23 de noviembre de 2008

- COMPOSICIONES -




Las dos subculturas


Algunos hechos recientes de la política local (el posicionamiento opositor del Vicepresidente Cobos, la alianza CC-UCR, la formación de un bloque peronista disidente encabezado por Felipe Solá) nos debe hacer reflexionar sobre algunos lineamientos permanentes de la política y el pensamiento ideológico argentino.

Con sus cruces y mezclas, hay una línea de continuidad entre Federales – Unitarios, Conservadores – Radicales y Radicales – Peronistas que atraviesa toda la historia argentina.

Pese a que en el año 2001 se desmorona el Partido Radical (después de su creciente debacle desde 1987) y el Partido Justicialista se autodisuelve y deja de participar electoralmente en el marco nacional desde el 2003, subsisten dos subculturas: la Peronista y la Radical.

Una abarca a la pequeña burguesía urbana, maestros y empleados públicos, comerciantes y profesionales liberales; es centralmente laica y tiende a identificarse con el pensamiento social – demócrata europeo.

La otra es obrerista pero incluye a sectores conservadores de las élites urbanas y rurales identificadas con el pensamiento social de la Iglesia y los partidos de centro-derecha.

La primera adscribe a los principios republicanos e incorpora a los derechos humanos y la protección medioambiental como parte de su concepción filosófica (aunque lo hace en forma abstracta con una visión que autotitula “progresista”).
La segunda es más autoritaria y proclive a respaldarse en los poderes fácticos, es productivista – o desarrollista – y pragmática, desconfía de lo “extranjero” – es nacionalista – y percibe la “alianza de clases” como forma de evitar el “desorden revolucionario o anárquico”. Cree en las organizaciones sindicales – patronales y obreras – únicas y centralizadas.

No es necesario que identifique por su nombre cual es una y cual la otra.
En la Argentina de los 50’s hasta fin de los 90’s la subcultura peronista disponía de un “riñón duro” de aproximadamente el 40% del electorado y la “radical” de un 25%, un 15% se mantenía independiente y otro 20% se distribuía por mitades entre las extremas izquierda y derecha del espectro político.

Por eso, tanto el peronismo como el radicalismo debían concretar alianzas para llegar al poder, siendo este proceso más fácil para el peronismo (por su número) que para el radicalismo. En el período que va desde 1983 al 2001, el radicalismo ganó en dos oportunidades – 1983 y 1999 – y el peronismo en otras dos – 1989 y 1995.

Una de las causas para explicar el fracaso gubernamental del radicalismo es la dispersión ideológica de su base social (recordemos que la Alianza del 99 incluía al alfonsinismo, la vieja línea Nacional Balbinista, independientes como Terragno, el Frepaso de Chacho Álvarez, los socialistas de Estévez Boero – padre intelectual y político de Hermes Binner-, y los todavía radicales Lilita Carrió y Ricardo López Murphy). Sólo así llegaron a la mayoría electoral pero también así les fue imposible gobernar.

El peronismo la tenía más fácil. Le alcanzaba -conforme soplaran los vientos – aliarse con la izquierda – en 1973 – o con la derecha liberal – en 1989 – recurriendo al famoso y devastador péndulo que tanto daño nos ha producido.
Rota esta ecuación entre el 2001 y el 2003, Néstor Kirchner logra un “cruzamiento ideológico” que le permite contar en sus filas con Moyano y con las madres y abuelas de plaza de mayo, con Verbitsky y con Hadad, con Redrado en el Central y Chávez como financista de última instancia, con Cristóbal López y la Unión Industrial, siendo esta melange (y el fuerte ejercicio del poder) lo que explica su anecdótica (y compartible matrimonialmente) perdurabilidad.

La superación de la crisis anterior y la víspera de la próxima nos exige volver a ordenar la tropa y buscar un esquema más viable, confiable y explicable a un mundo que, además de estar confundido respecto de sí mismo, nos mira atónitos.
¿Es esto posible? Contundentemente sí. El Vicepresidente Cobos, la UCR, el Socialismo y la Coalición Cívica son fuerzas afines y agrupables más allá de los personalismos existentes. No repetir La Alianza es evitar dispersarse pero alcanzar un nivel de coherencia ideológica que la haga operativa.

Por el otro lado, se agrupa el peronismo post-kirchnerista que incluye a buena parte de los gobernadores, a Duhalde, a Puerta, a Solá, a De Narváez, al Mov. Popular Neuquino, al peronismo puntano y, finalmente, al PRO de Mauricio Macri que hoy detenta la representación efectiva de la Internacional de Centro y se identifica fuertemente con el PP español, el PAN mejicano, la CDU alemana, los “nuevos conservadores” de David Cameron en Inglaterra, el PSDB y los Democratas brasileros, Sebastián Piñera y su partido Renovación Nacional en Chile o Álvaro Uribe en Colombia. No insistir con el obsoleto “Movimiento” es construir un sólido espacio de Humanismo Centrista con fuertes valores republicanos.

Las dos subculturas históricas tienen que autocriticarse, renovarse, producir nuevas identidades ideológicas aggiornadas y organizarse como fuerzas viables capaces de alternarse en el poder y garantizar la reinserción de Argentina en el mundo. Este mundo en crisis que se superará y se reinventará a si mismo. Igual debemos hacer nosotros.

Diego R. Guelar
Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

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