27 de mayo de 2007

- EL RUIDO -



El enemigo invisible

Ruido. Mucho ruido. Su aumento preocupa a los funcionarios de grandes ciudades, pero en Buenos Aires, donde los barrios devienen polos gastronómicos, el número de autos se multiplica y la construcción es un fenómeno imparable, no hay medidas eficaces para que los vecinos puedan defenderse de la contaminación acústica

Era a fines de los 80, quizá principios de los 90, y Belén Di Piano hacía lo mismo que hace ahora: se levantaba a las siete y media y, con el diario bajo el brazo, caminaba hasta la estación Angel Gallardo del subte B.

–Esos minutos en silencio antes de ir al trabajo me predisponían bien.

Pero un día encontró los andenes plagados de televisores que le impedían leer o pensar en otra cosa que no fuera la publicidad catódica.

–Ese fue para mí como un síntoma: la invasión de un espacio público con un ruido. Por esos años, el consorcio de mi edificio decidió poner una alarma que chilla cuando la puerta del ascensor queda abierta. Al lado abrieron un garaje y la chicharra atrona. De todos los afectados, nos quejamos dos. A todo el mundo le molesta, pero ahora la gente piensa en el ruido como el estado natural.

Los conductores tocan bocina, los colectivos aúllan, los celulares resuenan y los vecinos tienen perros, hábitos, niños y aires acondicionados cuyos ruidos invaden la vivienda ajena. El ruido –definido como un sonido no deseado– es un contaminante. Pero no se piensa en él en esos términos. Cada tanto llega a los medios la noticia de que Buenos Aires es la ciudad más ruidosa de América latina y la tercera o cuarta del mundo, o al revés. El dato se le atribuye a la Organización Mundial de la Salud (OMS), y aunque nada indica que ésa sea la fuente cada tanto se insiste. Sea como fuere, la OMS desaconseja vivir en ambientes en los que haya más de 65 decibeles y asegura que por sobre los 80 existe riesgo de daño auditivo. En algunos puntos de Buenos Aires suelen medirse de 82 a 90 decibeles A (la medida que más se aproxima a la forma en que percibe el oído humano), pero no es necesario correr el riesgo de quedar sordo para que el ruido produzca efectos negativos: si es poco probable que el vecino de una discoteca pierda la audición, no dormir de jueves a sábados y fiestas de guardar vulnerará, de todos modos, su calidad de vida.

Según datos de la Comunidad Económica Europea, el 20% de la población de la UE está expuesto a niveles de ruido superiores a los recomendados. Ese porcentaje, en Buenos Aires, crece al 90%. Y si hay campañas de gobierno para casi todas las cosas –para que usemos el cinturón de seguridad, para que no fumemos– ninguna previene sobre la contaminación acústica, que no deja huellas en el medio, pero que produce efectos acumulativos por años en los individuos.

Cuestión de (mala) suerte

Doce años atrás, Florencia pensó en todas las cosas en las que alguien piensa al comprar una casa, pero no pensó en la mala suerte. Vive, con marido y cuatro hijos de entre 21 y 12 años, en una calle de Palermo Viejo, cerca de la avenida Córdoba. Durante una década compartió medianera con una casa chorizo en la que, dos años atrás, se instaló un restaurante y bar. Desde entonces no puede vivir.

–Son 150 personas que llegan a la una de la mañana a una casa que está pensada para que vivan cinco o seis. Me paso todos los fines de semana llamando a amigos para mandar a dormir a los chicos a casa de ellos y yo me quedo en la mía haciendo la denuncia. Hay que llamar a la policía, que constata que hay ruidos y hace un acta. Después de veinte denuncias, la fiscalía me citó una vez. Al final, contraté a un abogado, hubo audiencias de mediación, pero no pasó nada. El año pasado me gasté la plata de las vacaciones en un doble vidrio para la ventana que da a la calle, porque con esto de que no se puede fumar la gente sale a la vereda y son ochenta tipos en la puerta de tu casa, conversando. El vidrio no me solucionó el problema, pero a la tercera noche seguida que no dormís, no podés pensar. Al final, pusimos la casa en venta. La casa que soñaste ya no es tu casa. Si el gobierno decidió que Palermo fuera un centro de discotecas y restaurantes, que me muden. El jefe de gobierno hace feng shui en su oficina y mi hija va sin dormir a dar exámenes. Yo no puedo estar tomando Alplax porque tengo un bar al lado.

El ruido urbano proviene de fuentes móviles o fijas. Las móviles son los medios de transporte y las fijas, un equipo de aire acondicionado, un bar, etcétera. Si hay una denuncia sobre un ruido producido por una fuente fija que requiere habilitación para su funcionamiento, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires intervendrá a través de organismos, como la Dirección General de la Calidad Ambiental, que realizará mediciones para determinar si el ruido es mayor que el permitido. Pero, si se trata de ruidos entre vecinos, el problema se dirimirá ante la justicia contravencional, por intermedio de las fiscalías (ver recuadro), que, por cierto, se negaron a participar en esta nota: durante más de un mes y medio esta cronista solicitó, a través de la oficina de prensa, una entrevista con un fiscal que siempre fue denegada.

Horacio Walter es director general de Política y Evaluación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente del Gobierno de la Ciudad.

–El factor que más influye en la contaminación acústica es el ruido de fuentes vehiculares. Después de 2001, el parque automotor se vino abajo en mantenimiento y antigüedad. Si yo me pongo estricto, el 70% del los colectivos no puede estar funcionando, pero si hacemos eso la gente no tiene cómo viajar.

Federico Peña es subsecretario de Control Comunal del Ministerio de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En su despacho del barrio de Barracas, y junto con Javier Fígoli, director general de Calidad Ambiental, explica que en ciertos sectores de la ciudad, como San Telmo, Las Cañitas y Palermo, los ruidos de fuentes fijas y móviles afectan la vida de los vecinos.

–Los ruidos están generados no sólo por la actividad comercial, sino por la gente en la calle, los autos. ¿Y qué sancionás? No es el restaurante el que está generando ruido, sino todo lo que se genera alrededor.

–¿Entonces la gente no puede hacer nada, salvo vender su casa e irse?

–Estos lugares se fueron modificando según la normativa, que permite que en las zonas residenciales haya restaurantes. La normativa tiene vetas. ¿Es ilegal que se desarrolle esa actividad ahí? No. ¿Genera conflicto de intereses y una situación social tensa? Sí. Y a esa realidad que se generó por las vetas de la normativa, hay que empezar a ordenarla porque la veta de la normativa te genera problemas.

–¿Qué requisitos de insonorizacion, previos a la habilitación, se le piden a un bar, a un restaurante y a una discoteca?

–Para restaurantes, no se pide nada, porque si no tienen música y canto no se superan los valores. Para bares tampoco, salvo que el bar tramite un permiso de música y canto.

–Pero cuarenta personas en una terraza van a vulnerar la calidad de vida de algún vecino. Y la mayoría de los restaurantes y los bares tienen música.

–Es que es algo muy dinámico. Te pueden poner tres mesas en un patio y eso ya modificó todo haciendo que el ruido trascienda. La habilitación es sobre las condiciones físicas, no sobre las dinámicas, las que cambian con el uso. Eso ya se ve después, si es que hay denuncias.

–Cuando hay problemas de ruidos, la gente llega en estado desesperado –dice Fígoli–, pero uno dice "esto es Buenos Aires y hay cosas que son propias de la vida en una ciudad grande". Para nosotros es muy difícil porque tenemos normativas acotadas. Cuando se presenta una denuncia, vamos a hacer las mediciones al domicilio de la persona afectada. Pero yo mido 49 decibeles en tu dormitorio y, aunque no hay norma que lo sancione, te puedo asegurar que con 49 decibeles no dormís.

Una vez más, la veta de la normativa haciendo de las suyas.

Hecha la ley

Hasta hace poco, Buenos Aires no tenía legislación específica sobre ruido, pero desde 2005 existe la ley 1540, aún sin reglamentar, que regula los decibeles de emisión permitidos para fuentes fijas o móviles, bajo el control del Gobierno de la Ciudad, y los evalúa según dos períodos: diurno (de las 7.02 a las 22) y nocturno (de las 22.01 a las 7). En áreas de silencio, durante el período nocturno y siempre para el exterior, indica que los dBA permitidos serán de 60. En áreas especialmente ruidosas, entre 80 y 75. La OMS señala que, durante el día, lo aconsejable es un nivel de 50 dBA en el interior y 55 en el exterior. Por la noche, 30 dBA en el interior y 45 en el exterior. Todos los niveles que indica la ley 1540 están por encima de esas sugerencias. Otro de los ejes de la ley es la confección periódica de mapas de ruido para diagnosticar la situación. El primero estuvo a cargo de la ONG Oír Mejor, con el asesoramiento de técnicos de la Universidad Politécnica de Madrid. Tanto la Asociación de Acústicos Argentinos como el Consejo de Profesionales objetó la forma en que se había llevado a cabo el convenio. Sea como fuere, el mapa abarca el 10% de la ciudad –barrios como Palermo, Barrio Norte, Recoleta, el microcentro– y los resultados que ha arrojado son que el 93% de los residentes está expuesto a niveles sonoros que superan los 65 dBA durante el día y el 98%, a más de 55 dBA por la noche. El centro, microcentro, Palermo, Recoleta y Barrio Norte, están recorridos por un infierno invisible de más de 80 dBA y los promedios para las 24 horas dan entre 69 y 79 dB. Aunque el mapa está a cargo del Gobierno de la Ciudad desde mediados de 2006, no se ha tomado ninguna medida, y algunos funcionarios dicen que, en realidad, hay que tener más y mejores mapas de ruido: seguir diagnosticando lo evidente.

El Laboratorio de Acústica y Electroacústica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires comenzó a funcionar en 1972 y fue responsable del primer mapa de ruido de la ciudad, realizado aquel año.

–Es cierto que hay que cuidar los ruidos por la salud de la población –dice el ingeniero Daniel Gavinowich, al frente del laboratorio–, pero no por sordera, sino por calidad de vida. Cada vez que se construye un shopping, un supermercado, va a haber un impacto ambiental. Eso va a traer más ruidos de refrigeradores, más tránsito. En otros países se tiene en cuenta y se soluciona antes.

El ruido y la furia

Alejandra, Carolina y Gabriela, reunidas en el departamento donde vive una de ellas, llevan allí entre siete y nueve años, y todas tienen hijos chicos. Dicen que pasar los embarazos al ritmo de la discoteca que da sobre la calle Gascón, entre Rocamora y Córdoba, lindante con sus casas, fue duro.

–En mi primer embarazo –dice Alejandra– yo tenía 29 años. Y casi no dormí. No te puedo explicar la pesadilla que es eso.

Cuando se mudaron eran vecinas de una cancha de paddle, pero en 1999 el espacio fue ocupado por la disco Amerika, y descubrieron que, con una calle colapsada por cientos de personas, un río de autos y colectivos, música y chirridos de aire acondicionado, se hacía imposible dormir o mirar televisión. Hicieron denuncias policiales, recurrieron a la fiscalía, a la Defensoría del Pueblo, y en 2002, junto con doscientos vecinos, iniciaron un recurso de amparo por daño ambiental y esperan una resolución del Superior Tribunal de Justicia mientras tienen sus casas en venta.

–Aunque me mude –confiesa Alejandra– estoy aterrada, porque esto puede volver a pasarme en otro lado. A los funcionarios les importan un bledo los vecinos. Está claro que al gobierno le conviene más el boliche que tres gordas de Almagro que se quejan.

Si cuando se trata de locales o instalaciones que dependen de una habilitación las cosas quedan en manos del Gobierno de la Ciudad, los ruidos entre vecinos quedan en manos de la justicia contravencional.

–La irrupción de los ruidos del vecino es una violentación –dice el arquitecto Alejandro Badanian, de Oír Mejor– y la única protección es construir bien, pero hoy las construcciones son más ruidosas que antes: los ascensores, los aires acondicionados; todo hace ruido. La persona afectada por la contaminación acústica llega muy alterada, en un estado de angustia, desesperación y desolación que no producen otros contaminantes.

Nidia Ferraro vive en Cerrito y Libertador con su marido: tienen 70 y 75 años y estuvieron tranquilos hasta que, dos niveles más arriba, en el aire y la luz, un consultorio decidió colocar un aire acondicionado. Nilda recuerda la fecha en que decidió denunciar a su vecino como quien evoca el aniversario de una tragedia:

–El 30 de enero hizo cuatro años. Yo había ido a quejarme antes y no me daban bolilla, pero ese día yo me sentía remal. Entonces empecé a recorrer números de teléfono y di con el de Control Ambiental. Hice la denuncia y empezó todo. Vinieron varias veces a medir el ruido, hasta que le pusieron una faja y le clausuraron el aparato en julio de 2006. En septiembre le sacaron la faja y lo encendieron igual. Después de cuatro años y medio de reclamos, desde marzo ya no funciona más. Pero esto produce una desazón brutal. Una angustia. Uno no quiere volver a su casa. Y lo peor es que uno sabe que la ley existe, pero no se cumple.

En 2003, la Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil condenó a la línea de colectivos 24 a indemnizar en 300.000 pesos a los vecinos que habían demandado a la empresa por ruidos molestos: la terminal está en Nazarre al 3100, y Delfina Prego y su familia tienen allí, pared de por medio, un hotel familiar desde hace 32 años.

–Hará diez o quince años que está esta gente. Aceleran, entran a cada rato, gritan; las medianeras se rajan, los clientes no pueden dormir. La sentencia salió, pero no pasó nada. Todo sigue igual. La gente de alrededor se está mudando. Uno se quisiera ir, pero es muy lamentable tener que mudarse por esa razón.

En diciembre de 2006, Hugo Pérez escribió una carta de lectores quejándose por los ruidos que producían las fiestas electrónicas en la Ciudad Cultural Konex, de Sarmiento 3131.

–Empezaron en octubre de 2006 –dice–, pararon en el verano y el 14 de abril empezaron de vuelta. ¿Sabés la impotencia de saber que son las cinco de la mañana y que a las siete te tenés que ir a trabajar sin dormir? Empecé a tomar Trapax, a ir al departamento de mi ex a dormir. Yo tengo 40 años. No soy un amargado. Pero no quiero quedarme despierto una vez por semana hasta las nueve de la mañana.

Efectos no tan físicos

La audición es el sentido que dispara el estado de alerta: indica que ese crujir de hojas puede ser un predador, y el resultado es un chorro de la sal del miedo: adrenalina. Federico Miyara es ingeniero y miembro del Comité Interdisciplinario de Ecología y Ruido de Asolofal (Asociación de Logopedia, Foniatría y Audiología del Litoral), además de director del Laboratorio de Acústica y Electroacústica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Rosario.

–El ruido provoca diversas respuestas, como tensión muscular o mayor producción de adrenalina y noradrenalina, que se segregan en condiciones de agresión y preparan el organismo para defenderse. Estas hormonas se relacionan con el estrés, y los niveles altos tienen relación directa con cuestiones cardíacas.

Las consecuencias del ruido son disminución del rendimiento laboral, depresión, angustia, taquicardia, alteración del sueño, cansancio crónico, insomnio, hipertensión, transtornos del sistema inmune, ansiedad, depresión, irritabilidad, náuseas, jaquecas, hostilidad, intolerancia, agresividad. En las ciudades produce pérdida de valorización de los inmuebles, accidentes laborales y de tráfico. Silvia Ferrer, del área de Coordinación de Salud Ambiental del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, explica que, de todos modos, la relación probada que sí existe entre otros contaminantes y la salud de un individuo, aún no puede establecerse en el caso del ruido.

–No se puede decir que tal problema cardiovascular o psiquiátrico sea consecuencia del ruido. Si yo me expuse al benceno y tengo cáncer, seguramente será por el benceno, pero es temerario decir que uno puede tener un infarto por el ruido.

–La presión social que existe contra el cigarrillo es producto de una política de estado. No se ve algo parecido con el ruido.

Qué tren, qué tren, qué tren

José Fortes vive desde los años 60 en la calle Fray Luis Beltrán, a 25 pasos de las vías del ex ferrocarril Sarmiento. Eso –vivir ahí– nunca fue un problema, hasta hace algunos años. A los bocinazos, que solían estar prohibidos en zona urbana, se suman los ruidos y las vibraciones.

–Antes –dice José Fortes– los trenes pasaban y uno ni se enteraba. Pero ahora no les hacen mantenimiento, se aflojan los tornillos de los durmientes y cuando pasa el tren la vía flamea. Como la cantidad de pasajeros aumentó, también lo hizo la frecuencia: cada cuatro minutos pasa un tren. Antes no tocaban bocina. Ahora el sonido es tan fuerte que produce náuseas.

Junto con otros vecinos, Forte ha presentado un amparo patrocinado por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), una ONG que cuenta con un área de participación ciudadana donde se brinda patrocinio jurídico en temas ambientales. La FARN representa también a Pedro Barragán. Como nota de alto impacto las ventanas abiertas del departamento de Pedro Barragán, con vista directa a la Autopista 25 de Mayo, tienen lo suyo. Son dos ambientes sobre la calle Luis Sáenz Peña al 1200, que ocupan tres personas: la mujer de Barragán, el hijo preadolescente y Barragán, empleado y en lucha por el silencio perdido contra Autopistas Urbanas Sociedad Anónima (AUSA) y el Gobierno de la Ciudad.

–Vivo acá desde el ’73. La autopista siempre estuvo, pero no pasaban más de 40.000 autos y ahora pasan 200.000 Ahora no puedo dormir. Tuvimos que poner tres teléfonos, porque uno solo no se escucha. Terminamos peleándonos entre nosotros; el ruido te pone tenso, tenés que hablar a los gritos.

Las mediciones efectuadas en el living del departamento de Barragán por la Dirección de Calidad Ambiental arrojaron como resultados entre 84.1 y 86 dBA. Andrés Nápoli es abogado y director del Area de Participación Ciudadana de la FARN.

–En el caso de Barragán hubo una sentencia favorable en 2004 y, en 2005, una de segunda instancia. Pero nada ha cambiado. Barragán pide paneles acústicos que mitiguen el ruido a lo largo de todo el recorrido; no está reclamando sólo por él. El ruido es la principal fuente de denuncias, pero la gente no lo toma como contaminante, aun cuando te destroza psicológicamente. Es una nube tóxica que no ves, pero que te mata. Las acciones del Estado para proteger son mínimas. La ley 1540 tomó la situación actual, que es desastrosa, y la legalizó. En cuanto a protección de derechos, es una ley regresiva. Al Estado el ruido le interesa poco.

–¿El Estado ve el ruido como un problema superfluo, una frivolidad?

–Los derechos no tienen categorías. El derecho a gozar de un ambiente sano es una garantía de las ley.

¿Y dónde está el Estado?

En algunas ciudades de Canadá hay reglas locales que multan a los dueños de los perros que ladran durante la noche. En ciertos sitios de Suiza, la descarga del inodoro no puede ser activada después de las 22. En Buenos Aires, en pleno auge constructivo, las obras no se detienen nunca, y en verdad no hay mucho por hacer para defenderse de esos ruidos: los horarios para ese tipo de tareas no están reglamentados.

–Podría ser una contravención –dice Eduardo Sachal, de la Defensoría del Pueblo–, pero no hay ninguna normativa que reglamente las horas para este tipo de ruido.

Tres años atrás, Martín Retjman (director de las películas Rapado y Silvia Prieto) decidió mudarse de Uriarte y Godoy Cruz al que pensó que sería su paraíso: una casa en Concepción Arenal entre Cramer y Amenábar. Pero entendió que, si el paraíso existía, estaba en otra parte. Porque en Cramer, entre Concepción Arenal y Santos Dumont, estaba el Ceamse. Y en el Ceamse todos los días, después de la medianoche y durante una o dos horas, los camiones descargan el contenido en las tolvas: escombro contra metal. Un bombardeo.

–Fui al CGP, a una fiscalía, tuvimos reuniones con la gente del Ceamse. Tuve una reunión con Horacio Walter, que me preguntó si yo no sabía, antes de mudarme, que ahí estaba el Ceamse. Me parece una pregunta ridícula porque la pregunta que me estaba haciendo era: "¿No sabías que el Ceamse estaba infringiendo la ley?". Capaz que me mudo, no sé. Pero todavía confío en que algo pueda mejorar. Yo estoy insistiendo mucho.

Daniel Merle es fotógrafo y vive en Gorriti y Thames. Dos años atrás, a la vuelta de su casa y donde había una huevería, se instaló un bar.

–Volví de unas vacaciones y me encontré con el bar. Llegó el fin de semana y no pude dormir. El ruido era insoportable. Hice la denuncia en el CGP, y fue derivada a la fiscalía 7. Durante un año, dos o tres veces por semana, llamé a la fiscalía para denunciar ruidos molestos. Venía la policía y constataba el ruido. Pero tuve la desagradable sensación de que la policía era más favorable al comerciante que al vecino. La fiscalía dice que hay que llamar cuando se produce el ruido, pero eso es intermitente, y por alguna razón que desconozco cuando llega la policía el ruido baja. Me lo tomé con espíritu deportivo. Fui e insistí, pero la gente se cansa antes. Hay un matrimonio de viejitos que puso la casa en venta. Incluso varios vecinos llegamos a tener una reunión personal con un asesor de Telerman, Ucello creo, que nos dijo que claro, que cómo no, que la gente tiene derecho a dormir, y días después nos mandó un mail diciéndonos que en efecto el local tenía habilitación como bar. Entonces, ni el más alto funcionario puede proteger. A mí todo esto me ha despertado una indignación y un sentimiento de desprotección enormes como ciudadano. El lugar estuvo cerrado por reformas en el verano, pero ahora van a abrir otro bar. No sé qué pasará.

El licenciado Juan Cruz Giménez de Paz es asesor de Sonoflex, una de las más importantes fábricas de productos acústicos.

–Si dormir al lado de una disco no lo va a dejar sordo, lo va a alterar de otras maneras. Cuando se empezaron a abrir discotecas y restaurantes en zonas de moda, nadie pensó que iba a ser un problema. Si yo soy el funcionario responsable y no me ocupé en su momento, es normal que ahora diga "y qué le vamos a hacer, es una ciudad grande". Porque no hice nada cuando tenía que hacerlo. En acústica, hay un dicho: "Sonido es lo que yo hago, y ruido es lo que hace mi vecino".

En Buenos Aires, por ahora, el ruido invade, aliena, destroza, pero parece una preocupación frívola. Un pataleo de señoras agrias, de ciudadanos sin mejores cosas para hacer.

Y sin embargo.

Por Leila Guerriero
Revista La Nación

Para saber más


www.ruidos.org
www.fceia.unr.edu.ar/acustica/biblio/biblio.htm
www.lhh.org/noise/

Qué proponen los candidatos

Mauricio Macri
“Tras cuatro años de mediciones realizadas por la UBA, se comprobó que en los últimos 27 años el nivel de ruido creció un 70 por ciento. El 80% del ruido proviene de los vehículos. Las propuestas para paliar la situación incluyen la creación de una Agencia Ambiental que desarrolle un sistema de monitoreo sobre la calidad del aire y un inventario riguroso de fuentes de emisión; la implementación de la verificación técnica vehicular obligatoria; la promoción desde el Banco Ciudad del acceso a créditos para las líneas de colectivos, de manera que puedan renovar sus unidades; la ampliación de la red de transporte público eléctrico.”

Jorge Telerman “Desde que empezó mi gestión he estado preocupado por bajar el nivel de ruido que hay en Buenos Aires. Ya finalizamos la primera etapa del Mapa de Ruido de la Ciudad, en cumplimiento de la ley Nº 1540. Parte de los resultados obtenidos demostraron que el ruido más molesto es el generado por el tránsito; en particular, el causado por el transporte público de pasajeros. La batalla contra la contaminación acústica debe afrontarse desde estrategias cruzadas. Trabajar en favor del transporte público, avanzar en proyectos de peatonalización, expandir la red de subterráneos, desalentar el uso del automóvil, construir mejores centros de transbordo y nuevas playas de estacionamiento.“

Daniel Filmus
“Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Buenos Aires es la ciudad más ruidosa de América latina y la cuarta a nivel mundial. La principal fuente de ruidos es el transporte automotor. Implementaremos un plan que incluye: crear un ente tripartito de tránsito y transporte con la provincia de Buenos Aires y la Nación para controlar el transporte en el área, impulsar la extensión de la red de subterráneos, completar un anillo vial de circunvalación Riachuelo-Autopista Ribereña-Autopista Illia, de modo que el tráfico de camiones utilizará este anillo; reglamentar la Verificación Técnica Vehicular, reordenar el transporte de colectivos, soterrar el FF.CC. Sarmiento y eliminar pasos a nivel.

Cómo realizar una denuncia

Si los ruidos molestos provienen de un local comercial o industria,
la Dirección de Control de la Calidad Ambiental regula la trascendencia de ruidos provenientes de actividades que requieren habilitación. Está en Ortiz de Ocampo 2517 2º piso, Tel.: 4802-6549 www.buenosaires.gov.ar/areas/gob_control/calidad_ambiental
El reclamo también puede hacerse por el 0800 999 2727, del Sistema Unico de Denuncias del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; en el CGP correspondiente (0800-999-2727); ante la justicia contravencional (0800-333-47225) las 24 horas, o en la comisaría que corresponda.

Si los ruidos provienen de un domicilio particular, a través del CGP, la justicia contravencional o la comisaría correspondientes.

Por ruidos del transporte público, la Dirección de Control de la Calidad Ambiental tiene competencia. También puede realizarse el reclamo ante la comisaría correspondiente o ante la Comisión Nacional de Regulación de Transporte: 0800-333-0300.

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