre otros) salieron a dar su apoyo al kirchnerismo y a aventar los fantasmas "destituyentes" (léase golpistas) que creyeron ver en la acalorada discusión sobre las retenciones y las protestas callejeras. Con menos repercusión hasta ahora, también este año, otro grupo de intelectuales decidió tomar cartas en los asuntos públicos y fundó el Club Político Argentino (CPA).

La coincidencia de tiempo y circunstancias -la polarización generada a partir de la crisis con el campo- y las posiciones ya expresadas públicamente por algunos de los más notorios participantes de uno y otro grupo -los unos pro kirchneristas, los otros más críticos- podrían habilitar una lectura en clave Boca-River de estas dos agrupaciones de intelectuales. La tentación de entender el surgimiento del CPA como una respuesta al Espacio Carta Abierta es muy grande.

Sin embargo, los socios del nuevo club -Juan Gabriel Tokatlian, José "Pepe" Eliaschev, Daniel Muchnik, Marcos Novaro, Maria Matilde Ollier, Vicente Palermo, entre otros- exhiben irrefutable certificado de nacimiento: los primeros borradores en torno a la creación del club son de febrero de este año, mucho antes de que el conflicto con el campo cobrara la dimensión política que tuvo y también mucho antes del primer pronunciamiento de Carta Abierta.

"El CPA no es un foro de intelectuales ni se autodefine como cercano al gobierno o a la oposición- aclara Juan Tokatlian, uno de los integrantes de la mesa provisoria del CPA. Buscamos escuchar y comprender voces distintas, debatir con franqueza y rigurosidad con múltiples interlocutores y sólo pronunciarnos colectivamente cuando ello pueda representar un aporte significativo. Creemos en el valor del disenso sin estimular una polarización facciosa. Confiamos en el consenso como el resultado de una deliberación respetuosa y como modo de superar los naturales conflictos que atraviesa una sociedad."

Es cierto que el espíritu del primer pronunciamiento público del club, en julio, podría leerse como un contrapunto con Carta Abierta: allí el CPA criticaba las simplificaciones, los errores de cálculo y los anacronismos en los que incurrió el gobierno nacional, y repudiaba el estilo crispado, polarizante y confrontativo que alejaba al gobierno del autoproclamado progresismo. En tiempos de antagonismos (y críticas que podían ser consideradas reaccionarias, golpistas o destituyentes), el CPA dejaba en claro su reclamo de que el gobierno nacional reconociera y rectificara los errores, pero también su deseo de que la presidencia de Cristina Kirchner continuara su curso con total normalidad. Sin embargo, sus miembros no descartan que, llegado el caso, podrían también expresar públicamente su acuerdo con alguna medida de gobierno: no somos oposición, insisten, o por lo menos, no necesariamente.

Dificultades y desafíos

Compuesto por hombres y mujeres vinculados al conocimiento, al quehacer cultural, intelectual y de producción de políticas públicas, el CPA nace con claras intenciones de intervención política. De hecho, hace 15 días, los miembros del CPA convocaron a una nueva reunión para realizar "un conversatorio político" al que convocaron a rutilantes figuras del oficialismo y la oposición. Como hubo un compromiso formal de off the record , ni siquiera revelan los nombres de los participantes, pero lo cierto es que algunos de los principales protagonistas de la política de hoy -los representantes del oficialismo invitados al convite desistieron y sí concurrieron representantes de las fuerzas opositoras y del peronismo crítico- aceptaron reunirse para reflexionar no sólo sobre las formas en las que se hace política en la Argentina sino sobre cómo entienden los políticos que debería hacerse.

En esa oportunidad analizaron las dificultades y los desafíos de hacer política en la Argentina actual: la pobreza y la desnutrición estructural como freno al desarrollo; la resistencia del Parlamento a reasumir de una vez por todas y en profundidad el rol que le corresponde; la necesidad de un liderazgo deliberativo que sea capaz de escuchar y debatir; el desafío de lograr que peronismo y gobernabilidad dejen de ser sinónimos; la necesidad de que la Argentina supere posiciones antinómicas y sea capaz de establecer puntos de acuerdo de ahora a diez años; la hipocresía reinante en torno al financiamiento de los partidos políticos, entre otros puntos.

Si Carta Abierta y el CPA retoman la fuerte tradición argentina de constituir espacios de alta densidad e irradiación política, cabe preguntarse cómo se reconfigura la cartografía intelectual con el surgimiento de estas agrupaciones, justo en el mismo año en que bajaron sus persianas el Club de Cultura Socialista y la publicación que dirigía Beatriz Sarlo, Punto de vista , dos proyectos político-intelectuales que fueron faro para la progresía de las últimas décadas.

"Es bastante abusivo y arbitrario afirmar que el CPA y CA disputan el espacio progresista. Si ese espacio existe, es amplio, muy amplio. El CPA tiene propósitos mucho más "modestos" y, a la vez, extraordinariamente más ambiciosos que el de disputar el espacio progresista", afirma Vicente Palermo. "Tiene el propósito de contribuir dentro de una tarea que los socios del club, estimo, consideramos plural, colectiva, y en la que el CPA no puede ser más que uno de los muchos ríos que van a dar a la mar de una política cuya calidad esté a la altura de los muchos desafíos que el país tiene por delante."

Ser progresista hoy, explica Palermo, "es hacer esfuerzos inteligentes y responsables para conjugar las condiciones democráticas de la igualdad, las condiciones republicanas de la libertad y las condiciones capitalistas de la prosperidad. Algo por cierto endiabladamente difícil no sólo en la Argentina".

Pepe Eliaschev advierte que quisiera eliminar de manera tajante la idea de disputa porque "el Club Político Argentino no le disputa nada a nadie, menos un espacio definido por esa gaseosa y finalmente engañosa noción de "progresismo". Nos hemos congregado para fortalecer nuestras señas identitarias fundamentales: la pasión por las ideas, la tradición del libre examen y la libertad espiritual para disentir sin descalificar a quien no comparte las propias miradas". Y luego agrega que no sólo cree "que no es progresista descalificar como enemigos de la patria o agentes de la oligarquía a quienes exhibimos disgusto por el populismo y la demagogia, sino que tal conducta es el símbolo de lo retardatario. También me parece repelente y absurda la odiosa noción de que los medios son hoy el partido de la derecha", concluye, en clara alusión a uno de los pronunciamientos de CA.

Tanto Ricardo Forster como Horacio González, miembros conspicuos de Carta Abierta, coinciden en bajar los decibeles de la confrontación reinante y en no endurecer las líneas que definen la naturaleza de esa agrupación. "Después del voto de Cobos -dice Forster- Carta Abierta siguió desplegándose, reuniéndose y emitió una cuarta carta que quizás es la más compleja de todas. Sigue reuniendo gente no solamente de Buenos Aires sino de diversas partes del país, lo que daría la impresión de que hay una tendencia a la continuidad y no es simplemente un espacio espasmódico que desaparece después del conflicto agropecuario. Creo que es parte de un debate político nacional, es un interlocutor al interior de ese debate con características muy propias: no es un partido político, no es un movimiento social, es un nucleamiento de gente vinculada a la cultura, al mundo intelectual, a la universidad, que trata de encontrar otros modos y otras palabras para pensar el presente".

Horacio González, también subraya la naturaleza independiente de CA y el hecho de que las coincidencias de pensamiento no obligan ni condicionan todas las acciones futuras: "Carta Abierta es una forma de democracia viva, juzga cada hecho según sus características singulares, no aplica leyes de la historia premoldeadas ni se rige por estatutos y afiliaciones. Ciertamente, confluyen en el río común afluentes cuyo acervo proviene de distintas familias del memorial político argentino, tanto de índole nacional-popular como socialista. Pero no es meramente una manifestación del progresismo, pues a pesar de que toma a su cargo la herencia latinoamericanista, popular y democrática, percibe la historia sin una base previamente asegurada de acumulación y aplicación de normas politológicas de turno."

Cómodo en las declaraciones directas, a veces crudas, José Pablo Feinmann es el encargado de llevar la reflexión más bien teórica de Forster y González a su expresión más provocadora y vinculada directamente a la actualidad política. "Carta Abierta reúne gente para la cual la Sociedad Rural, más los diarios tradicionales que siempre adhirieron a los golpes, más la clase media que también los apoya, más todo un complejo mediático en manos del verdadero poder del país y la presencia siempre presente de la Embajada de los EE.UU. que representa los dictámenes del Departamento de Estado, es una clara señal de una amenaza "destituyente"".

A lo largo de estos meses Carta Abierta dio a conocer sus posiciones a través de cuatro documentos en los que alertó sobre el surgimiento de una nueva derecha en América latina -que al no tener representatividad política, dice el documento, opera a través de los medios de comunicación- y denunció las nuevas alianzas que se oponen a la redistribución del ingreso en la Argentina.

Sin rodeos, José Pablo Feinmann advierte que lo que se propone Carta Abierta es frenar la llegada al poder de la derecha peronista. "Todos (todos los que se oponen al gobierno de Cristina Fernández) están, lo sepan o no, trabajando para la única alternativa posible: la derecha peronista. Con el liderazgo de Duhalde, no como candidato a nada, y con las posibles figuras de Reutemann como hombre para la fórmula o De la Sota. Los otros aliados son los hermanos Saá. Y el poder menemista que, en el plano económico, conserva baluartes. Qué papel jugará Felipe Solá es una incógnita. Creo que de todo este conjunto de impresentables sería el más adecuado para encabezar una fórmula alternativa. Sépanlo, señores: ustedes pelean por Duhalde, De la Sota, Reutemann, los Saá, Menem y, en el mejor de los casos, por Solá. Háganse cargo. Si llevan el país a eso tendrán una responsabilidad enorme por la que responder en un futuro cercano".

Para Juan Tokatlian Carta Abierta aglutina un a sector de la intelectualidad que merece reconocimiento y respeto, pero deja en claro su posición personal y sostiene que sus aseveraciones sobre la reciente crisis del campo -y sus efectos- fueron muy categóricas, sin claroscuros y demasiado defensivas. "Tengo la impresión de que la ciudadanía hoy reclama un lenguaje más inteligible y convocante; algo que estuvo ausente en los dos últimos pronunciamientos". Y agrega que a diferencia de lo que sus autores han afirmado, "Carta Abierta surgió más bien en un momento constituyente. Esto es; que Argentina (y el mundo, en general) se repolitiza con expresiones muy diversas que, en muchos casos, poco tienen que ver con dinámicas del pasado y que requieren una lectura decantada".

Final de época

Muchos de estos temas y debates, centrales en la agenda política de estos 25 años, fueron centrales también en otros espacios, uno en especial, fundamental en la transición democrática argentina y que hoy se encuentra en proceso de liquidación: el Club de Cultura Socialista (CCS).

Nacido en julio de 1984, el CCS fue un centro de producción y circulación de ideas políticas y culturales de incuestionable valor intelectual. Caja de resonancia de los grandes debates de los ochenta y noventa, tenía un enorme poder de irradiación a través de las cátedras universitarias de ciencias sociales, los suplementos culturales y políticos, los artículos de opinión, los centros de investigación, los catálogos de las editoriales que publicaban sus textos (ver recuadro).

La caída de los socialismos reales, la muerte, en 1991, de José Pancho Aricó (figura primordial e insustituible), la crisis y el éxodo de algunos de sus miembros, la reciente muerte de varios miembros del grupo fundador (Juan Carlos Portantiero, Oscar Terán y Jorge Tula), las dificultades para incorporar a hombres y mujeres de otras generaciones y trayectorias y genealogías políticas en las discusiones del club, la pérdida de densidad política, fueron algunas de las razones que confluyeron en la fatiga de una agrupación que, con errores y aciertos, había dejado huella con su intento de pensar el devenir político argentino. No sería arriesgado pensar que el cierre del CCS condensa, también, un final de época.

Hoy, a veinticinco años de restauración democrática, el mapa intelectual ha quedado modificado con la creación de dos nuevos espacios de debate político. Solo resta saber si estas agrupaciones terminarán siendo una respuesta puntual y reactiva a una determinada coyuntura política, o si aspiran de verdad a pensar una Argentina que camina hacia el Bicentenario atravesada por nuevas encrucijadas y grandes desafíos.

Participación y desencanto


Durante la última dictadura militar el Grupo de Discusión Socialista se embarcó en México en un largo proceso de reflexión y autocrítica, plasmado luego en los trece números de la revista Controversia , una publicación por la que circuló el universo argentino de la izquierda revolucionaria tanto peronista como marxista. Uno de los temas fundamentales en esa operación de revisión y de pasaje del marxismo a la socialdemocracia fue el descubrimiento y el rescate de la democracia como terreno estratégico de transformación.

Con la recuperación democrática y el regreso de muchos de ellos del exilio, el Club de Cultura Socialista (CCS) abrió sus puertas en 1984. José "Pancho" Aricó, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Juan Carlos Portantiero, María Teresa Gramuglio, Sergio Bufano, Marcelo Cavarozzi, Alberto Díaz, Rafael Filipelli, José Nun, Osvaldo Pedroso, Hilda Sábato, Jorge Tula, Emilio de Ipola, Oscar Terán y Hugo Vezzetti integraron el grupo fundador.

Algunos de ellos hicieron una fuerte apuesta política por la presidencia de Raúl Alfonsín. Un subgrupo dentro del Club Socialista -bautizado por los medios como Grupo Esmeralda e integrado entre otros por Portantiero y Emilio de Ipola- redactó el célebre discurso de Parque Norte, que Alfonsín pronunció el 1 de diciembre de 1985. En la "Convocatoria para una convergencia democrática", Alfonsín presentó las bases de una democracia avanzada, al estilo de la sociademocracia europea, cuyo tríptico estaba integrado por los conceptos de "participación, modernización y ética de la solidaridad".

Tiempo después, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final provocaron la primera crisis de envergadura dentro del CCS. En 1993 sobrevino una nueva crisis y varios de sus miembros, entre ellos Sarlo, Vezzetti, Filipelli y Adrián Gorelik, se alejaron del Club.

Mientras soplaban los vientos menemistas, y en medio del retraimiento generalizado, el CCS logró preservarse como ámbito de discusión y permaneció como club de pensamiento interesado en construir un espacio de centroizquierda.

Años después, cuando la Alianza se propuso como alternativa y erigió las banderas de la república, la ética y la transparencia, algunos miembros de ese grupo le brindaron su apoyo a través del Frepaso. Luego de la renuncia de Carlos "Chacho" Alvarez y la salida anticipada de Fernando de la Rúa, sobrevino un nuevo desencanto o desilusión. Después de la gran apuesta del Club en los ochenta por Raúl Alfonsín, el CCS había perdido su capacidad o posibilidad de intervenir activamente en política.

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