9 de mayo de 2008

- COMUNICACION -






Comunicación franca






Por Héctor Crespo Figueras
Para LA NACION



"Salvar la comunicación es, ante todo, preservar su dimensión humanista: lo esencial de la comunicación no son las técnicas, los usos o los mercados, sino la capacidad de vincular herramientas cada vez más eficaces a valores democráticos", dice el investigador francés Dominique Wolton, uno de los principales referentes europeos en teorías de la información y de la comunicación, en su libro titulado, justamente, Salvemos la Comunicación (Editorial Gedisa).

La comunicación, sea ésta personal, grupal o social, siempre tiene un contenido y una relación. El contenido está dado por lo que se dice (el mensaje, la información) y la relación se refiere a quién y cómo se dice. Para comunicar ya no basta con informar, no es sólo producir información y distribuirla; es estar atentos a las condiciones en que el receptor la recibe, la acepta, la rechaza o la remodela.

Por ello el contenido debe elaborarse comprendiendo valores intelectuales que permiten una búsqueda de la verdad, por medio de la claridad y profundidad del pensamiento. La relación, por su parte, debe desarrollarse con valores morales, tales como libertad, igualdad, respeto y diálogo, que tienen que ver directamente con la bondad o maldad de los actos humanos.

A comienzos del siglo XXI es imposible desconocer el valor estratégico que tiene la comunicación en las instituciones y la relación directa entre ésta y la imagen. Pese a ello, en la Argentina se observa que los generadores de buena parte de las noticias comunican con medias verdades o, directamente, falseando la verdad. Es así como gobernantes, políticos, empresarios, gremialistas y periodistas a veces "olvidan" los valores del pensamiento democrático que debe contener la comunicación.

Reiteradas promesas incumplidas, crisis negadas, inseguridad ignorada, índices manipulados, corrupción, individuos que compran empresas no se sabe con qué recursos, sindicalistas millonarios que dicen defender los intereses de los obreros, medios de comunicación social que adecuan su línea editorial acorde con el volumen de la pauta del gobierno de turno, periodistas que aceptan pagos son algunos de los tantos ejemplos cotidianos.

¿Por qué algunos siembran de mentiras el camino? ¿A qué se debe la ausencia de valores democráticos en la comunicación?, pueden preguntarse los ciudadanos. ¿Será que la joven democracia argentina o la tan mentada gobernabilidad justifican estos u otros atropellos? Esto sería inaceptable.

Puede pensarse que en cualquier lugar del mundo hay individuos o corporaciones a quienes no les importa con qué medios alcanzan sus fines. Pero la facilidad, impunidad y recurrencia que existe en el país para engañar a la sociedad es realmente asombrosa. Ejemplos sobran.

Resulta una paradoja que quienes comunican manipulando la información crean que fortalecen su imagen o la de la institución que representan. Nada más lejos, aunque en el corto plazo puedan tener algún rédito. Al falsear la verdad de manera consuetudinaria se menosprecia abiertamente al ciudadano común, quien, más temprano que tarde, hará valer sus derechos.

¡Salvemos la comunicación!, es el clamor de muchos argentinos que están comprometidos y esperanzados con un futuro mejor y que "no se dan por vencidos, ni aun vencidos", como rezan los versos del Più Avanti, de Almafuerte.

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