9 de junio de 2007
- APUESTA GRANDE -
Kirchner frente al desafío de Macri
Por JAMES NEILSON,
PERIODISTA y analista político,
ex director de 'The Buenos Aires Herald'
Ilustración: Pablo Temes.
Revista Noticias
Si no fuera por el hecho de que Néstor Kirchner ya nos ha acostumbrado a sus rabietas, sería razonable atribuir su reacción histérica al triunfo rotundo de Mauricio, que es Macri, en la primera vuelta porteña al pánico de un hombre que acaba de ver el inicio espectacular de un movimiento que andando el tiempo podría poner fin a su fantasioso "proyecto" personal de transformar la Argentina en un feudo familiar gobernado por pingüinos. Sin perder un momento, en base a datos, algunos inventados, que por si acaso le fueron compilados por sus colaboradores, el Presidente se puso a denigrar a Macri, dando a entender que es un derechista miserable, un enemigo de los derechos humanos y muchas cosas malas más, de las que la peor sería su presunto compromiso con los años noventa, década en que, dicho sea de paso, Kirchner estaba entre los aduladores más obsecuentes de Carlos Menem.
Pero pocos creen que haya perdido los estribos al enterarse de que casi la mitad de los votantes porteños apoyó a un hombre que según él encarna los horrores del pasado reciente. Los más dan por descontado que lo que se ha propuesto es aprovechar al máximo la presunta amenaza planteada por "la derecha" enquistada en la Capital Federal para mejorar las posibilidades electorales no tanto de su representante Daniel Filmus el 24 de junio cuanto del pingüino o pingüina que lleve la bandera kirchnerista en la campaña que es de suponer, culminará el 28 de octubre. Aunque en muchos sentidos Kirchner mismo está bien a la derecha de Macri, un pragmático nato que nunca manifestó demasiado interés en las elucubraciones abstractas que son tan caras a cierto tipo de progresista, a comienzos de su reinado optó por identificarse con la corriente que en su opinión dominaría, hasta nuevo aviso, la política nacional y regional.
Merced a sus ataques virulentos contra militares, empresarios, menemistas, economistas "neoliberales" y otros símbolos del viejo régimen se las ingenió para congraciarse con una parte significante de la izquierda local que, gratamente sorprendida por la metamorfosis experimentada por quien creía era sólo un caudillo provincial apadrinado por Eduardo Duhalde, le devolvió el favor aceptando no hurgar en sus antecedentes.
Por depender la estrategia así supuesta de la disponibilidad de enemigos malignos, Kirchner pronto adquirió el hábito progre de sospechar que todos los capaces de ocasionarle disgustos tienen que estar al servicio de una inmensa conspiración militar-menemista-neoliberal-fondomonetarista urdida por sujetos resueltos a provocar el hundimiento definitivo del país por vaya a saber cuáles motivos siniestros.
Gracias a la victoria insolente que Macri se anotó el domingo pasado, el mandamás de Boca Juniors se ha visto promocionado al rango de conspirador en jefe y en adelante será tratado como tal.No es nada probable que la furia presidencial prive a Macri de un triunfo abrumador en el ballottage, lo que a esta altura necesitaría un milagro tan grande que su artífice merecería ser canonizado. Antes bien, podría ayudarlo a consolidarlo ya que parecería que el grueso de los porteños, entre ellos muchos simpatizantes de Jorge Telerman, está harto de la prepotencia y mendacidad de un gobierno cuyos integrantes más notorios no sienten respeto alguno por quienes se resisten a rendirles pleitesía.
¿Y en el resto del país? Si Kirchner exagera, muchos distritos importantes podrían contagiarse del virus porteño e incluso llegar a la conclusión de que convendría que terminara el ciclo kirchnerista antes de que la iracundia verbal que caracteriza a sus protagonistas desate una ola de violencia física. Durante cuatro años la vehemencia rutinaria de Kirchner y su voluntad de imputar todos los males nacionales a sus adversarios le han permitido acumular una cantidad insólita de poder, pero puesto que él ya representa el statu quo son cada vez menos los impresionados por su retórica a menudo brutal.
Tarde o temprano, llegará la hora en que la mayoría querrá un presidente un tanto más tranquilo que se inquiete más por el futuro inmediato que por un pasado que sigue alejándose. Es lo que piensan Macri y sus asesores. A su juicio, la mejor forma de reaccionar frente a las embestidas kirchneristas consiste en negarse a prestarse a su juego. Quieren que, algunas humoradas irónicas aparte, Macri mismo se limite a conservar la calma y que se concentre en hablar de los problemas concretos de la ciudad de la que es con toda seguridad el próximo gobernante, dejando que sus colaboradores y aliados respondan a los burdos agravios presidenciales.
Es la táctica del buen judoka que confía en su capacidad para aprovechar en beneficio propio la impetuosidad de un adversario más fuerte pero incauto. En efecto, a Macri le sería peor que inútil aceptar la invitación de Kirchner de celebrar una especie de duelo ideológico, lo que podría hacer ponderando los méritos del capitalismo primermundista, digamos, recordándoles a los peronistas e izquierdistas la magnitud de su aporte a la violencia de los años setenta y, quizás, procurando reivindicar ciertas políticas que se aplicaron dos décadas más tarde.
Aunque lograra imponer sus puntos de vista, saldría con la imagen de ser a lo sumo un político más, un farsante amigo de las generalizaciones altisonantes que en el fondo es indiferente "los problemas de la gente". Sería caer en una trampa.Antes de producirse el terremoto del domingo –ni siquiera los encuestadores contratados por Macri previeron que casi alcanzaría la mayoría absoluta en la primera vuelta– el Presidente pudo consolarse con la idea de que le resultaría ventajoso tener al xeneize como jefe informal de la oposición.
Por ser cuestión de un hombre que es considerado un empresario derechista, su presencia a la cabeza de la Ciudad de Buenos Aires le brindaría a Kirchner muchas oportunidades para comparar la sensibilidad social que se atribuye con la hostilidad hacia los pobres que en opinión de todo buen progresista es típica de los ricos que no militan en el peronismo, el radicalismo o la izquierda. Por lo demás, es tan fácil subestimar las dotes de Macri como lo es mofarse de las de otro político que se le asemeja bastante, el vicepresidente Daniel Scioli, de modo que sería natural que el santacruceño maquiavélico creyera que burlarse de él le sería un juego de niños. Con todo, aun cuando tengan razón los escépticos en cuanto a la presunta falta de astucia táctica de Macri, ocurre que éste posee una personalidad que es bastante más atractiva que la del siempre dispéptico presidente actual.
Se trata de un detalle que en los próximos años podría resultar decisivo. Pues bien: el voto del domingo pasado obligó a Kirchner a hacer algo que no le gusta del todo, que es adaptarse a circunstancias imprevistamente adversas. El que el 45,6 por ciento, nada menos, de los porteños que supuestamente son progres congénitos haya sufragado a favor de Mauricio, que es Macri, aunque ningún augur profesional lo había vaticinado, no puede sino motivar dudas en cuanto a la veracidad de todas aquellas encuestas que le dicen que el país entero lo adora y que a muy pocos se les ocurriría prescindir de sus servicios o, si por un motivo un tanto misterioso optara por no presentarse para la reelección, de los de su señora esposa.
Es factible que el mensaje gratificante que le mandan las encuestas refleje la realidad, pero también lo es que, como acaba de mostrarnos el distrito más sondeado del país, esté en marcha un fenómeno que por las razones que fueran los especialistas en tales menesteres aún no han detectado. En tal caso, Kirchner tendría que prepararse para algunas sorpresas desagradables más.Huelga decir que el Presidente dista de ser el único político que se haya visto constreñido a ajustarse a una realidad muy distinta de la imaginada antes de la tarde del 4 de junio.
Otros políticos, en especial los duchos en subir a tiempo al carro de los presuntos triunfadores de mañana, habrán tomado nota del éxito fulminante de Macri que, de súbito, ya no les parece tan derechista y por lo tanto tan diabólico como les habían dicho. No extrañaría en absoluto que pronto empezaran a proliferar peronistas M, radicales M, telermanistas M, aristas M y hasta izquierdistas moderados M que, luego de pensarlo, se convenzan de que en verdad es un centrista al estilo europeo, no un derechista impenitente, y que en consecuencia acercarse a él no equivaldría a traicionar los principios sagrados de toda una vida.
De suceder algo así, el kirchnerismo, que es una máquina de fabricar enemigos, tendría los días contados, sobre todo si resulta que la inflación apenas tapada por los trapos raídos del INDEC y la escasez de energía que fue subrayada por el arribo inoportuno de una masa de aire bien patagónico presagian el agotamiento inminente del "modelo económico" instalado por Duhalde.
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