3 de agosto de 2007
- LA TV NACION -
La TV que vale la pena
Desde el domingo último, en la sección Espectáculos de LA NACION, un sello de calidad con la leyenda "TV que vale la pena" identifica claramente para los lectores aquellos ciclos culturales que aporten, a juicio de nuestros cronistas, a la formación, a la educación y a la cultura del televidente. Con esta iniciativa, que surgió de un concienzudo trabajo conjunto entre la Fundación Contenidos, la organización Avina y la Fundación Diario LA NACION, se busca así respaldar, desde el señalamiento concreto, las muchas propuestas llevadas adelante por emisoras públicas y privadas que, a pesar de sus evidentes valores, suelen quedar soslayadas ante ciclos que, con el poder de la propia prensa en su favor y a puro grito, logran avasallar todo lo que se ponga a su paso.
Quizá sea redundante volver sobre las características actuales de la televisión argentina. Sin embargo, siempre conviene repasarlas porque su sola enumeración llena de estupor: desde los incomprensibles corrimientos horarios hasta el constante aumento de la violencia en todas sus expresiones, pasando por la chabacanería sin límites, las exhibiciones obscenas y el lenguaje soez -con la notable ausencia del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) a la hora de tomar alguna medida punitiva-, todo en función de un solo objetivo, el de hacer crecer el rating propio a toda costa y dejar en el camino a los restantes competidores.
Así descripta, la TV argentina se parece más a un campo de batalla virtual que a la herramienta de comunicación que es, todavía imbatible y cuyo poder de penetración en la vida cotidiana de las familias no tiene parangón. Sin embargo, como muchas veces ocurre en la Argentina, la realidad parece estar escindida: por un lado, se oyen voces autorizadas que alertan permanentemente sobre los peligros de mantener este tipo de televisión y, por el otro, una audiencia en aumento sigue con una especie de fascinación adictiva todos aquellos programas que aparentemente desaprueba.
Por supuesto que sería injusto, de todas maneras, juzgar a toda la sociedad argentina por los programas televisivos más vistos. Es en ese sentido que se ha creado, entonces, esta nueva manera de señalar aquella televisión que también existe y que "vale la pena" ver.
Es importante dejar en claro que no se trata de una calificación sino de, como lo mencionamos antes, un distintivo destinado a realzar ante los ojos de los televidentes los ciclos o los programas individuales que no apelan al facilismo o los golpes bajos y que, por el contrario, buscan con imaginación y creatividad entregar productos distintos y de calidad, para un público que podrá ir reconociéndose también a sí mismo en una televisión que no hace tantos años lo reflejaba mejor en su identidad.
Esta no es, desde luego, una decisión solitaria. Son muchos los que, incluso desde los mismos ámbitos televisivos, están tratando también de encontrar el justo equilibrio entre lo que puede ser popular, sin caer en lo populachero y vulgar. Por ejemplo, es interesante observar que dos de los primeros programas señalados como ciclos de calidad por este diario pertenecen al canal oficial; se trata de un ciclo de buen cine para ver de madrugada y del programa Al Colón , con la transmisión especial de dos horas de la ópera Samson et Dalile , que fue interpretada por el tenor argentino José Cura, uno de los artistas más importantes en el nivel internacional. La tercera recomendación aludió a un tema de interés para todos los ciudadanos de Buenos Aires: un documental dedicado a mostrar cómo se está restaurando el Teatro Colón -en particular, el tema de su celebrada acústica-, que fue transmitido por Canal (á).
Sin lugar a dudas, a esta iniciativa habrán de agregarse pronto otras en la misma dirección, lo cual propone un uso racional e inteligente de un medio maravilloso que, cuando es utilizado para educar y entretener con calidad a niños y a adultos, es una poderosa herramienta de inclusión democrática. La sociedad argentina se merece poder volver a ver televisión sin preocupación ni temores.
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