15 de abril de 2009
- TARTAGAL -
El escenario
El precio de lujos muy caros
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
Noticias de Política
Barro en Tartagal. Tres muertos y ocho desaparecidos. La Presidenta saltó en febrero del boato del Palacio de Oriente, en Madrid, al lodo de Salta. Dos meses después, el dengue entró por la puerta del Chaco y se expandió rápidamente por gran parte del norte y el centro del país. El Estado tiene identificados unos 12.544 casos, pero organizaciones no gubernamentales triplican esa cifra: los afectados podrían ser casi 40.000.
Ni Cristina Kirchner ni su esposo ni su gobierno se han notificado de la epidemia, que ha provocado una psicosis social. La peligrosa presencia del dengue pudo ser una tragedia evitada. De hecho, había desaparecido de la Argentina hacía muchos años. Pero las necesarias fumigaciones fueron espaciándose desde 1997 y desaparecieron en los últimos años. Estos fueron justo los años de mayor crecimiento económico de la Argentina desde 1945. Néstor Kirchner se pavoneaba entonces del superávit fiscal. ¿Adónde fue ese dinero si declinaron la salud, la educación y la seguridad, las funciones básicas de cualquier Estado?
Muy pocas provincias cumplen con los días de clases anuales. La principal universidad del país, la UBA, nombró un rector sólo cuando el candidato reunió las condiciones que reclamaban los estudiantes. La inseguridad está fuera de control en la provincia de Buenos Aires y es un temor social constante en todos los centros urbanos del país. Los gobernantes hablan de "sensación social" cuando se refieren a la inseguridad. Pero ¿podría existir una expandida sensación colectiva sin raíces en la dura realidad cotidiana?
El dengue es una epidemia de países pobres, incapaces de tomar las medidas necesarias en el momento oportuno. No es la única epidemia argentina. Otras enfermedades erradicadas han vuelto. La tuberculosis, la sífilis, el mal de Chagas y el hantavirus (un contagio de ratones) están de regreso en el mapa sanitario. La desnutrición ha crecido en los últimos años y la última cifra de mortalidad infantil también aumentó.
La tuberculosis tiene a maltraer a los médicos. El nuevo brote de la enfermedad es resistente a los viejos medicamentos. La tuberculosis es una enfermedad de la pobreza y la mala alimentación, según lo indica la propia historia de la humanidad. El plan de fumigaciones contra la vinchuca (el animal que provoca el mal de Chagas) se dejó de aplicar en los últimos años.
* * *
Muchos de esos problemas, o casi todos, ya existían con el ex ministro de Salud Ginés González García, pero sería injusto culpar a los ministros en un gobierno donde no existe lo que no llega al despacho compartido del matrimonio presidencial.
¿No es acaso Juan Carlos Tedesco, ministro de Educación, un reconocido pedagogo? Lo es. Su problema es que no puede llevarle a Kirchner un importante caudal de votos ni tiene la cabeza puesta en cooptar voluntades políticas ajenas. No existe, por lo tanto, en el universo kirchnerista.
La actual ministra de Salud, Graciela Ocaña, pasó gran parte de su gestión peleando por el control honesto de los fondos de las obras sociales. Son unos 2500 millones de pesos anuales, que ahora se los quiere arrebatar el jefe de la CGT, Hugo Moyano, con el guiño cómplice de Néstor Kirchner. Ocaña es ministra de Cristina, pero no de Néstor. Tiene un problema.
"La plata está. Repartámosla", le insinuó Moyano a Ocaña en una de las últimas y tensas reuniones que mantuvieron. "Esa plata es del sistema de salud", le respondió, seca, la ministra. El conflicto de Ocaña es que tampoco se sabe si existe un sistema de salud, entendido éste como un modelo de prevención y no sólo de cura. ¿Hubiera existido el dengue si existiera un sistema de salud?
La plata destinada a la salud escasea. El superávit de los últimos años se fue, rápido, en la construcción de una arquitectura política para la perpetuación de los Kirchner.
Los intendentes del conurbano tenían los bolsillos atiborrados de pesos. El clientelismo es un lujo demasiado caro. Los empresarios amigos del poder se hicieron muy ricos con las obras públicas que decidía el poder. No hubo planes para eliminar la pobreza estructural, que debe comenzar por la educación, ni las necesarias obras públicas se hicieron con la transparencia que requerían.
Sabe a ironía que ahora el Estado, a través del gobernante kirchnerismo, se proponga ocupar cargos en empresas privadas como consecuencia de la estatización de los fondos de pensión. Las viejas AFJP tenían en su poder acciones de importantes empresas privadas. Néstor Kirchner ordenó que la Anses, que controla ahora tales acciones, reclame puestos para kirchneristas en los directorios de esas empresas. El Estado sigue distraído, mientras aterrizan nuevas y viejas desdichas.
Un revoleo de responsabilidades parece predominar sobre la epidemia del dengue. Lo cierto es que el gobierno del Chaco, la provincia más afectada hasta ahora, escondió los primeros datos de la epidemia. Esa es la verdad. La gente común explotó de impotencia e hizo explotar la noticia por el país y el mundo.
El gobernador, Jorge Capitanich, colocó a su temperamental esposa, una quinesióloga (con perdón de los quinesiólogos), a cargo del Ministerio de Salud. El expandido nepotismo de la política argentina es otro lujo caro, que algún día se termina pagando.
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