13 de mayo de 2008
- ENERGIAS -
Menos petróleo, más energía
Por Eduardo Brizuela y Héctor Soibelzon
Para LA NACION
Ilustración: Alfredo Sabat
A intervalos regulares, en este y otros medios, y desde distintos ámbitos, se hace notar y se deplora que desde el entorno académico no se hagan llegar a la ciudadanía y a los estamentos políticos el pensamiento y el consejo informado sobre temas de significación nacional. Esta nota pretende ordenar en forma sucinta las opciones y acciones que deberían formar el núcleo de una futura política de Estado de energía.
La civilización actual se caracteriza por el consumo de energía. La energía que consumimos, ya sea indirectamente por medio de productos manufacturados o más directamente como electricidad o combustibles, proviene mayoritariamente de la combustión de combustibles fósiles. Esto es insostenible en el mediano plazo; las reservas de petróleo y de gas natural están disminuyendo aceleradamente y el consumo por parte de los países emergentes está creciendo también en forma acelerada. El petróleo, que hace sólo unos años costaba 50 dólares el barril, está hoy a más de 100.
El impacto ambiental de este consumo acelerado es también insostenible en el mediano plazo. En todo el mundo se debe diseñar una política energética apropiada para cuando el petróleo cueste 500 o 1000 dólares el barril y cuando sea inaceptable quemar combustible fósil en el auto particular o la usina.
Esta política debe contemplar todas las formas de producir energía, que repasamos brevemente:
1) Energía eólica: es una tecnología madura, lista para aplicar. Lo que es inaceptable es que en el país de Jorge Newbery, ingeniero electromecánico y pionero aeronáutico, se importen generadores eólicos a elevadísimo costo. El Estado, a través de sus órganos, como el Fontar y el INTI, debe propulsar la creación de una UTE, Unión Transitoria de Empresas, para la fabricación en serie de estos generadores.
2) Energía solar: en nuestro país es más conocida en su forma de celdas fotovoltaicas, útiles para aplicaciones remotas, pero relativamente poco eficientes en términos de insumos para su fabricación versus vida útil. Son poco conocidos los calefactores solares de uso doméstico, muy populares en países europeos, Oceanía, etc. Con su uso generalizado se ahorraría gas natural, y como el usuario también ahorraría, estos calefactores serían bienvenidos.
3) Energía hidráulica: es sabido, por múltiples estudios, que hay aún en el país un buen número de lugares aptos para la instalación de embalses y usinas hidroeléctricas. Esto debe, por supuesto, impulsarse, pero requiere la implantación de políticas de largo plazo, no partidistas, ya que involucran a más de una administración y a más de un ente provincial y nacional. Si se combinaran con las centrales eólicas, se tendría un uso eficiente de energía limpia.
4) Celdas de combustible: la generación de electricidad a partir del hidrógeno es una posible solución a un futuro sin automóviles impulsados de la manera clásica. Esta también es una tecnología al alcance de nuestros investigadores y desarrolladores, y al de nuestra industria, y debería recibir fuerte apoyo en el corto plazo, hasta establecer centros de creación de prototipos aptos para la producción.
5) Biocombustibles: ahora que está pasando el furor inicial y se comienza a mirar el tema con un poco de objetividad, se puede decir que, si bien serán un buen negocio para el país, no resolverán el problema de la energía, ya que no es concebible producir tanto biocombustible como se necesita hoy en día, y menos aún para el desarrollo nacional de largo plazo (sin olvidar el efecto sobre la producción de alimentos: en Europa ya se atribuye el aumento del costo de la harina de trigo al énfasis en los biocombustibles). Sin embargo, producir aceite o alcohol no es lo mismo que producir biodiésel o bionafta bajo normas aceptables para ser expendidas por surtidores europeos. Para ello nuestro país debería iniciar a la brevedad un importante programa de desarrollo (¡y patentamiento!) de aditivos para biocombustibles para cumplir con las normas, actuales y futuras, de los países consumidores, si no queremos nuevamente ser un país exportador de materias primas sin valor agregado, pagador de royalties.
6) Energías geotermales y de mareas: las primeras son de interés marginal, dada la poca actividad geotérmica de nuestro país. La energía de las mareas es una opción tentadora, dada la gran amplitud de las mareas en el sur de nuestro país. Sin embargo, el aprovechamiento de esta energía requiere obras de gran envergadura, que incluyen desafíos de ingeniería y ambientales muy importantes, por lo que, si son consideradas, deben ser objeto de extensos y exhaustivos estudios.
7) Energía del átomo: como complemento de la energía hidráulica, es muy probable que el futuro energético del mundo involucre el uso de la energía atómica, dado que es la única que puede generar energía eléctrica en las cantidades necesarias sin afectar el medio ambiente. Hay dos modos de extraer energía del átomo: fisión y fusión. El proceso de fusión es la fuente de energía del sol, utilizando hidrógeno y sin producir contaminantes de ninguna especie. Este proceso no ha sido dominado aún por el hombre y no es, por tanto, una opción práctica. No se sugiere aquí que nuestro país realice inversiones astronómicas en investigación básica, como lo hacen Europa y EE. UU. Sin embargo, no deberíamos estar totalmente desconectados de esta rama de la ciencia, y lo apropiado sería identificar un nicho en el vasto tema que pueda ser objeto de investigación y desarrollo especializado en nuestro país y que nos dé una tarjeta de entrada al club de los que un día serán los dueños de la energía de fusión...
El proceso de fisión es el de uso actual, por ejemplo, en Atucha y Embalse. La sociedad en general tiene gran aprensión hacia esta tecnología, más que nada por el desastre de Chernobyl y sus consecuencias. Sin embargo, el proceso de fisión es el único recurso para la obtención de electricidad en cantidad en el mediano plazo. Los países que ya sufren la escasez de energía, como Japón, o quieren ser independientes del mercado del petróleo, como Francia, han desarrollado su industria energética nuclear de fisión.
Para esta tecnología tenemos dos líneas para sugerir, basadas en los accidentes conocidos. Todas las obras del hombre son susceptibles de fallas, por lo que las usinas nucleares, aun siendo las obras más seguras que construye nuestra civilización, alguna vez van a fallar. En vista de esto, nuestro país debería iniciar programas de investigación para producir usinas atómicas a escala humana y de falla autocontrolada.
De escala humana significa que si sucede la falla catastrófica, como en Chernobyl, y a diferencia de este caso, esté dentro de las posibilidades de nuestra tecnología dominar la contaminación. El problema en Chernobyl no fue que se escapara la radiación, sino que era tan grande la escala de las plantas que no era posible ni siquiera cubrir el área de desastre con escudos antirradiación. Sería necesario, entonces, crear plantas pequeñas, de decenas de megawatts, y no de centenares o miles. Se dirá que en esta escala no serían eficientes. Habría que preguntar: ¿eficientes con respecto a qué? ¿Al petróleo a 500 dólares el barril o a media pampa húmeda contaminada con radiación?
La segunda sugerencia es que si sucede una falla catastrófica sea autocontenida. Es decir: si el núcleo mismo entra en calentamiento incontrolado, el diseño haga que se disgregue en cámaras separadas o se mezcle con la fusión de paredes de materiales absorbentes, de tal manera que la destrucción del núcleo sea autolimitada. Nuevamente, esto hará la usina menos eficiente, pero a escala del hombre.
Finalmente, se debe hacer mención del transporte de energía. La energía eólica y de mareas de la Patagonia lejana y las usinas hidroeléctricas diseminadas por el país requieren un método de transmisión de la electricidad a los grandes centros consumidores. La trasmisión por líneas de alta tensión de corriente alterna posiblemente sea demasiado ineficiente, y la transmisión de altas potencias y voltajes en corriente continua es una tecnología que ya se usó en otras partes del mundo desde 1954, pero nunca en la Argentina. Es de esperar que, cuando se construyan grandes centrales a largas distancias, también se use esta técnica.
Es probable que también sea eficiente el transporte utilizando un vector. Es decir: utilizar la electricidad in situ para generar, por ejemplo, un hidrocarburo sintético (metano, metanol) o hidrógeno, que se pueda transportar por conductos o por vía marítima. La conjunción de energía eólica, hidroeléctrica y de mareas con las reservas de carbón y agua en el sur argentino son un marco ideal para este escenario.
Por lo dicho, se sugieren las siguientes acciones como parte de una política de Estado de energía, de largo plazo y no partidaria:
-Promover la formación de un grupo de empresas y unidades de Investigación y Desarrollo (I+D) para la fabricación local de aerogeneradores.
-Reforzar el apoyo a la I+D de celdas de combustible.
-Crear un laboratorio nacional de desarrollo de aditivos para biocombustibles.
-Promover la adopción de calefactores solares domésticos.
-Formar una comisión técnica nacional de amplio espectro para la planificación del desarrollo hidroeléctrico.
-Encomendar a las agencias de investigación científica el desarrollo de reactores nucleares para la generación eléctrica de pequeña escala, según lo expuesto.
-Encomendar a las agencias de investigación científica identificar las áreas de posible participación en la investigación de la energía de fusión y proponer un plan nacional.
-Reforzar el apoyo a la I+D en el reformado de metano, la producción de hidrógeno y la síntesis de hidrocarburos.
Los autores son profesores titulares en el área de energía en la UBA y la UNLP
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