1 de julio de 2007

- HAY CIUDAD... -


En la ciudad hay
normas que ya nadie respeta



Muchas no son fiscalizadas y otras quedaron obsoletas



Aunque muy pocos lo sepan, en la ciudad de Buenos Aires está prohibido colocar macetas en cornisas y, si suponen riesgos para terceros, en balcones. Tampoco se puede preparar en la vía pública mezcla de hormigón para construir, inducir a un menor de edad a pedir limosna ni practicar la polémica tarea de “cuidacoches”. Sin embargo, estas violaciones de normas vigentes son moneda corriente en las calles, y las multas para sancionarlas, pocas o nulas.

Pero no sólo ese tipo de normas se incumple: la Capital también posee ordenanzas y resoluciones obsoletas y hasta insólitas que, como la costumbre social las ha ido cambiando, dejaron de ser punibles, aunque nadie las haya derogado. Por ejemplo, ¿cuántas personas saben que en la ciudad está prohibido remontar barriletes salvo en la plaza Irlanda y en los parques Saavedra, de la Victoria, General Paz y San Benito, y que los bares están obligados a tener azucareras de metal o de vidrio?

Entre las normas nuevas que integran el Código Contravencional de la ciudad figura la que indica que será sancionado con entre 1 y 20 días de trabajo de utilidad pública quien induzca a un menor de edad o con necesidades especiales a pedir limosna. Fuentes policiales reconocieron a LA NACION que esa pena, en los hechos, no se aplica.

La prohibición de la actividad de cuidacoches también está especificada en ese código, que dice que quien la ejerza debería ser sancionado con uno o dos días de trabajo de utilidad pública, o con una multa de 200 a 400 pesos. Sin embargo, se los suele ver en muchísimas calles del distrito desempeñándose ante los ojos de la propia policía y algunos hasta usan pecheras. Se estima que los cuidacoches obtienen de ganancia entre 100 y 200 pesos por noche.

En la nómina de acciones que siguen prohibidas en la Capital sigue vigente una sumamente curiosa. Data de 1919 y especifica que es obligatorio en los cafés, bares, confiterías y lecherías -sí, leyó bien- el uso de "azucareras de metal, loza o de vidrio, de cierre hermético y con buena abertura automática para la extracción del azúcar". Y agrega: "El azúcar en pancitos se podrá suministrar en paquetes de papel impermeable y que contenga cuatro panes como mínimo". ¿Y los sobrecitos con azúcar que hoy usamos? Bien, gracias.

"Esas ordenanzas, entre otras, están formalmente vigentes pero, de hecho, muchas de ellas han caído en desuetudo . Este es un fenómeno jurídico por el cual la prohibición es derogada socialmente por un comportamiento masivo y permanente, contrario a la norma. Pero en lo formal, siguen en pie. Estamos trabajando en un digesto jurídico (ver aparte) para erradicarlas definitivamente", dijo a LA NACION el diputado macrista Jorge Enríquez, integrante de la comisión de Justicia de la Legislatura porteña.

Y hay más. En la Capital está hoy vigente la prohibición de instalar gallineros en las azoteas (que data de una ordenanza de 1903), mantener cerdos en pie, cualquiera que fuere su número (de 1867), y la exhibición pública de animales bravíos y salvajes, aunque domesticados, como monos y osos, entre otros (1891). Esto implica que quien posea un oso panda en su departamento de dos ambientes deberá saber que no podrá mostrarlo en Plaza de Mayo, por ejemplo...

Mostaza y empleados públicos

Otras normativas, más cercanas en el tiempo pero también lejanas al cumplimiento efectivo de la gente, especifican que los puestos de diarios no pueden tener revistas o películas pornográficas a la vista de menores; que en los bares, restaurantes y puestos ambulantes es obligatorio ofrecer los aderezos en sachets individuales; que todo empleado público, si alguien se lo pidiera, debe informar su nombre y su cargo, así como los de su superior jerárquico, y que los comercios que sirvan comida deben tener sus menús en sistema braille.

"Algunas leyes hay que derogarlas porque no tienen razón de ser. Por ejemplo, el azúcar en pancitos ya no se usa y el menú con sistema braille es la primera vez que lo escucho. ¡Ni siquiera hay en los restaurantes de cinco tenedores! Y además, con las variaciones de precios que existen por la inflación, ¿cómo se hace si aumentan los costos de un día para el otro para tener un menú con sistema braille actualizado?", dijo a LA NACION Víctor Bardavid, propietario de restaurante El Solar de la Concordia, sobre la calle Viamonte al 1400.

Entre otras disposiciones vigentes, pero que nadie hace cumplir, figuran la que dispone que en los días de lluvia los colectivos urbanos deben parar en todas las esquinas y que en esas unidades no se puede escupir ni sacar los brazos por la ventanilla; que en los cines, cuando las funciones no son numeradas, deben colocar un cartel si se vendió más del 90 por ciento de las entradas; que los fotógrafos y dibujantes que trabajen en parques y plazas, además de un permiso, deberán usar un guardapolvo o un saco, y que en las plateas de teatros y cines está prohibida la presencia de personas de cualquier sexo, con sombrero puesto.

"La construcción de la autonomía de la ciudad requiere normas más claras. Estamos en una transición que va de las ordenanzas municipales a las leyes de la ciudad autónoma. Hay normas obsoletas y otras tan obvias que ni hace falta promulgarlas", dijo a LA NACION Agustín Zbar, procurador general de la ciudad.

Hasta 1998, tocar un silbato en la calle o vestir ropas del otro sexo era motivo para pasar algunas horas en la cárcel. Los edictos policiales, que hasta entonces imponían la legislación acerca del uso del espacio público así lo establecían. Muchas de esas viejas disposiciones fueron absorbidas por el Código Contravencional de la ciudad, por lo que pasaron a ser contravenciones, y otras fueron eliminadas. Pero queda un rezago importante que genera la inseguridad de pensar qué pasaría si a algún funcionario se le ocurriera aplicar algún edicto no derogado.

Por Pablo Tomino
De la Redacción de LA NACION

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