5 de junio de 2007

- BALLOTTAGE -



Ante el ballottage porteño

En un acto electoral ejemplar, con la excepción de condenables "escraches" al ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra y a los candidatos Daniel Filmus y Ginés González García, la ciudadanía porteña concurrió anteayer a las urnas para manifestar sus preferencias entre 18 candidatos a ejercer el Poder Ejecutivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La abultada ventaja que obtuvo la fórmula de Pro, integrada por Mauricio Macri y Gabriela Michetti, puede ser interpretada como un pronunciamiento de la mayor parte del electorado en favor de una mayor eficiencia y una mejor calidad de gestión en la administración de la ciudad. Puede ser vista también como un voto por la consolidación de la autonomía plena que dispone la Constitución nacional para Buenos Aires, pero que hasta ahora sólo se advierte en el cumplimiento de meras formalidades.

No parece desacertado considerar que, esta vez, los porteños han desdeñado a los políticos tradicionales, optando por figuras a las cuales presumen con capacidad y conocimientos para la gestión. No es casual que lleguen a la segunda vuelta un empresario, como Macri, y un académico, como el ministro de Educación, Filmus.

La diferencia de votos entre una y otra propuesta puede explicarse por distintos motivos. Pero es probable que el grado de dependencia que el candidato del Frente para la Victoria exhibió respecto de la Casa Rosada haya sido un factor importante. No tan sólo por las particularidades del electorado de la ciudad de Buenos Aires -cosmopolita, crítico por naturaleza y reacio a seguir los dictados de los oficialismos de turno-, sino también porque buena parte de los votantes quiso rechazar la posibilidad de que el gobierno porteño pudiera ser visto como un apéndice de un gobierno nacional que, lamentablemente, no se privó de poner todos sus recursos al servicio de la campaña proselitista de su candidato.

El domingo 24 del actual, Macri y Filmus deberán disputar la segunda vuelta o ballottage para definir el futuro jefe de gobierno de la ciudad, por cuanto ninguno de los candidatos obtuvo la mitad más uno de los sufragios válidos emitidos, como establece la Constitución porteña. Parecería razonable que, en el futuro, una convención estatuyente revisara el actual régimen electoral, al menos para reconsiderar el porcentaje de votos exigido para ser consagrado titular del Poder Ejecutivo local.

No parece sensato que un candidato que ha duplicado en votos a su más inmediato perseguidor y que ha ganado en todas las circunscripciones electorales, quedando a apenas poco más de cuatro puntos del 50 por ciento, tenga que someterse a una desgastante pugna para defender lo que ha ganado con justicia. En tal sentido, parece más apropiado el sistema que establece la Constitución nacional para designar al presidente de la República, en el cual se consagra ganador aquel candidato que alcanza el 45 por ciento de los votos o un mínimo del 40 con una diferencia de diez puntos sobre el segundo.

Mas las cartas están echadas y la ciudadanía porteña deberá acudir a las urnas dentro de tres semanas. De cara a esta nueva elección, cabe esperar que las chicanas que caracterizaron a la campaña proselitista concluida el viernes último cedan paso ahora a una exposición seria de propuestas para resolver los múltiples problemas de la ciudad.

Sería muy deseable que, en lugar de discutirse alineamientos políticos en el orden nacional o de plantearse falsos dilemas sobre hechos del pasado que poca relación tienen con los problemas actuales de los porteños, se profundice en las diferencias programáticas que separan a uno y otro candidatos y, por qué no, también en las coincidencias, que probablemente han de ser muchas más de las que se pretende hacer aparecer, con vistas a la edificación de políticas de Estado para encarar las soluciones que la ciudad de Buenos Aires necesita en seguridad, salud, educación y pobreza. Sonará utópico, pero no es imposible.

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