29 de mayo de 2008

- CADA VEZ MENOS -




Preocupante falta de inversiones


El fuerte crecimiento de la inversión extranjera directa (IED) en América latina marcó el año último un récord: ascendió a 106.000 millones de dólares, un 46 por ciento más que el año anterior. Ese índice, lamentablemente, no se vio reflejado de igual modo en la Argentina, que captó 5720 millones de dólares, apenas un 13,6 por ciento más que en 2006.

Tal disparidad difícilmente se vea reducida este año, signado desde marzo último por el conflicto con el campo dentro de un contexto en el cual el mensaje presidencial no parece enfocado a seducir capitales extranjeros, sino a continuar favoreciendo el capitalismo de amigos que estrenó Néstor Kirchner. ¿Preocupa esta situación al Gobierno? Debería preocuparlo, pero, en apariencia, nada indica que haya visos de seguir la senda trazada por países de la región que, como Brasil y Perú, alcanzaron el investment grade (grado de inversión), cual señal de confianza de las calificadoras de riesgo.

Brasil, con un incremento del 84,3 por ciento de la IED, encabezó en 2007 el ranking que elabora la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Lo siguieron México, Chile, Colombia y, en el quinto lugar, la Argentina. La coyuntura actual no alimenta expectativas sobre una mejora del país en el futuro inmediato y esto se debe, sobre todo, a la falta de horizontes o, al menos, de políticas de Estado claras en cuanto al perfil de país que se pretende alcanzar.

Esta situación debería convocarnos a una reflexión profunda sobre las oportunidades perdidas a raíz de peleas internas y polarizaciones políticas, que, en última instancia, no hacen más que alimentar los intereses mezquinos de grupos de poder encaramados en un gobierno de perfil autoritario que no resiste el debate ni, menos aún, la crítica de su gestión, y que, mientras tanto, no percibe la parálisis en la cual se encuentran vastos sectores del país. Muchos de ellos, a la espera de definiciones sobre cuestiones irresueltas que, en lugar de ser discutidas con amplitud y generosidad de criterio, definen unos pocos a puertas cerradas .

Esa imagen es la que se refleja en el exterior si se analiza el estilo de gestión del actual gobierno, cual continuidad del anterior. En un país que no se puede preciar de su seguridad jurídica, a raíz de sus súbitos cambios de las reglas de juego, no es fácil que reparen inversores ávidos de obtener ganancias, más allá de generar empleo y diversificar el consumo.

A esto debe agregarse la desconfianza que los propios argentinos exhiben en las últimas semanas, evidenciada en la fuerte venta de dólares por parte del Banco Central y en la caída en la renovación de depósitos bancarios.

La estrategia de captación de inversiones de la Argentina se ha limitado a la creación de la agencia Prosper AR y la suspensión de la doble indemnización en casos de despido. Evidentemente, no alcanzó. Y, de ese modo, se perdió una oportunidad histórica. Este año, al margen de los problemas que afectan al país, influirá en el índice IED de América latina la crisis financiera de los Estados Unidos, razón por la cual las expectativas son menores.

En 2007, según la Cepal, las compañías multinacionales aprovecharon el incremento de la demanda de bienes y servicios en países emergentes como el nuestro, que han tenido un ciclo insoslayable de crecimiento. Fue un buen argumento para lanzarse a sus economías en un contexto de bonanza mundial. Los capitales provinieron de los Estados Unidos, los Países Bajos y España, mientras compañías de origen latinoamericano también se expandían allende sus fronteras.

Si el mero crecimiento de la economía fuera suficiente para captar inversiones, las fuertes tasas de la Argentina en el último lustro deberían haber realzado su poder de atracción. Pero, como surge del ranking de Cepal, nada de eso sucedió. Eran necesarios, y siguen siéndolo, un mensaje claro y una política perseverante, hasta agresiva en algún caso, para favorecer el arribo al país de capitales.

En otros tiempos, el IED de América latina crecía al ritmo de las privatizaciones. De ahí el récord de 1999, del orden de los 89.000 millones de dólares. Ese paradigma cambió. Es una pena que la Argentina no haya ampliado su visión, generalmente coyuntural, ni haya instrumentado políticas más eficaces para enfrentar el nuevo escenario.

Lo ideal es fomentar un clima propicio para la inversión que estimule el aumento de la productividad por medio de la creación de oportunidades e incentivos para que las empresas se establezcan en el país, prosperen y creen puestos de trabajo. No hay mejores incentivos que la confianza y la seguridad en el futuro, algo que, acaso por vivir el día a día, ha quedado postergado.

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