18 de noviembre de 2007

- BRASIL -




Brasil pega el gran salto: cómo se convirtió en potencia

No sólo se ha convertido en la décima economía del planeta, sino que ahora podría convertirse también en potencia petrolera. ¿Cuáles fueron las claves de su éxito? ¿Por qué Brasil sí y nosotros no?

Por Florencia Carbone



Es el país de América latina que recibió más inversión extranjera directa el año pasado. Sus reservas crecen, bate récords en exportaciones, baja el riesgo país. La estabilidad de las políticas públicas aparece en la lista de virtudes casi tanto como la famosa alegría brasilera. Será la sede del mundial de fútbol en 2014 y, por si les faltaba algo, acaban de descubrir una megareserva de oro negro que podría posicionarlo como potencia petrolera.

No es el paraíso. Tiene aún hondas desigualdades y signos de pregunta sin respuestas. Sin embargo, todo indica que Brasil no hace más que avanzar en la carrera por lograr el reconocimiento como jugador mundial.

La sigla creada por un economista de Goldman Sachs que identifica a los países emergentes atractivos para recibir inversiones arranca con la "B" de Brasil. Los integrantes del selecto BRIC (Brasil, Rusia, India y China) tienen ciertas características en común: una enorme población (los dos primeros superan los cien millones, China e India, los mil millones), un gran territorio, recursos naturales, y cifras de crecimiento de su economía y de participación en el comercio mundial elevadas.






Bastan unas pocas constataciones:

Es la décima economía mundial.

Tienen más de 200 millones de cabezas de ganado, mientras nosotros seguimos anclados en los 60 millones de los años 70.

Hoy, el 40% del mercado de las carnes en el mundo es manejado por empresas brasileras.

Es la octava bolsa mundial por volumen, que en los últimos 5 años creció el 1600 % y que en el primer semestre de 2007 alcanzó el 10% de las emisiones de acciones a nivel global.

Sus exportaciones ascienden a 137.000 millones de dólares, más del doble que hace cuatro años.

En la década del 40, todo el PBI de América latina sumado, incluido el de Brasil, era igual al de la Argentina; hoy el de Brasil es cuatro veces más grande que el nuestro.

Podría lograr en 2008 el "investment grade", la calificación de las principales evaluadoras de riesgo del mundo y que establece que no hay obstáculo alguno para las inversiones.

Podría también sumarse como socio en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económioco (OCDE), que reúne a los 30 países más avanzados.

¿Cómo lograron "escaparse" del modo en el que lo hicieron? ¿Cuándo fue que quedamos tan atrás, nosotros, que en la inevitable rivalidad de vecinos nos soñamos muchas veces tomando la delantera? Todo indica que, en esta suerte de milagro brasilero (opacado, es cierto, por indicadores sociales que le quitan brillo a la notable performance económica), la puerta al éxito tendría tres P: Políticas de Estado, Perseverancia y Paciencia.

Las tres "P" guiaron los pasos de dirigentes políticos tan opuestos como Fernando Enrique Cardoso y Lula da Silva, en un camino que terminó llevando a Brasil a jugar en primera. Los tiempos en que la Argentina podía compararse con su vecino como quien compite con un igual quedaron atrás, al parecer, hace algunas décadas. Más atrás todavía quedó el tiempo en que nuestro país iba adelante.





Es así, no sólo nos ganan al fútbol, tienen las playas más lindas y disfrutan del carnaval mientras nosotros lloramos con el tango; no sólo son el interlocutor latinoamericano que eligen las potencias mundiales y hasta podrían alcanzar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, ¡ahora hasta podrían ser una potencia petrolera!

Es que, más allá de las zonceras que alimentan el folclore de las rivalidades de vecinos, la Argentina -como dice Rosendo Fraga- ya no puede compararse con el gigante. Su PBI es cuatro veces más grande que el nuestro: 1, 1 billón de dólares frente a los 214.000 millones locales.

La persistente conflictividad política, la dificultad para pensar en el largo plazo, los continuos cambios de rumbo que pocas veces respetaron lo hecho por los gobiernos anteriores y la ausencia de un consenso desarrollista, son, según los observadores, las razones que mejor explican por qué, aunque pudimos ser iguales, hemos quedado tan atrás, incluso pese a la extraordinaria recuperación del crecimiento económico de los últimos cuatro años.

Dante Sica, director de la Consultora Abeceb.com, lo explica en estos términos: "Los ciclos de subidas y caídas argentinos impiden tener una mirada de mediano plazo. En la década del 40, todo el PBI de América latina sumado, incluido el de Brasil, era igual al de la Argentina [hoy el de Brasil es cuatro veces más grande que el nuestro]. Tuvimos una pérdida de mirada estratégica, volatilidad política y económica. Ellos también, pero su clase política fue más estable. Aquí a la Generación del 80 le sucedieron la Patria Peronista, la Revolución Libertadora La característica fundamental de la dirigencia local es la refundación. Cada uno que llega tiene que empezar de cero y deshacer lo que hizo el anterior".

Motivos suficientes

"Brasil es el resultado de un largo esfuerzo, de políticas públicas firmes y continuas en ciertas áreas, y de mucha paciencia y perseverancia", explica Raúl Ochoa, miembro del Consejo Académico y docente de la Fundación Standard Bank, y profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

Estabilidad en las reglas, aplicación de las famosas políticas de Estado en sectores claves. De eso se trata, o al menos, a eso atribuye Ochoa buena parte del boom brasilero. También al diálogo fluido entre el sector privado y el público. "Aquí las elites carecen de visión de futuro, por eso las recaídas. En Brasil hay mucho debate intelectual, se discute el futuro", dice.





El desarrollo del "agrobusiness" es un buen ejemplo, dice Ochoa. "Han sabido desarrollar los complejos cárnicos, de soja y azúcar-alcohol para elaborar bioetanol; son los primeros exportadores mundiales de pollo y tienen más de 200 millones de cabezas de ganado, mientras nosotros seguimos anclados en los 60 millones de los años 70".

Eso en cuanto a apuesta a la producción. Pero la economía también dio muestra de solidez: Brasil nunca cayó en default.

Sica no tiene dudas: Brasil juega en otra liga y eso lo posiciona como el gran líder de la región, situación que funciona como trampolín para consolidarse ante el mundo. El economista destacó que el vecino país ha tenido en los últimos 30 años políticas públicas de muy fuerte apoyo al sector industrial que lo han transformado no sólo en la gran plataforma del sector en América del Sur, sino en referente del agrobusiness. "Hasta la década del 80, ése era nuestro lugar. Hoy, el 40 % del mercado de las carnes en el mundo es manejado por empresas brasileras".

Para el subsecretario de Integración Económica Americana y Mercosur de la Cancillería, Eduardo Sigal, "180 millones de habitantes y 130.000 millones de dólares de exportaciones son motivos suficientes" para que Brasil ocupe el sitio de liderazgo regional que tiene. Sin embargo, aclaró: "Más allá de la enorme riqueza natural, tienen una visión estratégica de inversiones que sus dirigentes supieron aprovechar. Tuvieron crisis similares a las nuestras pero administraron los ciclos de modos diferentes: los militares y la burguesía brasilera fueron distintos".

Pero Sigal se anima a la autocrítica y admite que también los políticos fueron distintos. "La clase dirigente argentina fue sumisa a los proyectos de los países que no querían tenernos como competencia y a nuestra burguesía le gustó adoptar el estilo de especulación financiera; mientras que en Brasil fueron productivistas".

Como ejemplo de los "cambios de planes" inducidos desde el exterior, Sigal acude al desarrollo de la industria aeronáutica. Los brasileros, recordó, venían a la Argentina para ver cómo fabricábamos aviones en Córdoba. Ahora, nosotros tenemos esa planta parada y ellos, con Embraer, están construyendo máquinas para 100 pasajeros. "Nunca tuvimos un pensamiento estratégico -lamenta-, dependimos de la potencia hegemónica de turno; nunca nos pensamos a nosotros mismos."

La clave política y el lugar del estado son centrales también en el análisis que hace Vicente Palermo, investigador del Conicet y experto en temas de política e historia de la Argentina y Brasil, quien destaca la "visión de largo plazo del vecino país".

"No conocen la disolución argentina que tuvimos desde el 75 en adelante con la dictadura, ellos tuvieron otras políticas, no conocieron los extremos, y tuvieron un Estado que preservó y ayudó a la readaptación de los agentes económicos en los 80 y 90. Nosotros nos desindustrializamos más violentamente". En su opinión, el papel del estado brasilero fue más activo, ya que, aunque desreguló la economía y la liberalizó, no amputó ni desarticuló a los sectores económicos del viejo modelo.

De las fuentes consultadas por LA NACION, Felipe De la Balze -secretario general del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y docente de FLACSO y la Universidad Torcuato Di Tella- fue el que ofreció una visión más escéptica respecto del boom brasilero. De la Balze destaca varios puntos del éxito actual: la gran cintura política del presidente Lula y la sagacidad con que se mueven en el ámbito internacional, el haber sabido aprovechar el boom de los comodities y, muy especialmente, el hecho de forjar y guiarse por un proyecto nacional. También destaca una mejor organización estatal: "En el directorio de Petrobrás, por ejemplo, hay 12 presidentes de carrera y 3 políticos. De ese modo han gestionado muchas áreas clave".

Sin embargo, dice que hay que tener mucha precaución. "Hace 15 años todos decían que Chile era el modelo perfecto, ya no lo es. Los países centrales tienden a hacernos creer que aquellos países que aplican sus recetas hacen las cosas bien, pero no nos olvidemos que en los 90 la Argentina era el modelo perfecto", y agregó: "No tienen un universo de empresas medianas y pequeñas y entre sus problemas más importantes figura el tipo de cambio sobrevaluado. Si se mide en porcentaje, sus exportaciones no crecieron tanto. En los últimos 25 años el crecimiento del PBI per cápita de Brasil fue casi idéntico al argentino. Del total de sus exportaciones, 37.000 millones van a Estados Unidos, razón que hace que, si la economía norteamericana entra en recesión, los afectará directamente. Su situación es muy parecida a la de México en 1994, tienen muchas fragilidades, dependen del precio de los comodities mucho más que nosotros".

El futuro

Al generoso panorama que, al menos a primera vista, ofrece la realidad brasilera, se sumó en los últimos días un impactante anuncio de la petrolera estatal Petrobrás. El descubrimiento en aguas del océano Atlántico de un enorme yacimiento de petróleo y gas natural que aumentaría en un 50 % las reservas de hidrocarburos del país.

El impacto económico que podría tener esa perspectiva petrolera es sólo comparable con su probable impacto geopolítico. Para Bernardo Kosacoff, director de la Oficina de Buenos Aires de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL), se trata de una noticia espectacular para la Argentina.

¿Por qué para la Argentina? Porque Kosacoff apunta, más allá de los chistes y las rivalidades, al hecho de que nuestro comercio con Brasil depende de su buena actividad y, teniendo más oferta energética propia, requerirán menos de Bolivia, país que nos abastece. Con esto, Brasil deja de ser un país con futuro incierto.

Todos los caminos conducen a Roma. En la cuestión del petróleo, Kosacoff hace un elogio de las políticas de estado brasileras. "Tenían en claro que querían lograr el autoabastecimiento energético y no apostaron a que tendrían suerte. Hace 15 años, Petrobrás era mucho menos en tecnología y desarrollo de recursos humanos que YPF. Tuvieron una estrategia muy clara y ahora son una potencia energética."

El entusiasmo de Kosacoff se relaciona con el concepto de complementación, ya que, explica, una alianza estratégica nos permitiría ganar economías de escalas. Si Brasil gana, nosotros podemos ganar también. Y además, también empujaría al MERCOSUR. "Los principales críticos del bloque decían que se trataba de una integración entre países sin posibilidades. Esto derriba esos argumentos".

A la manera de aquello de que "toda crisis es una oportunidad", también podría decirse que el crecimiento del vecino, más allá de heridas narcisistas, también puede ser una oportunidad. Así lo sugieren los expertos. Nadie duda ya del liderazgo regional de Brasil y de que la coherencia y perseverancia dan sus frutos.

Su proyección internacional ya es un hecho. La Argentina tendrá que trabajar sobre sí misma -fortalecer sus políticas a largo plazo, desarrollar una mirada estratégica- para encarar el gran desafío del siglo XXI que, según Sigal, es el mismo para los dos países: "Ser capaces de potenciarnos mutuamente".

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