15 de julio de 2007

- CRISIS -


Crisis energética:

diagnóstico y tratamiento

Mientras la falta afecta hoy a todos los insumos al mismo tiempo, el Gobierno sigue negando la crisis. Cuáles son las soluciones que Kirchner no se anima a poner en marcha

Por Jorge Liotti
Enfoques La Nación



Trabajadores suspendidos por falta de electricidad. Interrupción de la venta de GNC a vehículos. Largas colas de taxis para cargar hasta 25 litros de nafta a precio de gas. Cortes de luz en algunas ciudades y barrios. Centros comerciales, cines y universidades con consumo reducido. El Gobierno evita la palabra "crisis", pero la realidad parece imponer su propio lenguaje. Y mientras se juega con las palabras, se apuesta a un discurso de carácter meteorológico que deposita la solución en el termómetro y en el pluviómetro: todo volverá a la normalidad si cede el frío y llueve en las cuencas de generación hidroeléctrica.

De hecho, los esfuerzos están puestos en evitar que las medidas de restricción al consumo afecten a las casas de familias. Objetivo de corto plazo: superar sin medidas drásticas los días más críticos del invierno para no pagar costos políticos que malogren la incipiente carrera electoral. Sin embargo, en diálogo con LA NACION, el presidente de la comisión de Energía del Senado, el kirchnerista César Gioja, no clausuró totalmente la posibilidad de que se produzcan cortes de gas o de luz en los hogares.

Los especialistas en temas energéticos tienen una mirada menos coyuntural. Creen que los problemas son estructurales y que demandará al menos tres años sortearlos, siempre y cuando se adopten medidas de racionalización del consumo y se concreten obras de infraestructura que aumenten la generación. Peor aún, aseguran que no estaremos salvados con sólo pasar el "invierno": las dificultades reaparecerán en el pico estacional del verano y también el próximo invierno, porque en el corto plazo no hay posibilidades de eludir el cuello de botella en el consumo.

Según las estadísticas oficiales hoy se gasta entre 30 y 35 por ciento más de gas y de electricidad que hace cinco años. "Y para sostener tasas de crecimiento de consumo del 6 por ciento anual se tendría que invertir entre 3000 y 3500 millones de dólares al año, algo que no está ocurriendo", dice el secretario de Energía del gobierno de Fernando De la Rúa, Daniel Montamat.

Expertos y políticos coinciden en que, en el corto plazo, el gobierno debe reconocer la gravedad de la situación para poder lanzar un plan generalizado de racionalización del consumo, con premios y castigos efectivos, que no sólo incluya al sector productivo sino también al residencial. De este modo se evitaría una paralización de la industria que terminaría retrasando el crecimiento económico. También consideran una actualización de las tarifas en los niveles de mayor consumo. En el mediano y largo plazo, la única solución de fondo consiste en aumentar y diversificar la inversión en generación energética para que sea posible igualar la oferta a la creciente demanda.

Pese a estas recomendaciones, el Gobierno sólo ha recurrido hasta ahora a medidas orientadas al sector industrial y de transporte. Un especialista en opinión pública que asesora a la Casa Rosada sintetizó la consigna oficial: "Cualquier otra medida antes que afectar a la clase media de las ciudades, que compone la máxima reserva electoral". La experiencia histórica brinda alguna justificación para esta lectura política. Cuando el gobierno de Raúl Alfonsín entraba en su etapa final, una profunda crisis energética lo obligó a tomar una decisión crucial: anunciar cortes rotativos de energía en el sector residencial para preservar la actividad industrial. Muchos creen que ésa fue una de las razones de la derrota del radical Eduardo Angeloz en los comicios de 1989.

El Gobierno mantiene vigente la memoria de este antecedente y, según algunos analistas, ha logrado instalar exitosamente en la sociedad la idea de que los responsables principales de la crisis son las empresas privadas, porque no han hecho las inversiones necesarias para alimentar la mayor demanda de energía.

"La gente no identifica todavía el tema energético como uno de los principales problemas porque no sufrió recortes en sus domicilios particulares. Al tope de sus preocupaciones siguen figurando la inseguridad, el alza de los precios y ahora empiezan a aparecer menciones a la corrupción", explica Roberto Starke, consultor político de Analogías.

Esta percepción es compartida por su colega Carlos Fara, para quien el tema energético "no alcanza a tener impacto electoral. Puede afectar algunos días, pero se va a diluir. El consumo doméstico es la clave".

De todos modos, las fotografías que dejó la última semana fueron muy preocupantes. Empresas paralizadas o sancionadas por alto consumo, cortes no programados de electricidad, colas de taxis que agravaron el caos del tránsito porteño, restricciones a las exportaciones a Chile y Paraguay, y un gobierno recurriendo una vez más a los subsidios para amortiguar el impacto de las limitaciones energéticas a las industrias.

El ejemplo que más se menciona a la hora de buscar modelos de racionalización es el de Brasil, donde el sistema ingresó en crisis en 2000 debido a la baja de los ríos y a su dependencia de la hidroelectricidad. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso estipuló un ahorro obligatorio promedio de 20% para domicilios e industrias, y una multa del 50% por cada KW de exceso. Brasil salió de la crisis en un año, aunque en el camino dejó 2 puntos del PBI y un gobierno desgastado por la medida. Chile apeló a la misma receta cuando en 1997 se quedó sin agua en los ríos y sin generación de represas (entonces no dependía del gas argentino).

La situación argentina también es seguida con atención desde el exterior, donde muchas veces se deciden las inversiones que influirán en la economía local. Para Paul Isbell, director de Geopolítica Energética Del Real Instituto Elcano, de España, la salida de la crisis "llevará tiempo", y deberá incluir "una corrección de la política de tarifas y, sobre todo, un cambio cultural que implica asumir la crisis y modificar los hábitos de consumo".

En Estados Unidos, en tanto, los analistas no abordan directamente la cuestión de cómo salir de la complicada coyuntura. Pero advierten, como lo hicieron recientemente los analistas de Bear Stearns Thierry Wyzman, Alex Kazan y Carmen Bedoya, que "la baja inversión en infraestructura energética, y los riesgos resultantes de que haya cortes o racionamiento de electricidad permanecen como una potencial restricción del crecimiento doméstico".

Los analistas coinciden en que será necesario aumentar las tarifas en algún momento, pero no dicen cómo salir de esta coyuntura complicada. Prefieren concentrarse en lo que a ellos les interesa: evaluar las causas de la crisis y, si la crisis puede forzar al Gobierno a conceder un aumento de las tarifas, evaluar entonces si recomendar a sus clientes que inviertan en las empresas de servicios públicos que podrían beneficiarse.

Mientras tanto, los principales referentes de la oposición suman propuestas y a la vez le pegan al Gobierno, aunque no son categóricos a la hora de responder a esta pregunta: ¿llevarían la restricción del consumo a los hogares?

La candidata presidencial de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, propuso un "plan voluntario de racionalización de la energía, a través de una convocatoria que debe hacer el Presidente a todos los sectores sociales. Hay que asumir la verdad, las sociedades modernas deben promover el uso racional". Para la ex diputada, el tema de las tarifas "se debería reordenar en un marco general, porque es un escándalo que los sectores medios y altos estén subsidiados y los pobres paguen el triple por el gas". Su competidor de Recrear, Ricardo López Murphy, recurrió a una respuesta figurada ante la pregunta de este diario sobre la necesidad de recortes en el suministro domiciliario: "El Gobierno actúa como si operara una computadora sin software, sin reglas de juego. Si lo utilizara, el software corregiría eso porque la energía que va a las industrias y la que va al sector residencial es la misma".

Javier González Fraga, principal referente económico de Roberto Lavagna, desagrega una serie de medidas en su receta al problema: "Se debe avanzar en un ahorro en el consumo que recaiga más en el sector residencial, menos en el transporte y no tanto en la industria, porque no puede pagar lo mismo el que quiere calentar su piscina en invierno que el quiere producir. Esto se debería acompañar con una revisión tarifaria protegiendo a los que menos tienen, y ampliar la matriz energética para hacerlo menos dependiente del gas y la electricidad".

El modo de aplicar el racionamiento de energía es el tema más urticante en este momento. La mayoría de quienes actúan en el sector energético considera que las actuales medidas de restricción al consumo son insuficientes porque el sistema está trabajando al límite, y con riesgos para la estructura. Se argumenta en este sentido que el incremento de las tarifas debe servir no sólo para alentar la inversión de parte de las empresas sino también como disuasivo para el consumo, ya que parte de la crisis se debe a que todavía no existe en la sociedad una percepción clara de la emergencia y de la necesidad de ahorrar.

"En el corto plazo no queda más que racionalizar el consumo", entiende Montamat, para quien la vía más apropiada es "una recomposición de tarifas, porque hoy hay un subsidio indiscriminado al sector residencial que beneficia al usuario de Barrio Norte, que paga 0,30 peso el m³ de gas y perjudica a grupos sociales más desfavorecidos, que usan garrafa a 1,20 peso el m³".

El ex secretario de Energía de Carlos Menem, Carlos Bastos, cree que "el Gobierno se equivoca" con las medidas que toma porque "debería nivelar precios y tarifas con el costo económico de proveer los servicios, obviamente con un esquema de subsidios para los sectores de menores recursos".

Pasar el invierno

Por esa razón estos días son cruciales en la definición de la pulseada que se desató entre el sector político encabezado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, defensor del consumo domiciliario, y el ala técnica que representa el secretario de Energía, Daniel Cameron, quien le propuso a Néstor Kirchner distribuir el peso del ajuste entre la actividad industrial y la demanda domiciliaria. La especulación del Ejecutivo, reseñada por un funcionario que pidió reserva de la fuente, es que "si se aguanta así hasta el 20 de julio, el problema está superado, porque después vienen las vacaciones de invierno, cuando hay menos consumo porque la gente viaja, y en agosto ya no hace tanto frío. Después viene la primavera". Esta última línea es la que defiende Gioja, quien afirmó a LA NACION que "las dificultades del sistema están vinculadas al clima. Si esas anormalidades climáticas se resuelven, habremos superado el cuello de botella".

En voz baja los expertos en temas energéticos reconocen que en la segunda mitad de los 90 se optó por maximizar la explotación de los pozos ya conocidos sin arriesgar dinero en explorar nuevas cuencas. Así, la Argentina pasó de tener reservas comprobadas de gas y petróleo para 30 años a tener reservas para 9 años, período que coincide con el vencimiento de la mayoría de las concesiones a partir de 2016. Carlos Pierro, presidente del capítulo argentino del Comité Mundial de Energía, explica que en la década pasada hubo una mejora de la infraestructura, pero que en 1998 se sumaron dos factores que influyeron en la desaceleración de las inversiones. "Por un lado se hicieron evidentes los signos de recesión económica por las crisis de Rusia y de Brasil. Y por el otro, el sector energético a nivel mundial se tomó una pausa en las inversiones porque la rentabilidad había bajado sensiblemente. Había excedente de gas y petróleo, y no había señales claras del mercado".

A este cuadro se sumó la devaluación y la emergencia económica de 2002, identificada por la mayoría de los expertos como el inicio del declive energético. Así lo plantea Mario Guaragna, director de Strat Consulting, al decir que "en los últimos seis años la inversión en energía fue mínima, hubo congelamiento de precios y una ausencia de seguridad jurídica y de un horizonte definido para la actividad privada".

En la visión del economista Francisco Mezzadri, "a partir de 2002 se percibe una carga ideológica contra las empresas privatizadas, a pesar de que en los años anteriores se había hecho una inversión de 8500 millones de dólares en electricidad, y de 2900 millones en gas".

Con algo de resignación, en el sector energético consideran que ahora hay que trabajar con miras al futuro gobierno. Los principales candidatos de la oposición plantean con claridad la necesidad de promover cambios en el área. Y Cristina Fernández de Kirchner, silenciosa hasta ahora, podría alentar una mayor influencia de Cameron, un hombre respetado en el ambiente, pero hoy marginado de las decisiones del gobierno. De lo que no quedan dudas, en todo caso, es de que la futura administración nacional no podrá eludir el dilema energético.

Colaboraron Silvia Pisani, Luis Esnal y Hugo Alconada Mon

Termómetro social

La reciente solicitud del Gobierno para que todos comenzaran a ahorrar energía resonó en la opinión pública con posiciones variadas. Algunos, como Juan Carr, lo asumieron como un compromiso colectivo y solidario: "Apagando dos bombitas de luz de 60 vatios en cada casa" se beneficia la producción industrial, convocó. Más preocupado por la envergadura política del asunto, Jorge Lanata, en su programa de radio, expresó su negativa a sumarse a una campaña de bajo consumo al menos hasta que el Gobierno admita que hay una crisis y diga cómo va a solucionarla.

También la Fundación Vida Silvestre lanzó un comunicado recordando la vigencia por ley de un sistema de etiquetado de electrodomésticos que marcan el nivel de consumo energético.

En una encuesta realizada por LA NACIONline a fines del mes último, el 72,24 % de los 12.336 participantes opinó que los problemas energéticos del país se deben a la imprevisión y a las políticas del Gobierno; el 9,52 % lo atribuyó a la falta de inversión de las empresas; el 1,64 %, al crecimiento de la economía; el 0,24 %, a las variables climáticas, mientras que el resto lo consideró una combinación de todos estos factores.

La posición de los lectores de LA NACIONline también fue contundente: sobre un universo de 6331 opiniones, el 71,39 % refirió menor presión de gas, en tanto que en una encuesta anterior, sobre un universo de 6973 respuestas, el 61,83 % dijo estar ahorrando electricidad.

El mal humor de la gente anticipa cuál podría ser el impacto electoral del corte en los hogares. "En las últimas semanas -escribió Alberto Brunori, de San Justo, a LA NACIONline - se han producido cortes de energía eléctrica de dos horas o más de duración y siempre entre las 19,30 y las 22 hs... Todos sabemos lo peligroso que es el conurbano, imagínense de noche..." También Paola Pasinato, de San Isidro, escribió recientemente: "Quisiera expresar mi furia y mi queja ya que en el frío día de hoy me han cortado el gas sin aviso. Tengo dos niños pequeños y me da mucha bronca pasar frío en mi propia casa".

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