11 de abril de 2007

- HAY GRISES -



NO TENEMOS TERMINO MEDIO

Hace muchos años, aprendí que del blanco al negro hay una innumerable cantidad de grises... esos grises son una suerte de porcentaje de luz y oscuridad, tal cual ocurre con nuestra sociedad, en todas sus manifestaciones.
Nos caracterizamos por “carecer” de matices y obrar tipo “alto contraste”: blanco ó negro... Esto no es así ni en fotografía, ni en comunidad. Siempre hay grises y los debe haber... No son “todos iguales”. Debe haber y de hecho los hay... hay matices diversos que deben ser estudiados. Se me ocurre que con la Justicia debería ocurrir lo mismo.
Claro que no es fácil impartir justicia y menos en Argentina con tantas jugadas y presiones... las hay garantistas y duras, mediáticas e intrascendentes. Esos son nuestros grises! Los que dan garantías a “todos los hombres de bien que quieran habitar el pisoteado suelo argentino...” y como decía el sabio catalán Joan Manuel Serrat en su inolvidable “Algo Personal”:

Probablemente en su pueblo se les recordará
como cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.
Pulsan la alarma y rompen las promesas
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.

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