15 de mayo de 2007

- COMO TVO -



Por una TV sin riesgos

En un libro de reciente publicación - Sabor a chocolate , de Josefina Caprile- se examinan algunos de los problemas que aparecen en relación con la televisión y el tiempo libre, y la comunicación familiar. Se reafirman allí criterios plausibles en cuanto a preservar de la TV el tiempo y el espacio necesarios para juegos y deportes, lectura y tareas de solidaridad que deben asumir los chicos. Esto reitera la responsabilidad lógica de los padres, a quienes concierne saber mantener criterios adecuados para seleccionar de la TV aquellos programas que merezcan ser vistos por la minoridad.

Como hemos destacado muchas veces desde estas columnas editoriales, junto con la oferta promisoria de entretenimiento, información y enseñanza, la televisión ha instalado una variedad de riesgos para la minoridad en cada casa de familia. Tempranamente crecieron preocupaciones de diverso carácter en los hogares, en las escuelas y en los centros de estudios psicosociales, tanto para considerar la influencia del medio en la conducta moral de niños y adolescentes como el efecto de las imágenes en el desarrollo de la inteligencia o la captación del tiempo libre de los chicos, y sus consecuencias.

Las dudas que se planteaban motivaron en la segunda mitad del siglo pasado estudios sobre los efectos negativos del nuevo habitante del hogar. Entre ellos, la probable incitación a la violencia en los comportamientos juveniles y el perjuicio que originaba en el desarrollo del lenguaje oral. Como reflejo de estas inquietudes, la Unesco auspició una investigación en 1965. La conclusión final de las críticas apuntaba a sostener que la minoridad debía ser protegida del asedio de la TV.

En ese tiempo, Giovanni Gozzer, reconocido pedagogo italiano, escribió un ensayo al respecto, en el que decía: "Vamos quedando prisioneros de nuestros medios masivos y de nuestros estereotipos alienantes". No hubo, sin embargo, unanimidad en cuanto a los peligros señalados y más bien se avanzó en establecer la necesidad de afinar una metodología de investigación que evitase caer en precipitadas afirmaciones acerca de esos efectos adversos.

Los trabajos que se fueron realizando demostraron que los niños eran espectadores de programas para adultos porque sus padres, por diversas razones, algunas de ellas comprensibles, lo toleraban. Esa actitud de los mayores podía estimarse como un daño evitable, que se vinculaba también con el consumo continuo de la TV sin criterio ni selección de los programas. Cuando en las casas los mayores no pueden ejercer el debido control, crece la posibilidad de que los menores busquen los programas que los atraen con imágenes de realidades chocantes o que se sirvan del medio como un recurso para evadirse de su circunstancia. De un modo u otro, se instalan hábitos riesgosos.

Frente al éxito de ratingde algunos ciclos televisivos recientes, como el reality show Gran Hermano, de gran impacto en niños y adolescentes, cabe una vez más llamar a los padres a ver televisión junto a sus hijos y a debatir sus contenidos. Especialmente, cuando, como en el citado programa, no parece existir la mínima preocupación por enaltecer al ser humano ni por dignificar la libertad, desde el momento que sus jóvenes participantes ansiosos de fama admiten la posibilidad de no ser libres hasta por casi cuatro meses y aceptan que su triunfo pasará por permanecer hasta el final en el encierro, además de definirse en muchos casos como seres desleales, que no dudarán en ejercer la traición para excluir a sus eventuales contrincantes de estos extraños paraísos electrónicos.

No menos preocupante es que, en una sociedad donde la exclusión social continúa siendo uno de los principales problemas, el público sea invitado a ejecutar públicamente a los participantes en ese ciclo, a través de televotaciones en las cuales pueden decidir quién debe abandonar el juego.

Es frecuente que el medio televisivo genere situaciones para que se produzca una convergencia familiar en torno de ciertos programas y que esa atención compartida permita un diálogo crítico clarificador para muchas dudas de los menores. ¿Ocurre esto con frecuencia? Son los padres quienes deben interrogarse y obrar en consecuencia. De ocurrir esto, la televisión podrá cumplir con una función altamente positiva en los hogares: entretener y aportar conocimientos útiles.

Editorial La Nación

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