14 de junio de 2007

- ATENCION -



El campanazo

Por Abel Posse
Para LA NACION



Fue admirable la reacción del Gobierno después del campanazo porteño del 3 de mayo. Como ahíto de afecto y de estimaciones de apoyo casi estalinistas, se sumergió en la oscura delicia del fracaso. Ser rechazado por el 70 por ciento de Buenos Aires le sirvió para una ejemplar muestra de festejo y de ironización de los vencedores. No deja de ser una señal de generosidad y un sano y promisorio desapego ante el poder.

La TV mostró que mientras el Presidente exaltaba, no sin jactancia, su 23 por ciento, el candidato Filmus sonreía o miraba asombrado a su jefe. Le faltaba el trajecito de marinero... Por turno, los ministros y el mismo candidato arrojarían sus dicterios contra el vencedor.

El clima de fiesta ante la muerte tiene su tradición argentina en el "entierro del angelito". En Oriente, es algo más complejo.

Parecería que el Gobierno acepta como guía de conducta aquel "todo lo que no me mata me hace más fuerte" de Federico Nietzsche.

De las apuradas declaraciones de los funcionarios surge que vivimos un retorno de los años atroces de los 90 (ellos los vivieron desde adentro y saben de qué se trata) y que la derecha liberal se impondrá arrasadoramente en la Argentina. En Buenos Aires, el juvenil Filmus asegura que la gente verdaderamente buena alcanzaría solo a un preocupante 23.7 por ciento.

En realidad, Buenos Aires votó por la eficacia de gestión ante la estupidez e ineptitud que la transforman en una ciudad invivible . Los porteños, que ya no reparan tanto en ideologías, creen que Macri podrá hacer una muy buena gestión. El Gobierno prefiere creer que el aluvión de votos se debe compartir con descalificaciones personales o análisis filosóficos envejecidos. Desde esta ignorancia trasnochada se les puede ocurrir que para mejorar el tránsito caótico y mortal, para impedir el asalto, el crimen, las calles cortadas y la indignidad de los cartoneros que revuelven basura con sus hijos, se necesita recurrir a una Weltanschauung digna de Trotski y no al simple buen sentido y al trabajo eficiente.

Desde Buenos Aires, después de Misiones y Santa Cruz, se concentra una reacción ante el desbarrancamiento de un gobierno que dilapidó su gran oportunidad: hoy carga un grave desprestigio republicano, la debilidad ante la corrupción, el fracaso en su ingenua lucha antiinflacionaria, su derrota en su desganada y equivocada batalla contra la inseguridad.

El innegable crecimiento no fue plasmado en mejoría sustancial, en bienestar y paz. Somos una sociedad crispada. Si bien en el interior del país hay más sosiego, Buenos Aires es el termómetro de las evoluciones e involuciones de la vida nacional. El campanazo del 3 de mayo sacude toda la vida del país. Aquellos "cien barrios porteños" que se expresaron unánimemente por el ingeniero Macri no fueron un episodio partidario-político, sino la expresión de una fatiga social ante la patanería y la incapacidad de gestión.

El Gobierno perdió cierta adhesión automática, o mágica, fundada más allá de un carisma inexistente. El viento de los buenos años del mundo sopló más que el talento.

Hay una convergencia en marcha, concentrada en torno de temas de angustia general: la desarticulación de los poderes, judicial y parlamentario, la incapacidad o demagogia para garantizar las obligaciones constitucionales, la falta de autoridad, el vandalismo callejero y, sobre todo, la permanencia de una pobreza e indigencia desatendidas por un gobierno jactancioso de sus datos macroeconómicos (los verdaderos y los mentidos).

Hasta hace dos meses se decía que no había oposición. En realidad, la gente empieza a identificar su dolor y/o su esperanza con el voto, hecho que no ocurrió en octubre de 2005. El resultado de Buenos Aires fue tal que desconcertó al mismo ingeniero Macri. La democracia es más cosa del pueblo que de los dirigentes.

Todo triunfo tiene un peligro de indigestión. Ojalá que el vencedor del 3 de mayo no politice lo que fue un episodio de todos: partidario y transpartidario. Ojalá no se deje encerrar y comprenda la verdadera esencia del apoyo recibido. El ingeniero Macri podrá afirmar su carrera política mientras no se encierre en ese conservadurismo liberal-economicista con que prefieren cercarlo desde el poder.

En los meses que faltan para las elecciones nacionales, el papel de Macri será importante mientras respete a las fuerzas nacionales que podrán converger en una alternativa profunda y creadora. (El aporte moral de Carrió, la experiencia de Lavagna, la firmeza de Sobisch, los hombres del radicalismo y del peronismo.)

Hay nuevos dirigentes que aportan una voluntad de alternativa creadora en un país que parece disolverse en el resentimiento o en la resignación. En estos meses el mismo pueblo irá señalando a las personalidades mejores. El campanazo de Buenos Aires señala el punto de inflexión de este gobierno que ya no responde a la expectativa de quienes ven lo poco que realizó y lo mucho que pudo haber hecho, más allá de la brillante recuperación macroeconómica.

El autor es escritor y diplomático. Su libro más reciente es La santa locura de los argentinos.

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