8 de enero de 2009
- OTROS RUMBOS -
Los viajes de Cristina Kirchner
¿Por qué no Colombia?
Juan Gabriel Tokatlian
Para LA NACION
Noticias de Opinión
Todo indica que, en 2009, la presidenta Cristina Fernández intentará imprimirle un mayor despliegue a la política exterior argentina, tal como lo anunció en la campaña que la llevó a la Casa Rosada en 2007, pero no pudo llevar a cabo durante 2008. Ya al final del año pasado se observó un leve incremento en el nivel de la actividad externa: los viajes a la reunión del Grupo de los 20 en los Estados Unidos, a cónclaves regionales en América latina, a Rusia, a Brasil y a varios países del norte de Africa mostraron un interés por romper el ensimismamiento que caracterizó la diplomacia presidencial en su primer año de gobierno.
Al inicio de 2009, la agenda de visitas confirmadas cubre América latina (Cuba y Venezuela), Europa (España y Portugal) y Asia (la India y Corea). En su primer periplo en América latina visitará dos países clave para la Argentina: se trata de relaciones políticas valoradas y de oportunidades comerciales necesarias. Todo indica que, en los encuentros, primará una racionalidad pragmática: incrementar el comercio con cada uno de ellos respectivamente, evitar tensiones por temas económicos urticantes (la deuda cubana con la Argentina y la nacionalización de empresas argentinas por parte del presidente Hugo Chávez), no rezagarse demasiado de la creciente influencia de Brasil en la Cuenca del Caribe y afianzar lazos diplomáticos en un año complejo para los tres países.
Además, Cuba y Venezuela serán, posiblemente, dos referentes importantes al inicio de la administración del presidente Barack Obama. Con políticas simbólicamente muy relevantes y materialmente poco costosas, Obama podría sepultar la Guerra Fría con la isla y eludir la que está en ciernes con el país andino.
Ahora bien, la presidenta Fernández podría procurar, en este mismo periplo -o en un próximo viaje en la primera parte del año-, dirigirse a Colombia. Varios motivos justifican una visita a Bogotá. Primero, la política internacional de derechos humanos del gobierno argentino. Durante la visita de Ingrid Betancourt al país, ella solicitó que la Argentina siguiera activamente vinculada al tema humanitario en Colombia para procurar la liberación de más personas, civiles y militares en poder de las FARC. Recientemente, este grupo armado anunció la liberación, gracias a las gestiones de la senadora Piedad Córdoba (quien también pidió un involucramiento de la comunidad internacional para exigir la libertad de los secuestrados), de seis personas.
Algunos observadores presumen que las FARC continuarán con estos gestos humanitarios en 2009. A su vez, en diciembre, la Cancillería, junto con el Centro de Estudios Legales y Sociales, hizo entrega del premio internacional de derechos humanos "Emilio F. Mignone" a la Comisión Colombiana de Juristas, una reputada ONG con filial en Bogotá y estatus consultivo en Naciones Unidas.
Esta justa premiación muestra cuán sensible y trascendente es el ejemplo colombiano. A ello se suma el discreto, pero eficaz papel de la Argentina en el G-24, un grupo informal de países y agencias que participan en la cooperación internacional para Colombia. Si Buenos Aires quiere mostrar consistencia y efectividad en cuanto a su política internacional de derechos humanos es esencial comprometerse aún más con el caso más acuciante de derechos humanos en todo el hemisferio.
Segundo, es importante la despolarización en el mundo andino. Si el arco andino continúa vacilante, con graves dificultades domésticas y serias tensiones entre los países miembros, las consecuencias para el Cono Sur podrían ser críticas. Una comunidad andina en torbellino es sinónimo de más exportación de drogas, más salida de migrantes y refugiados, más militarización, y más efectos negativos para la democracia, el medio ambiente y los derechos humanos.
La Argentina debe procurar relaciones balanceadas con Caracas y Bogotá, independientemente de quiénes estén al frente de sus respectivos gobiernos. Además, hay que recordar que una vez cortadas las relaciones diplomáticas entre Quito y Bogotá (en marzo de 2008) la Embajada de la Argentina en Bogotá se encarga de los asuntos diplomáticos de Ecuador en Colombia.
El año 2009 se vislumbra complejo y tenso en ese punto: Correa, Uribe y Chávez expresan estilos de gestión que pretenden extender sus mandatos, lo cual debilita las instituciones internas y puede producir incentivos para aventuras externas. La Argentina tiene que aparecer como un actor que aporta a la distensión: por ejemplo, buena parte de los enormes avances en el Cono Sur en términos de medidas de confianza en el campo militar podría brindarse mediante acciones de buenos oficios para que las partes inicien un progresivo camino de confidencia y colaboración.
Tercero, el terreno de los negocios tiene un espacio que puede explorarse con más beneficio recíproco. Hay dos áreas cruciales que son potencialmente funcionales al bienestar de los dos países: la energía nuclear y los biocombustibles.
La Argentina ha logrado exportar reactores nucleares a Argelia, Australia, Egipto y Perú. Colombia necesita diversificar sus fuentes de energía ante las incógnitas del país en materia de hidrocarburos. Buenos Aires puede interesar a Bogotá en materia de buena y segura provisión de energía nuclear.
Por otro lado, en América del Sur hay una superpotencia en materia de biocombustibles, Brasil, y dos posibles grandes potencias, la Argentina y Colombia. Brasil ya ha avanzado en una alianza estratégica con los Estados Unidos en ese campo. La Argentina y Colombia, respectivamente, y en conjunto, podrían mejorar su capacidad productiva y negociadora en este frente si actúan con criterio estratégico y mancomunado. Cada uno, por separado, es un socio muy menor de lo que eventualmente será en un futuro un eje Washington-Brasilia en materia de biocombustibles. Si, por el contrario, Buenos Aires y Bogotá aprovechan sus fortalezas individuales en este terreno y lo hacen con criterios ambientales sólidos podrán tener una voz audible en aquella materia.
Cuarto, las razones de política interna y los cálculos de estrategia externa son gravitantes al momento de contemplar el esquema de contactos con el mundo. En un año electoral muy intrincado, todos los temas -domésticos o no- se tornan parte de la contienda. Una buena manera de evitar críticas exageradas es mostrando ponderación en las visitas que se hacen y las que se reciben. Incluir a Colombia en este o en un futuro periplo ofrece menos flancos de ataque.
A su vez, se estrena una nueva administración en los Estados Unidos. Una mezcla de oportunidad y conveniencia llevará probablemente al gobierno de Obama a confiar más en los actores influyentes de una región para resolver problemas zonales específicos. La Argentina tiene la oportunidad de esclarecer en los próximos meses dónde desea ubicarse: o lo hace entre los países que son fuente de inestabilidad o entre los que son fuerza estabilizadora. Si la opción es la segunda, desplegar una política no ideológica y equilibrada en el mundo andino es fundamental.
En síntesis, el nuevo empuje diplomático del Gobierno podría incluir una política latinoamericana más sobria, práctica y efectiva. En 2008, tanto en términos de visitas bilaterales como en encuentros multilaterales, la Presidenta fue a Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, México, Perú, República Dominicana y Venezuela. La perspectiva política de los mandatarios que la recibieron es variopinta, las regiones cubiertas es amplia (Andes, Cono Sur, Centroamérica y el Caribe) y el peso específico hemisférico de cada uno de ellos es diferente: poderes emergentes, potencias regionales, países medios y naciones pequeñas. El único país intermedio, por sus indicadores económicos, demográficos y militares, que aún no ha visitado es Colombia. Ya sea en esta oportunidad como en una próxima, sería crucial que la Argentina se acercara más a Colombia: importantes intereses, objetivos y retos de la política exterior están en juego en ese gran país andino.
El autor es director de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés.
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